Tocó
y tocó el timbre hasta que creyó que toda la cuadra se levantaría
a putearlo. Miró el reloj por cuarta vez: las tres y media.
Estaba a punto de levantar el bolsito de la vereda cuando escuchó
la llave de la luz de la entrada y se atrevió a soltar el aire.
La lucecita roja del portero-visor se encendió pero la pantallita
no.
-
Alicia, soy yo.- murmuró.
La
puerta se abrió sin ruido y una Alicia despeinada y somnolienta
le franqueó el paso, arrebujada en la bata bordó del marido.
Compagnucci se sintió en falta.
-
Qué hiciste...-
-
Cagadas... Me echaron a patadas en el culo.- se encogió de
hombros, con voz de que se le había encogido el alma. Alicia
sacudió la cabeza para sacudirse el sueño de encima y se acomodó
el pelo con la mano, camino de la cocina.
-
¿Comiste? -
La
pregunta le llenó el corazón de alas de mariposa.
-
Sí, no te calentés.-
-
¿Te hago un café con leche? -
-
No, no. Andá a la cama que yo me arreglo...-
Todavía
sostenía el bolso: se sintió un boludo a la enésima potencia.
Alicia se volvió a medias mientras desenroscaba la cafetera
napolitana y la llenaba de agua. Sin darle cinco de pelota a sus
protestas, abrió la heladera y sacó leche, manteca y el dulce de
naranjas con cascaritas. Se le hizo un nudo en la garganta:
siempre se acuerda y me lo compra. Al Gugli le gusta el dulce de
membrillo y los pibes comen dulce de leche.
Mientras
esperaban el blup-blup del café, ella untó dos medias flautitas
con manteca y dulce. Sirvió el café no sin salpicarse, como era
de rigor, lo mismo que la puteada, le ofreció uno y se sentó
enfrente de él.
-
Contáme.- dijo al tiempo que se echaba un chorrito de leche en su
taza.
-
Qué se yo. Soy un forro. - mandó un trago caliente y dulce al
garguero - Claudia , bueno, vos la conocés...- despegó los ojos
de la taza: vos las conociste a todas, Alicia. Bajó los ojos y
siguió - ella es re-familiera, que los viejos, los primos, que
las hermanas están todas casadas... y ella quiere... quiere tener
un pibe... antes de que se le haga tarde... -
Mojó
el pan en el café con leche y se lo devoró a conciencia, sin
dejar escapar ni una gotita. Alicia no decía ni mu, pero lo
miraba serena.
-
Yo le dije...- tragó un sorbo - ... que necesitaba tiempo, viste,
quería parar un poco la pelota, - curvó la boca hacia abajo - y
pensar, porque es una decisión... fundamental. No sé, un pibe,
casarme...-
Alicia
se recostó contra la silla.
-
¿Y eso, cuándo fue? -
-
Hace como dos meses...-
-
Y hoy...-
-
Se me vencía el plazo. - frunció la boca mientras masticaba la
otra media flautita. Ella meneó la cabeza. Manoteó el frasco de
dulce y se comió dos o tres cucharadas al hilo. El pulso de
glucosa le dio coraje.
-
Me sacó tarjeta roja. Sos un pendejo, me dijo. Un inmaduro, un
lisiado emocional incapaz de aceptar un compromiso. Claro, ella es
psicóloga y yo soy ingeniero. Me pegó una lustrada que ni te
cuento.- ni se dio cuenta de que hablaba a borbotones - Me dijo
que el donjuanismo esconde homosexualidad latente... ¿Qué me
quiso decir, que soy puto porque no me quiero casar? - comió dos
o tres cucharadas más sin respirar.
-
Te pescó en una grosa...- comentó Alicia en tono llano, sacándole
el tarro de dulce de entre las manos. Compagnucci meneó la cabeza
tratando de contemporizar lo incontemporizable.
-
Una canita al aire, Ali, dale, a cualquier hombre se le
perdona...-
-
¿Cuántas veces te perdonó? -
Penal,
macho. Te van a hacer el gol. Alicia insistió en tono suave.
-
¿Cuánto hace que la venís bicicleteando? Desde que me acuerdo -
le agarró la mano entre las suyas, suavecitas y tibias de estar
metidas dentro de las mangas de la bata bordó - No te enojes: sabés
que te quiero mucho. Y porque te quiero, te aporreo, diría mi
madre. Te esperó toda la vida...-
-
Yo no se lo pedí - retrucó caprichoso.
-
¿No? ¿No lo hiciste cada vez que volvías derrotado, a jurarle
que esta vez sí me dejo de joder? Largó al otro a dos meses del
casorio...-
-
Si lo largó fue porque no lo quería...-
-
O porque te quería demasiado.-
-
Mirá, Alicia ...- estaba buscando un argumento cuando ella se
levantó de la silla. - ¿Qué pasa? - miró preocupado por encima
del hombro.
-
Voy a pasar a Tiziano a mi cama. Acostate en el cuarto de él.-
-
Ali...-
-
Si tenés ropa sucia, dejásela mañana a Serafina.-
-
Ali...-
-
Hasta mañana.- Se inclinó hacia él para darle un beso maternal
en la frente y se fue a buscar al más chico.
Se
tiró en la cama que le quedaba corta y encendió un faso. La cara
que va a poner mi socio mañana cuando me vea. No habría
reproches. Sólo el abrazo sentido y las palmadas
comprensivas del congénere de sexo. Tanto quilombo por un
tirito, che. Fumó como un escuerzo hasta las cinco y se durmió
como pudo.
