El
escritor barcelonés Manuel Vázquez Montalbán, ganador del
Premio Nacional de las Letras de España en 1995, comparte su pasión
por la literatura con el constante análisis de la cultura en la
que vive. Padre de célebres criaturas de ficción como el
detective Pepe Carvalho, también abordó la poesía y el ensayo
con trabajos ineludibles como el Manifiesto subnormal (1970). De
visita en la Argentina para presentar su nueva novela, Erec y
Enide, dialogó con Acción y ofreció su descarnada visión de la
cultura del último tramo del siglo XX y el nuevo milenio.
–Aún se sigue hablando de la muerte de las ideologías. ¿Cree
que es posible que las ideologías desaparezcan?
–La muerte de las ideologías empezó a decretarse hace muchísimo
tiempo. También hay como una tentación periódica que reaparece
de matar la novela. Ha habido como siete decretos: matar a las
ideologías, a la novela, a la burguesía... Luego resulta que son
cadáveres que tienen una excelente salud: cambian de nombre, se
hacen una cirugía estética, pero reaparecen y es evidente que el
decreto de la muerte de las ideologías es una ideología. Una de
las ofensivas culturales más fuertes que ha tenido la derecha en
los últimos tiempos es la destrucción de cualquier posibilidad
de marcar distancias críticas con el mundo, intentando
desacreditar una cultura de la resistencia, una cultura crítica,
y tratando de que la gente asumiera un principio fatalista de que
las cosas son como son y que no vale la pena cambiarlas.
–¿Qué piensa cuando ve a un chico con una imagen del Che
Guevara estampada en su ropa como un elemento decorativo de
consumo?
–Diría que trata de enviar una señal. Y es una señal de
conexión con un mito que para él tiene una carga sobre todo romántica.
No creo que ni siquiera haya una proyección ideológica explícita,
suponte: "Este hombre murió, se sacrificó por conseguir
mejorar el mundo y por eso merece mi respeto". Y no va más
allá, en general.
–¿Qué papel cumplen los medios en la globalización?
–Fundamental, porque de hecho hay una organización de los
medios. Claro que no es absoluta y que puede haber matices. Pero
primero, la tendencia a la concentración de los medios de
comunicación se ha acentuado; los controles sobre las
herramientas como los satélites también se han concentrado; y el
uso político y propagandístico que se está haciendo de eso es
absoluto. Se ofrecen programas de vida, de formas de conductas
que, o las aceptas y las haces tuyas, o eres un fracasado. Y eso
está acentuando el fatalismo y la división del mundo entre
ganadores y perdedores. Aquel que puede identificarse con el
prototipo del vencedor que aparece en los anuncios de publicidad
con el perfil de los norteamericanos lo tiene bien; el que no pudo
identificarse con eso y busca una respuesta, en general la
respuesta es que se lo merece porque otros sí que lo han
conseguido. Y el papel de los medios creando un discurso único y
un pensamiento único o tratando de crearlo, es importante.
–¿Existen mecanismos de defensa para esto?
–Yo temí por un momento, en los años 90, que tuvieran éxito
total, pero se ha visto una capacidad de reacción de la gente que
ha utilizado redes informativas alternativas: Internet ha cumplido
una función positiva en ese sentido, ha servido para cultivar
movimientos críticos, ayudarlos a organizarse, movilizarse, aún
en movimientos como el zapatismo.
–¿Cómo reaccionó el pueblo español cuando Aznar se alió
con Bush y Blair en contra de Irak?
–Un 91 por ciento estuvo en contra de la guerra. Las
manifestaciones han sido las más espectaculares que yo he visto
desde el final de la dictadura. El rechazo de esta guerra, como
una clarísima guerra de anexión económica y estratégica,
disfrazada de lucha contra el terrorismo y todo eso, la gente no
se lo tragó. Y la propia gente se convirtió en el medio de
comunicación alternativo y llegó un momento en que ni siquiera
los medios tenían valor de secundar este discurso. Otra cosa que
ayudó fue el divorcio dentro de la sociedad del bando vencedor,
puesto que ni alemanes ni franceses fueron para allá y la ONU no
acabó comprometida, por lo cual quedaron un poco con el culo al
aire. En ese sentido, el comportamiento del señor Aznar fue
completamente ridículo porque tenía unas ganas tremendas de
salir en la foto al lado del emperador, de que el emperador lo
tocara y dijera: "Este es mi amigo". Y luego su
contribución a la guerra ha sido simbólica porque parece que
envió un barco que llegó tarde y hasta ahora está diciendo que
lo que España va a enviar son tiritas (curitas) y mercurocromo.
–Mucha gente de Africa y de América emigró a España en los
últimos tiempos. ¿España está pagando el precio de la
Conquista?
–Creo que es una consecuencia de las miserias de la globalización,
que ha significado la potenciación de unas zonas determinadas del
mundo y la pérdida y el empobrecimiento superior de otras zonas
del mundo. No discuto la globalización. En sí misma es una
posibilidad positiva. Lo que discuto es el sentido que tiene: se
marca una dialéctica entre los que podríamos llamar los
globalizadores, es decir los ricos, y los globalizados, que son
todos los demás. Y que es desigual: los globalizadores cada vez
acumulan más, y los globalizados cada vez son más dependientes.
–¿Qué opina de las características culturales propias de
cada región que se comienzan a diluir?
–En eso hay una como una posición conservacionista, radical,
que me parece negativa; o bien una selectiva en el sentido de que
hay cosas tuyas, que forman parte de tu identidad supuestamente
cultural que no sirve para nada, que llegará un momento en que no
servirá para nada, y aportaciones que sí. Entonces no puedes
colocarte en una posición maniquea de decir el bien es lo mío y
el mal es lo ajeno. Hay que hacer una selección y quedarte con
aquello que realmente te enriquece sin que eso signifique la pérdida
de tu identidad.
–Usted escribió "Inútil cosmonauta el que contempla
estrellas para no ver las ratas". ¿En el futuro ve más
ratas o más estrellas?
–Hay que continuar siendo cosmonoautas pero sin perder de vista
a las ratas.
Gentileza de: http://www.portalcomunicacion.com
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