HOMENAJE A JULIO CORTÁZAR
EN
EL 20º ANIVERSARIO DE SU MUERTE
Julio Cortázar
Un gotán para Cortázar, por
Enrique Fliess
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A
medida que pasaron los años y el exilio voluntario se transformó
en permanencia obligada,
la nostalgia empezó a tayar fuerte, y aquel tango querido
pero no aceptado terminó siendo gotán.
Julio Cortázar se reconcilió definitivamente con el
suburbio y el centro,
y también (¿porqué no?) con la orquesta del colorado De
Angelis
que cantaba ad infinitum al Taladro banfileño.
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A
Julio le gustaba el tango, de eso no cabe duda. Tuvo, si, la
ambivalencia típica de los intelectuales frente a los fenómenos
de la cultura popular. Es decir. El tango lo atraía, pero como no
estaba del todo bien había que disimularlo o exagerar su costado
grotesco.
A
medida que pasaron los años y el exilio voluntario se transformó
en permanencia obligada, la nostalgia empezó a tayar fuerte, y
aquel tango querido pero no aceptado terminó siendo gotán. Julio
se reconcilió definitivamente con el suburbio y el centro, y
también (¿porqué no?) con la orquesta del colorado De Angelis
que cantaba ad infinitum al Taladro banfileño.
En el Santa Fe Palace
Marcelo Hardoy, el "abogado que
estudia los signos de lo popular como un entomólogo estudia
bichos" y Mauro, el puestero del Mercado de Abasto
reencuentran a través del tango al fantasma de Celina, la misma
que cambiara su destino de milonguera por el más prosaico de
mujer del feriante.
Es
cierto que la visión de Marcelo (que asume el papel de relator) y
la de Julio Cortázar (su creador) es muy parecida a la de un
entomólogo, como dice acertadamente Dos Santos. También lo es
que la mención a "mocovíes" y "javaneses"
trasunta un racismo gratuito, y sin ella el cuento no perdería un
ápice de calidad literaria. Pero creo que, para ver que pasó de
ahí en más con Julio y el dos por cuatro, Las puertas del
cielo es un buen punto de partida.
Hay un distanciamiento
muy claro con dos objetos de amor-odio: el tango y los cabecitas
negras sustentadores del régimen peronista. Hay también
referencias al Racing Club: "un baile
en Racing"... "una noche de nebiolo y Racing cuatro a
uno". No en vano aquel Racing tricampeón entre el 49
y el 51, que gozó del favoritismo oficial hasta el punto de ser
bautizado Sportivo Cereijo en alusión al Ministro de Hacienda, fue
considerado un símbolo exitoso de la primera época del
peronismo. Cortázar (intelectual de clase media, "joven
liberal antiperonista, bastante exquisito", como él
mismo dirá a posteriori) hace entonces una síntesis previsible:
peronista = tanguero = hincha de Racing.
Toda síntesis apresurada
puede encerrar una falacia, y ésta no escapa a las generales de
la ley. Vaya un botón como muestra. La
Enramada está bien descripta, pero falta un detalle. Tanto
a fin de los años cuarenta como en los cincuenta, el tango
ocupaba un lugar allí, es cierto, pero en todo caso secundario.
Se escuchaba y bailaba música del litoral, principalmente chamamé,
y era centro de reunión de correntinos, chaqueños o
santafesinos. Los porteños (todavía tangueros) solían bailar en
otros lugares. (Por ejemplo, en el Palermo
Palace).
Hay un distanciamiento
muy claro con dos objetos de amor-odio: el tango y los cabecitas
negras sustentadores del régimen peronista. Hay también
referencias al Racing Club: "un baile
en Racing"... "una noche de nebiolo y Racing cuatro a
uno". No en vano aquel Racing tricampeón entre el 49
y el 51, que gozó del favoritismo oficial hasta el punto de ser
bautizado Sportivo Cereijo en alusión al Ministro de Hacienda, fué
considerado un símbolo exitoso de la primera época del
peronismo. Cortázar (intelectual de clase media, "joven
liberal antiperonista, bastante exquisito", como él
mismo dirá a posteriori) hace entonces una síntesis previsible:
peronista = tanguero = hincha de Racing.
Toda
síntesis apresurada puede encerrar una falacia, y esta no escapa
a las generales de la ley. Vaya un botón como muestra. La
Enramada
está bien descripta, pero falta un detalle. Tanto a fin de los años
cuarenta como en los cincuenta, el tango ocupaba un lugar allí,
es cierto, pero en todo caso secundario. Se escuchaba y bailaba música
del litoral, principalmente chamamé, y era centro de reunión de
correntinos, chaqueños o santafesinos. Los porteños (todavía
tangueros) solían bailar en otros lugares. (Por ejemplo, en el Palermo
Palace).
