Tener
ganas
Es muy probable que nadie venga a ofrecerle a uno el
espacio para hacer lo que quiere. Todo depende de cuán convencido esté
uno de que tiene ganas de dar la pelea. Muchas veces uno hace esto contra
jefes, patrones, medios y depende de uno –y de las ganas que tiene de
hacerlo– las posibilidades que tendrá de seguir haciéndolo. Uno pueden
elegir desentenderse de cualquier intento de mejorar en ese sentido. Pero
si lo que quiere es cambiar para mejor hay que dar la lucha.
Me pregunto cuán infranqueable, cuán ineludible es la obligación de un
cierto formato. Para un editor lo más fácil es decir “hacemos como se
ha hecho siempre”, sin complicaciones, sin esfuerzos; pero uno puede
eventualmente entregarle dos opciones
en el mismo espacio: una de ellas trabajada y escrita de otra manera. El
editor en algún momento fue periodista, a veces hasta le puede interesar
que uno le haga una oferta distinta si con eso puede llegar a mejorar lo
que le pidió. Siempre se pueden encontrar maneras, si se tienen ganas.
A uno lo editan, pero lo editan mucho más en la medida en que se deja
editar. Eso también tiene que ver con el grado de convencimiento que uno
tenga de que lo que está haciendo y lo dispuesto que esté a defenderlo.
A veces la defensa de ese convencimiento lo puede llevar a dejar un
trabajo. Uno siempre negocia consigo mismo. Uno sabe hasta dónde tiene
ganas de arriesgar y hasta dónde de preservar. Es una cuestión personal:
si cumple con reglas que no siempre tiene ganas de cumplir o elige un
espacio en el que no tenga que cumplirlas. Depende de lo paciente que sea
cada uno. Yo me he pasado largas temporadas ganando mucho menos porque
prefería tratar de ganármelas con un trabajo que me gustaba más. Pero
hay que estar convencido de que hay otra cosa que uno quiere hacer.
En cualquiera de las opciones que uno tome lo que me parece que no vale es
echarle la culpa a los otros. Finalmente uno es el responsable de sus
decisiones, de lo que hace y de lo que no hace, de cuánto soporta y de cuánto
no soporta. Uno sabe que las condiciones en las que tiene que ganarse la
vida muchas veces no son las que uno querría, pero también sabe hasta dónde
quiere negociar y cuánto le importa. Puede ser muy legítimo que a uno no
le importe mucho escribir en primera persona, por ejemplo, pero si uno
decide que quiere hacerlo es su responsabilidad. En
eso y en cualquier otra cosa. Siempre se ha demostrado que los que han
querido han encontrado alguna manera más o menos trabajosa de sortear los
obstáculos, y eso supone levantarse dos horas antes o dormirse después o
no salir los sábados o ganar menos y aguantarse los problemas el fin de
mes.
Hay que buscársela. Y sobre todo hay que tener entusiasmo. Atreverse a
buscar, a querer. A uno puede no salirle lo que intenta, pero la
satisfacción de saber que lo ha intentado es mucho más que la resignación
de no intentarlo nunca. Creo que hay que probar. Seguir buscando y
buscando. De hecho elegimos una profesión que consiste en buscar, buscar
información, buscar vínculos, buscar interpretaciones, buscar formas de
entender el mundo. Ya que elegimos eso para el desarrollo de nuestro
trabajo, supongo que no nos va a resultar muy difícil elegirlo también
con respecto a las formas que le damos a nuestro trabajo. Pasamos el día
buscando información, comprensión, análisis, esclarecimiento. ¿Por qué
no buscar también formas nuevas de que eso termine en las manos del
lector? Es querer que las cosas se hagan un poco mejor. Vale la pena.
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