En la
ciudad de Cartagena, del 16 al 20 de diciembre de 2003, el periodista y
novelista argentino Martín Caparrós se reunió con quince periodistas
latinoamericanos para hablarles sobre las relaciones entre periodismo y
literatura. O mejor: de la falta de diferencia entre periodismo y
literatura. El taller –que creó la Fundación en memoria del periodista
Eligio García Márquez– se desarrolló con el espíritu de una gran
sala de redacción en la que el maestro trabajó con todos los
participantes. Se trataba de entender por qué se escribe como se escribe
y qué se puede hacer para escribir mejor. Para ello se realizaron charlas
teóricas, discusiones en grupo y ejercicios de reportería y redacción.
Todo con el objetivo de identificar y manejar las herramientas que de la
ficción puede tomar el periodismo para hacer mejor su trabajo.
Para escribir periodismo como se escribe un cuento.
Martín Caparrós nació en Buenos Aires en 1957. Trabaja en periodismo
hace treinta años. Ha hecho prensa, radio y televisión. Es autor de
novelas, libros de crónicas y ensayos. Sus artículos se publican en
varios medios de América y Europa.
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Periodismo
y Literatura
No hay vez que no me pregunten: ¿cuál cree usted
que es la diferencia entre periodismo y literatura? Es inevitable la
pregunta y para mí es siempre un fracaso. Intento, busco, doy vueltas y
no consigo contestarla a satisfacción. Mi convicción es que no hay
diferencia. ¿Por qué tiene que haberla? ¿Quién postula que la hay?
Aceptemos la separación en términos de pactos de lectura: el pacto que
el autor le propone al lector: voy a contarle una historia y esa historia
es cierta, ocurrió y yo me enteré de eso (el pacto de la no-ficción). Y
el pacto de la ficción: voy a contarle una historia, nunca sucedió, pero
lo va a entretener, lo va a hacer pensar, descubrir cosas, lo que sea.
Estos pactos de lectura marcan una diferencia.
Pero la separación en términos estilísticos creo que es falsa. En lo
estructural no hay nada que indique que tengan que diferir. No hay nada en
la calidad intrínseca del trabajo que imponga una diferencia. Yo escribo
y lo que escribo en algunos casos parece ser periodismo –porque
eventualmente lo publican en un periódico y porque eventualmente cuento
algo que he visto– y en otros casos parece ser literatura –porque
cuento lo que se me ocurrió y porque se publica en un libro. Pero tampoco
estoy tan seguro de que en un caso sea exactamente lo que he visto y en
otro no tenga nada que ver con lo que he visto. Esto no es central para mí
en el momento en que estoy frente a la computadora. Cuando escribo lo que
sea que vaya a escribir mi chip estilístico es muy semejante. No
tengo la sensación de cambiar el chip según si estoy escribiendo
una cosa y otra.
Durante
mucho tiempo los periodistas que escribían ficción eran sujetos bastante
definidos. En un momento hacían periodismo y en otro ficción, y eran
claramente diferentes las herramientas en cada área. Esto empezó a
disolverse visiblemente hace cuarenta o cincuenta años, pero también eso
es una convención, porque la crónica con herramientas de la ficción se
ha trabajado hace 2500 años. Heródoto, por ejemplo, era un excelente
periodista, sus crónicas de viaje son de lo mejor que se ha escrito, pero
se le tiene como padre de la Historia y literato.
Digo cuarenta o cincuenta años porque la referencia obligada en esto es
el famoso Nuevo Periodismo (los norteamericanos que empezaron a contar en
primera persona con herramientas de la ficción). Aunque esto ya había
sido hecho en el siglo XX, para no ir más lejos, por el francés Albert
Londres, que viajaba por el mundo y escribía libros. El camino de
Buenos Aires es un libro suyo delicioso sobre trata de blancas,
investigado con mecanismos periodísticos y relatado en primera persona.
Esto, mucho antes que Wolfe o Capote.
Rodolfo
Walsh, periodista argentino, autor de no-ficciones como Operación
masacre y Quien mató a Rosendo –muy al estilo de la novela negra
americana, con frases cortas, ritmo seco, duro, mucho diálogo– escribió
un cuento, Esa mujer, en el que invierte el mecanismo: pone en
escena a un periodista que va a entrevistar un militar que quiso
desaparecer el cadáver de Eva Perón, y usa el estilo que terminó de
depurar en sus no-ficciones para contar una ficción. Este cuento es un
ejemplo excelente de cómo se van intrincando la ficción y la no-ficción,
y el estilo que uno usa para uno y otro en un solo relato.
La idea decimonónica de que la literatura es ficción tuvo acogida hasta
entrado el siglo XX, pero se fue deshilachando. Ahora muy pocos sostendrían
una identidad casi absoluta entre literatura y ficción literaria. Para mí
la literatura es un conjunto amplio que incluye ciertas formas de
periodismo. Yo pensaría que dentro de la literatura, dentro de lo que se
hace valiéndose de cierta estructura de palabras y demás, están tanto
la ficción como el periodismo. Pero lo que me interesan son los cruces
entre ficción y no-ficción; aprender a pensar una crónica, un
reportaje, una entrevista como un cuento; tratar de usar las herramientas
del relato para mejorar la descripción del mundo que hacemos en los
textos periodísticos. Robarle a la ficción lo que se pueda para hacer
mejor periodismo.
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