Una última referencia a Las puertas del cielo. Más
allá de lo explícito (bailongos, menciones a orquestas,
descripción grotesca de personajes) el tango está
evidentemente en el meollo de la historia. Por ejemplo, la
relación Mauro-Celina es la contracara de un clásico
como Chorra (E. S. Discépolo). Veamos sino. El protagonista del tango de Discépolo
refiere en su queja que "...en
seis meses me afanaste el mercadito / el puestito de la
feria, la ganchera, el mostrador" y termina confesando que "... ahora tanto me asusta una mina / que si en la
calle me afila / me pongo al lao de un botón". Igualmente laburante, Mauro conoce a Celina en una
milonga, como presumiblemente le ocurrió al carnicero
deslumbrado por la hija del "profesor de cachiporra,
malandrín y estafador", pero las consecuencias son distintas. Cortázar cuenta una historia de
amor sublimada por el tango y la muerte. Discépolo, la
estafa simple y llana, con su previsible secuela de
desconfianza y la posterior condena a la parcela femenina
del género humano. |
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Dejemos aquí al Cortázar de Bestiario
en aquel año que el Taladro hubo de ser campeón pero no fue.
Avancemos en el tiempo, para poder empezar por el principio, como
decía don Juan Garrone cuando había que contar fichas para la
interna. La propuesta es asomarnos a las primeras novelas de Cortázar:
Los Premios (1960) y Rayuela
(1963), y después, porqué no, echar una ojeada a lo que a mi
entender es la muestra más cabal de la veta tanguera de Julio (o
quizas de la veta cortazariana del tango): Un
gotán para Lautrec, el texto dedicado al paticorto
pintor parisino que "...no vino nunca
a la Argentina, qué iba a venir".
Los
Premios data de 1960 pero se refiere inequívocamente a lugares y costumbres de
los primeros años cincuenta. Su autor dice al final del libro: "...esta novela fue comenzada
con la esperanza de alzar una especie de biombo que me aislara lo
más posible de la afabilidad que aquejaba a los pasajeros de
tercera clase del Claude Bernard (ida) y del Conte Grande
(vuelta)...". Otra vez el distanciamiento. Aunque en este caso
el desarrollo del argumento le juega una mala pasada, que él
mismo reconoce: "...quién me iba a decir que
el Pelusa, que no era demasiado simpático, se agrandaría tanto
al final". El Pelusa (Atilio Presutti
para el padrón electoral) es el pretexto para introducir el tango
en Los Premios. Recordemos la escena. Los
ganadores del sorteo cuyo premio es un misterioso viaje por mar a
bordo del S.S. Malcolm se concentran en el viejo London de Perú y Avenida. No se conocen entre ellos, se
relojean de mesa a mesa. El Pelusa, su novia la Nelly, doña Pepa
Presutti, el Rusito, están un poco incómodos en ese "... café para pitucos, con esas sillas de
ministro, y los mozos que ponían cara de resfriados apenas se les
pedía un medio litro bien tiré con poca espuma".
"Solemnes, brillante el pelo,
impecables los trajes a cuadros, los bandoneonistas de la típica
de Asdrúbal Cresida se abrían paso entre las mesas cada vez más
concurridas. Tras de ellos entró un joven vestido de gris perla y
camisa negra que sujetaba su corbata color crema con un alfiler en
forma de escudo futbolístico" ... "el conocido intérprete
Humberto Roland llegó a la mesa y dio efusivamente la mano a todo
el mundo, salvo a su madre".
El relato puntualiza en tono irónico el contraste entre el
sector representado por el Pelusa y su familia (tanguero,
futbolero, clase media baja) y el resto de la concurrencia
(profesionales, clase media acomodada con veleidades
intelectuales). La visión es claramente la de este último
sector: "...hay casi una perfección
en la forma que actúan dentro de sus posibilidades, sin la menor
sospecha de que el mundo sigue más allá del tango y de
Racing.".
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Humberto
Roland comienza su actuación. "En
despedida a mi querido hermano y su simpática novia les
voy a cantar el tango de Visca y Cadícamo Muñeca
Brava" ... "los bandoneones culebrearon la
introducción y Humberto Roland, luego de colocar la mano
izquierda en el bolsillo del pantalón y proyectar la
derecha al aire cantó:
" Che madam que parlás en
francés
y tirás ventolín a dos manos,
que cenás con champán bien frapé
y en el tango enredás tu ilusión...
