La
entrevista
La entrevista es un género injustamente maltratado
desde el punto de vista de la escritura. Es un género que ejercita mal
nuestro periodismo. En la entrevista la escritura renuncia a cualquiera de
sus atribuciones y lo único que hace es demostrar su inferioridad con
respecto a los demás canales: si uno ve una entrevista con fulano en
televisión, lo está escuchando, está viendo lo que hace y tiene una
serie de información sobre él; si la oye por radio escucha a fulano y
sus tonos, además de lo que dice. Pero si esa entrevista la lee en la
prensa, en el 98 por ciento de los casos va a leer solo el texto mal
transcrito de lo que fulano dice. Es el caso más claro en el cual la
escritura se presenta inferior a los otros medios.
Supongo que es así básicamente por pereza: un periodista va a hacer una
entrevista, pone el grabador, charla un rato y después transcribe ocho
preguntas y ocho respuestas. Me da la sensación de que es mucho decir que
eso es un periodista. Ha hecho el trabajo de tratar de pensar algunas
preguntas, también en la mayoría de los casos no ha pensado las
preguntas. Pero aún habiendo hecho todos los deberes –que para una
entrevista es leer todo lo que uno pueda sobre ese fulano y armar una
sucesión de preguntas que es de alguna manera un esqueleto de la nota que
se va a hacer– desaprovecha las posibilidades de la escritura.
En
nuestros medios hemos llegado a considerar entrevista a la transcripción
notarial de los fragmentos de un diálogo, con lo cual el periodista desde
el momento en que sale de la casa del entrevistado se transforma en un ser
inútil. Un periodista tendría que tener un poco más de orgullo y ser un
poco más que eso. Cuando uno va a hacer una entrevista tiene que ir con
el mismo espíritu de la crónica, del cazador, con la mirada que busca.
Una entrevista es un texto periodístico en el cual puede usarse todo tipo
de recursos, como en cualquier otro.
Debería estar prohibido hacer una entrevista sin tener un buen
cuestionario armado. Saber bien a dónde voy, intentar mostrarle al
entrevistado que no solo conozco lo que hace, sino mostrarle cierta
complicidad sobre todo si es entrevista escrita. Esto le abre espacio para
que cuente y seguro va a dar un resultado infinitamente mejor que cuando
uno va a pelearse con el entrevistado.
Me parece que lo que funciona mucho en una entrevista es callarse la boca.
No hay nada más efectivo para hacer hablar a alguien que callarse la
boca. No saltar rápidamente a la siguiente pregunta, sino quedarse
callado, esperando. El noventa por ciento de la gente habla y ahí es
cuando va a empezar a hablar sin saber qué va a decir. Ahí es cuando la
charla se vuelve una charla.
Hace
muchos años me divertía haciendo siempre una pregunta: ¿para qué sirve
lo que hace? Es extraña, descoloca a la persona. En las entrevistas trato
de preguntar por el poder. Es interesante también una entrevista cuando
de alguna manera consigue poner en escena las obsesiones del
entrevistador. Es lo que va hacer que esa entrevista no sea igual que las
otras cien mil que se publican.
En una entrevista la idea es ir mezclando diálogos con narración, tanto
como en una crónica. Esto le va a dar más riqueza. En el diálogo
importa la verosimilitud. Que sea verosímil como lenguaje del
entrevistado, como lenguaje del entrevistador, como parte de esa situación.
A veces cambiar el orden de las preguntas cambia el sentido,
si eso se produce yo no lo hago. Pero si no lo cambia y además contribuye
a mejorar el relato, a hacerlo más comprensible, fluido, no tengo
problema. Me gusta jugar con la mezcla de discurso indirecto y discurso
directo. Por un lado poner lo que dijo (discurso directo) y de repente
cortar y decir “y después siguió contándome que” (indirecto, uno
dice lo que el otro dijo).
Una entrevista es un relato para cuya producción uno tiene que ir y
hablar con alguien. Un relato donde hay dos personajes, el entrevistado y
el entrevistador. Hay un escenario, hay datos que forman el contexto. Como
una crónica, requiere encontrar una buena entrada, un buen final, regular
los tiempos, en un momento acelerar un poco, en otro hacerlo más lento
–si se quiere decir algo que exige más elaboración. Hacer uso de los
tres tiempos centrales que tiene el castellano.
Creo que todo lo que uno ve y oye es material periodístico. El off the
record no termina de convencerme. Me parece que es otra expresión del
contubernio entre sectores de poder, políticos y periodísticos. A mí no
me interesa mucho el periodismo que tenga que ver con gente que pueda
desmentirme. Me interesa contar las historias de los que no salen
normalmente en los diarios.
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