La
estructura
Ninguna historia me ha dicho cómo contarla. A mí
la historia no me habla. Eso me funciona por sobresaltos: este puede ser
un principio, tengo que organizar la estructura de tal manera. Cuando voy
por la calle pienso: lo central es la historia de fulano, con esa historia
voy a estructurar todo y lo demás lo meto alrededor. La idea de intuición
no exculpa del esfuerzo, el interés, el entusiasmo, la formación, la búsqueda.
No hay tal cosa como intuición en el sentido de iluminación externa. Son
procesos que dependen de lo que uno pueda haber hecho, de lo que uno pueda
haber acumulado, solo que no están conscientes.
Uno se enfrenta a una historia con un determinado prejuicio, con un juicio
previo. Al ir a un sitio uno va más o menos decidido de lo que va a
contar, pero hay que estar lo suficientemente abierto como para decir: no,
en realidad la historia no es esa, o es esa pero a través de otra vía
que le da una vuelta radical. Esto lo que exige es un examen constante de
qué es lo que uno está haciendo.
Si yo
estoy haciendo una crónica, a partir del momento en que empiezo el
trabajo de campo voy armando una estructura, o guión, como lo llamo.
Cuando ya tengo algunas cosas pienso: abro con tal, después viene tal,
después cual, en el medio me faltaría algo, ¿qué puede ser? Cada
noche, cada mañana, reviso mi estructura y veo qué de lo que ha ido
pasando la modificó y qué voy a necesitar para completar los agujeros
que se han creado. Pero siempre dispuesto a que pase algo que le dé
vuelta. Y en general pasa, es bueno que pase, uno no se encuentra
necesariamente el principio de su texto el primer día. La estructura no
solo permite saber qué se está haciendo y cómo, sino qué falta por
hacer.
Todo el tiempo hay que estar tratando de entender cuál es la historia que
se quiere contar, cual es la historia que va a completar, a redondear, a
darle sentido a lo que uno está haciendo. Es bueno acostumbrarse a
trabajar de esa manera, aun cuando no se tenga el tiempo largo para
sentarse a escribir. Ir editando en la cabeza, editando casi en el sentido
cinematográfico: lo que me va servir es esto, necesito hacer otra
pregunta, tengo que ir a ver a tal persona para que me hable de tal cosa.
De la misma manera uno puede ir armando en la cabeza la estructura de la
nota que va a hacer. Si uno va pensando qué es lo que tiene, qué debe
conseguir, cómo va a organizarlo, hay menos riesgo de que se escape algo.
Para estructurar un texto una posibilidad es buscar un hilo conductor
central e incrustar en ese hilo el resto de las cosas que uno quiere
contar. Por supuesto también se puede hacer un relato que respete la
cronología, o un relato que tenga que ver con el propio recorrido del
cronista. Hay muchas posibilidades. Lo importante es que la estructura
tenga orden. Si coexisten dos historias, por ejemplo, hay que tener claro
cuáles son y encontrar una estructura que permita dejárselo claro al
lector. Debe haber marcas que aclaren dónde estamos y por qué.
Siempre trato de pensar la estructura con cierta espacialidad. La tengo
que ver. Hay una composición casi pictórica en la forma en que uno
imagina un texto, hay unas simetrías, unas formas que se engranan, se
contraponen, se completan. Me gusta poder verlas, por eso mismo tiene que
tener esa calidad espacial.
Pensar lo que uno está contando en términos visuales es una buena
manera. Pensar las crónicas como una sucesión de imágenes cuya
distancia con lo mirado va a marcar la manera en que las cosas van a ser
contadas. Elegir los planos que se van a usar en cada momento. No quedarse
lejos mucho tiempo en planos generales sin mostrar nada que llame
particularmente la atención. El plano general sirve para usarlo por
momentos, para pasar rápido a un primer plano, a un plano medio, a un
plano americano, a un primerísimo plano.
Esa sensación visual es bien
significativa cuando uno está escribiendo una crónica. Qué uso de los
planos hacer, cuándo se pone qué plano. Tenemos el ojo bastante
acostumbrado por las películas. Se puede hacer el ejercicio de mirar dos
o tres películas que a uno le gusten, analizando qué planos va usando el
realizador en cada momento. De ahí uno aprende un poco sobre cómo
componer un texto.
Suelo mantener la idea de que en los textos haya como unidades más o
menos autónomas, conjuntos de párrafos que uno llama bloques (nombre no
muy feliz). Cada bloque debe tener su apertura, su desarrollo, su cierre,
sus nudos dramáticos, sus momentos de mayor intensidad, sus personajes.
Me gusta trabajar cada uno como una unidad en sí y a la vez ir viendo
cómo cada bloque se relaciona con el anterior y con el posterior. Es
interesante armar enganches por oposición, por causalidad, por
continuidad, entre el final de un bloque y el otro.
Algunas cosas dentro del texto merecen más énfasis que otras: hay que
darle ese énfasis para que la escritura no sea monocorde, que sus altos y
bajos correspondan a lo que uno esta tratando de contar en cada momento.
Manejar los cambios de intensidad. Darle más aliento a la información,
sin apretujarla. Buscar matices en la escritura. No contar demasiado
parecido cosas que no lo son. No contar las cosas como si fueran un
registro notarial. No son un registro: son un relato. De nuevo qué
opción tomamos: decir o poner en escena.
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