....................................................
Tenés un camba que te acamala
y veinte abriles que son diqueros
...................................................
Te llaman todos muñeca brava
Porque a los giles mareas sin
grupo"
....................................................
"...Humberto Roland llegaba
al desenlace melancólico de tanta gloria porteña:
Pa mi sos siempre la que no supo
Guardar un cacho de amor y juventú..." |
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La descripción de los personajes, especialmente la del vocalista, apunta
al arquetipo popularizado por las orquestas típicas de la década
del cuarenta. Hay exageración en los trazos, pero indudablemente "Humberto Roland" se inscribe en un estilo de cantor de tangos que fácilmente
se identifica con Alberto Castillo. Refuerza esta suposición el
tango elegido por Cortázar para la escena descripta: Muñeca Brava de Visca y Cadícamo, que
fuera un éxito del binomio Tanturi-Castillo (Orquesta Ricardo Tanturi con Alberto Castillo, RCA
Victor, 1942). Pero hay algo más. Los
fragmentos que se reproducen no pertenecen a la letra original de
Cadícamo que grabara Gardel (Carlos
Gardel con acompañamiento de guitarras, Nacional-Odeón, 1929) ni a la versión expurgada
de Tanturi-Castillo. Repiten en cambio casi textualmente los
versos que canta Castillo años después como solista (Alberto Castillo con la orquesta de Alberto Condercuri;
Odeón, 1951).
Cortázar cita de memoria, esto es evidente, y desliza una
pequeña modificación: "tenés un
camba que te acamala" por "tenés
un camba que te hace gustos" (Gardel, 1929; Castillo,
1951) o "tenés amigos que te hacen
gustos" (Tanturi-Castillo, 1942). No descarto que algún
vocalista haya usado alguna vez el verbo acamalar
en este tango, pero nunca lo ví escrito ni lo escuché grabado.
Por lo tanto, salvo mejor opinión, le adjudico el cambio a Julio.
Hasta aquí
Los Premios. Cuatro años después Cortázar
publica Rayuela, la novela que lo proyecta
al reconocimiento público, y que de una u otra manera marcó a
una generación de lectores. Era la época en que Robbe-Grillet
hacía furor entre ciertos círculos eruditos. Lawrence Durrell
proponía en su Cuarteto de Alejandría una especie de juego con el tiempo y el espacio,
donde cada lector podía armar su propia historia con Justine,
Nessim, Darley o Pursewarden como personajes. Lo que a Durrell le
costó cuatro tomos, Cortázar lo resolvió en un solo libro y sus
múltiples lecturas, incluida la travesura del tablero de dirección.
La presencia del tango en Rayuela
es más difusa que en Los Premios.
Se lo percibe como fondo latente en la segunda parte del libro (Del
lado de acá) y se manifiesta sobre todo en la descripción
de la geografía porteña (Almagro, Villa Crespo, Villa del
Parque) y en la caracterización de los personajes. Hay por cierto
algunas referencias puntuales a temas y letras, a las que me
referiré más adelante. Me interesa antes remarcar un hecho
interesante: la presencia de la música (o más bien del hecho de
escuchar música) en todo el desarrollo de la novela.
Rayuela se divide en tres partes:
Del lado de allá, Del lado de acá
y De otros lados.
La tercera puede intercalarse con las dos primeras, permitiendo
lecturas diversas, ya que como dice Cortázar: "A
su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos
libros".
Léase
como se lea, hay una clara división geográfica. Una parte de la
novela transcurre en París, la otra en Buenos Aires.
En medio de las andanzas parisinas de Oliveira y La Maga apenas aparece un tango.
Cosa curiosa, porque la música es mencionada reiteradamente. La
Maga pretende ser cantante lírica, y los lieders y arias operísticas
se entreveran con referencias a Schoemberg y Rachmaninoff. (Ver si
no el desopilante concierto de Berthe Trepat, obra maestra del
absurdo). El jazz, otra de las reconocidas pasiones de Cortázar
copa la banca, y una discada nocturna le permite solazarse
recordando a Satchmo y Bix Beiderbecke, a Oscar Peterson y Jelly
Roll Morton a lo largo de nueve capítulos. Pero de tango, muy
poco. Apenas una cita distraída de Flor de Fango y la guiñada cómplice de bautizar
Lucía a La Maga, y hacerla nacer en un conventillo montevideano
del Cerro. Es inevitable pensar en La
uruguayita Lucía, aquel viejo tango de Pereyra y López
Barreto, pero eso es todo.