Cuando
Compagnucci bajó a desayunar, el comedor diario era el habitual
despelote matutino. Los dos mayores se atragantaban con café con
leche y galletitas mientras Tiziano chillaba que el Nesquik se le
había llenado de nata. No seas maricón, enano, se rió Juan
Pablo y el enano le pateó los tobillos en un foul inmejorable.
Pará boludo que duele, mamá Juanpi me carga, terminenlá mocosos
de mierda, dale forro, que
vos andás hecho un zombie porque Jimena no te da ni la hora,
Willy tiene novia, Willy tiene novia, por favor todos los días lo
mismo, má dame plata, a mí también, qué se creen que la plata
crece de los árboles, má tengo que comprar un mapa, porqué no
te acordaste ayer, comprate
el mapa y por favor cuidá el vuelto, má, quiero llevar un
alfajor y gracias al Cielo llegó el micro y levantó a los dos más
chicos y Willy rumbeó con sus penas del corazón hacia el
industrial. Chau, tío, ¿te quedás esta noche? El equipito juega
un amistoso. Los pendex están acostumbrados a sus periódicas
vacaciones forzadas en casa de los Guglielminpietro. Alicia se
sentó a tomarse el café cortado mientras el Gugli lee el diario
en medio del maremagnum doméstico con indiferencia de Buda.
Alicia le saca el mechón rebelde de la frente con un gesto cariñoso.
-
Gordita, ¿no me untás unas tostaditas? -
-
Mami, ¿hay otro poco de café? ¿Negro, querés más café?-
Alicia
va y viene entre la cocina y el comedor diario mientras termina de
vestirse y maquillarse. Cómo carajo hace para estar espléndida a
esta hora de la mañana.
-
¿Leíste el diario? - pregunta Guglielminpietro con la boca llena
- Pero mirá si serán hijos de puta...- le muestra la noticia y
Compagnucci aprovecha y le sustrae el suplemento deportivo.
El
perfume suave le dice que Alicia ya se va para el consultorio. Lo
besa levemente en la mejilla - ¿dejáste la ropa para lavar? - y
después acaricia la boca de su marido con la suya. Gugli levanta
la cabeza, susurra un "estás muy linda" y cuando Alicia
enfila para la puerta le toca subrepticiamente el culo. Ella
vuelve la cabeza y los dos se miran cómplices.
Compagnucci
está parapetado detrás del suplemento deportivo pero lo mismo
los ve. Hace veinte años que el Gugli se coge a la misma mina y
todavía tiene ganas de tocarle el culo.
Y
de repente una sensación extraña le aprieta el pecho y se siente
un extraño en la casa de su amigo de toda la vida, su socio, su
mitad, su otra cara. Esa casa llena de pibes hinchapelotas y
de amigos idem anterior de los pibes, de llamados telefónicos
a cualquier horario y de duración variada entre una y cuatro
horas, dependiendo de la calentura de Willy por la agraciada de
turno; esa casa donde cuando la comida no es casera es porque hay
pizza que trajo él, el tío solterón y piola, el tío canchero
que se las sabe todas, al que el mayor le pide consejos a
escondidas del padre; si a tu viejo yo lo llevé a debutar, que si
no... le mintió a medias a Willy y los ojos le brillan al pendex.
Esos pendex que lo admiran por sus anécdotas del industrial, la
colimba y el fútbol y que lo esperan los domingos a la noche,
llueva, truene o haya terremoto, para ver juntos los partidos.
Alicia que le conoce todas las novias, todas las amantes, todos
los fatos y que le prepara sandwiches de milanesa o café con
leche, dependiendo de la hora en que la de turno lo haya echado a
patadas de la casa. Alicia,
a la que veinte años más lo único que le hicieron fue volverla
más linda, más dulce, más mujer, torneada por las manos del
Gugli, que sigue tocándole el culo como en la secundaria. Alicia
a la que él destina los mismos besos que destina a todas las
mujeres intocables de su vida: la vieja, su hermana, las mujeres
de esos tíos que en su adolescencia le enseñaron a correr, pero
que se olvidaron de enseñarle cómo había que parar. Alicia.
Compagnucci
no sabe porqué pero se atraganta con el humo y se le llenan los
ojos de lágrimas.
-
¿Cuándo vas a largar el faso, pelotudo? Vas a reventar como un
sapo - sentencia Guglielminpietro al tiempo que dobla el diario.
-
Tengo que dejar...- Compagnucci asiente apesadumbrado.
-
Vamos que tenemos reunión con los de la licitación a las diez.-
recuerda el Gugli mientras se pone el saco. De pronto, reacciona:
al Negro le pasa algo.- ¿Qué tenés? - arrima una silla y se
sienta.- ¿Qué pasó anoche? ¿Fue muy fuerte?-
No
fue anoche, fue esta mañana, pero no se lo dice. Asiente en
silencio y Guglielminpietro lo mira preocupado y le pasa un brazo
protector por los hombros.
-
Se va a arreglar, vas a ver. Claudia siempre te perdona.- le
palmea la cara - ¿Querés quedarte durmiendo?
Voy solo, no pasa nada.-
-
No. Vamos.-
-
¿Seguro? -
-
A Seguro se lo llevaron preso.-
-
Dale, gil de goma.-
-
Vamos. Me siento en vena negociadora: los vamos a hacer firmar a
esos rompebolas.-
-
Ya que estás, podrías negociar la rendición con Claudia. Digo,
qué se yo.- manda Gugli en una maniobra intervencionista. - Se
arreglan y salimos los cuatro.-
Mientras
se suben al auto del Gugli, a Compagnucci una punzadita de dolor
le recorre el alma.
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