La cosa cambia al desembarcar Oliveira en Buenos Aires. Una atmósfera
tanguera envuelve el relato que transcurre entre pensiones de
barrio, un circo y una clínica psiquiátrica.
Manolo Traveler, un amigo de la juventud de la Oliveira
monopoliza el costado tanguero de Rayuela. Vuelta a vuelta ..."templaba
su horrible guitarra de Casa América y empezaba con los
tangos". En el patio de la pensión Sobrales, mientras
Gekrepten le ganaba mano tras mano de escoba de quince a Oliveira
y la señora de Gutusso, cantaba Cotorrita
de la suerte, y aunque "la
calle Cachimayo estaba ruidosa al caer la noche ... no se oía más
que la voz de Traveler que llegaba a la parte de la obrerita
juguetona y pizpireta / la que diera a la casita su alegría ...
la cotorrita de la suerte (que augura la vida o muerte) había
sacado un papelito rosa: un novio, larga vida. Lo que no impedía
que la voz de Traveler se ahuecara para describir la rápida
enfermedad de la heroína y la tarde que moría tristemente /
preguntando a su mamita ¿no llegó? Trran.".
A continuación Traveler cantará "...para
complacer a la señora, si don Crespo no se opone, Malevaje,
tangacho de Juan de Dios Filiberto". Tras cartón
viene a cuento la confesión de Ivonne Guitry, inserta en una apócrifa
antología gardeliana, propiedad de la señora de Gutusso. Leyéndola
uno se entera del periplo de una aristócrata húngara que deviene
en milonguera rioplatense, fascinada por "...un
muchacho más bien delgado, un tanto moreno, de dientes blancos, a
quien las bellas de París colmaban de atenciones ... sus tangos
llorones, que cantaba con toda el alma, capturaban al público sin
saberse porqué. Sus canciones de entonces - Caminito,
La chacarera, Aquel tapado de armiño, Queja indiana, Entre sueños
- no eran tangos modernos sino canciones de la vieja Argentina, el
alma pura del gaucho de las pampas."
Hermana entera de la otra Ivonne, aquella que entre tango y
mate fuera alzada de París, la Guitry también conoció Palermo y
la calle Florida, aunque su destino ulterior se ignora.
En Bestiario, el tango y sus
personajes son mirados a través de un microscopio. En Los
premios la distancia se mantiene, aunque el Pelusa termina
resultando simpático. En Rayuela
todo está más cerca. Oliveira (Jazz, música clásica, tango a
regañadientes) es el Cortázar anclado en París. Traveler, su
alter ego, vendría a ser el Cortázar que se quedó pegado a
Banfield y Villa del Parque. Lo ajeno se transforma en propio, y
si hay ironía, esta es resueltamente cariñosa y está teñida de
nostalgia. No en vano todos los tangos que se mencionan pertenecen
a la década del veinte, en todo caso a principios de los treinta,
cuando Julio transcurría su infancia y adolescencia.
Llegamos así a Un
gotán para Lautrec. Este texto está especialmente escrito para un álbum de Hermenegildo Sábat
dedicado a Henri de Tolouse-Lautrec, y data de los años
ochenta. Aquí Cortázar deja de lado cualquier reparo
culturoso y se zambulle con alma y vida en el tango. A
partir de un cuadro célebre de Toulouse-Lautrec, Le salon de la rue des Moulins que inmortaliza a una
pupila de la casa, Julio imagina la posible llegada de
Mireille (la modelo) a estas playas, y su transformación
en Mireya. Comenzando con Tiempos viejos de Canaro y Romero,
inevitable arranque para hablar de la rubia Mireya (Te acordás hermano / qué linda que era / se formaba
rueda / pa' verla bailar) un verdadero aluvión de tangos inunda el relato, que cuenta las
venturas y desventuras de las francesas en el Río de la
Plata, y como contracara, los avatares de argentinos y
uruguayos en París. |
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Tiempos viejos, Flor de fango, Palais de
Glace, Griseta, Madame Ivonne, Ivette, Margot, Mano a mano,
Margarita Gauthier, Aquel tapado de armiño, Cuartito azul, Muñeca
brava, Anclao en París, Tango Porteño, La que murió en París,
desfilan a través de una historia irreal pero posible, enhebrados
por la prosa de Julio. Algunos en forma fragmentaria. Griseta
y Margarita Gauthier enteros, "porque
así lo canta mi corazón", Cortázar dixit.
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Pero esto no es todo. Más allá de la historia de
Mireille-Mireya y sus émulas francófonas, que formaron "...las legiones de muchachas promovidas, literal o
figurativamente a una gloria póstuma, por tangos casi
siempre hermosos, casi siempre perdurables", Julio juega a silbar otros tangos, por puro capricho. Aparecen entonces
El ciruja,
Flores negras, Malevaje y Mi noche
triste. "Por detrás están las
palabras, el lunfardo afilado y amargo, la poesía buena o
mala, pero siempre nuestra, y cada tanto asoma un tango
que me junta mis dos mundos, que me mezcla el centro porteño
con el Barrio Latino o Montparnasse". |
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No falta por supuesto la travesura. Sobre el cierre aparece "...un
muchacho muy joven y buen mozo" que "en
el último escalón de la mishiadura" busca a un
funcionario del consulado argentino en París para ser repatriado.
"Compadrón, iluso, ignorante"
el muchacho había viajado a París porque los amigos se lo
aconsejaron. "Esto a vos te va
quedando chico: morocho, de ojos verdes, en cambio en París vas a
hacer roncha, te lo decimos nosotros". Cortázar
cuenta la anécdota, pero no menciona el tango. ¿No lo conocía?
Difícil. A lo mejor se olvidó, pero ... Qué
hacés en Buenos Aires / no seas otario / amurá esa milonga del
Tabarís / Con tres cortes de tango sos millonario / morocho y
argentino: rey de París. (Araca París de Ramón Collazo y Carlos
César Lenzi, grabado por Gardel en 1928).
Entre Bestiario y Un
gotán para Lautrec pasaron los años, terribles, malvados.
También ocurrieron muchas cosas, la Revolución Cubana entre
otras. El cronopio abandonó su torre de marfil y se entreveró
con la realidad. El exiliado voluntario que rechazaba (como tantos
otros) la obligatoriedad de mentar al Libertador General San Martín
en 1950, se encontró treinta años después conque "...silbar
viejos tangos centrados en melancólicos destinos de ida o de
venida es una de mis muchas maneras de seguir estando en Buenos
Aires, sobre todo ahora que ya no puedo volver, y que por razones
nada tangueras pero igualmente tristes me siento amurado en una de
las dos puntas del ovillo, en uno de los dos inmensos espejos
donde siempre se jugó el vaivén de mi corazón".
Quizás esa fue la razón por la que por entonces escribió las
letras de Trottoirs de Buenos Aires,
musicalizadas por Edgardo Cantón, o, más particularmente Canción
sin verano, poema al que el Tata Cedrón le puso música de
tango. (J. Cedrón, Trottoirs de Buenos
Aires, Polydor, 1980; J. Cedrón, Canción sin verano, Circe,
1982).
Entre el Marcelo que describe a los habitués del Santa
Fe Palace como si se refiriera a los cobayos de un
laboratorio, y el Julio Cortázar de carne y hueso que garabatea
papelitos a medida que la memoria le "...larga
tangos como perros flacos..." hay un largo recorrido,
el mismo que separa el rechazo del amor. Pero en todo momento el
tango está presente. Hacía falta un fondo de fueyes para llegar
a buen puerto, ya sea que se hable de argentinos en París y
francesitas en Buenos Aires, de bailongos en Plaza Italia o
caminatas metafísicas por la orilla del Sena, de utopías
liberadoras en el Caribe o de años de plomo en el Río de la
Plata. Porque como decía Cortázar, "todo
eso que la historia no se hubiera dignado recoger, porque la
historia está demasiado ocupada en registrar los hechos que
considera importantes y que no siempre lo son, el tango porteño
lo atesora poco a poco y nos lo vuelve puro presente, nos muestra
una parte de lo que somos, para bien y para mal."
Y como ya es tarde: ¿que tal si nos vamos a apoliyar, che
Julio?
Bibliografía Citada
CORTAZAR Julio - Bestiario, Ed. Sudamericana,
Buenos Aires, 1951
CORTAZAR Julio - Los premios, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1960
CORTAZAR Julio - Rayuela, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1964
CORTAZAR Julio - Un gotán para Lautrec, Hispamerica, Barcelona,
1980
DOS SANTOS Estela - El tango en Las puertas del cielo, de Julio
Cortázar
© ArgenTango, Bolonia Italia, agosto 2002
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