1. La fotografía es, antes que nada, una manera de mirar. No es la
mirada misma.
2. Es la manera ineludiblemente "moderna" de mirar:
predispuesta en favor de los proyectos de descubrimiento e innovación.
3. Esta manera de mirar, que tiene ya una dilatada historia, conforma
lo que buscamos y estamos habituados a notar en las fotografías.
4. La manera de mirar moderna es ver fragmentos. Se tiene la
impresión de que la realidad es en esencia ilimitada y el conocimiento no
tiene fin. De ello se sigue que todos los límites, todas las ideas
unificadoras han de ser engañosas, demagógicas; en el mejor de los
casos, provisionales; casi siempre, y a la larga, falsas. Mirar la
realidad a la luz de determinadas ideas unificadoras tiene la ventaja
innegable de dar contorno y forma a nuestras vivencias. Pero también -así
nos instruye la manera de mirar moderna- niega la diversidad y la
complejidad infinitas de lo real. Por lo tanto reprime nuestra energía,
nuestro derecho, en efecto, a refundar lo que deseamos refundar: nuestra
sociedad o nosotros mismos. Lo que libera, se nos dice, es notar cada vez
más cosas.
5. En una sociedad moderna las imágenes realizadas por las cámaras
son la entrada principal a realidades de las que no tenemos vivencia
directa. Y se espera que recibamos y registremos una cantidad
ilimitada de imágenes acerca de lo que no vivimos directamente. La cámara
define lo que permitimos que sea "real"; y sin cesar ensancha
los límites de lo real. Se admira a los fotógrafos sobre todo si
revelan verdades ocultas de sí mismos o conflictos sociales no cubiertos
del todo en sociedades próximas y distantes de donde vive el espectador.
6. En la manera de conocer moderna, debe haber imágenes para que
algo se convierta en "real". Las fotografías identifican
acontecimientos. Las fotografías les confieren importancia a los
acontecimientos y los vuelven memorables. Para que una guerra, una
atrocidad, una epidemia o un denominado desastre natural sean tema de
interés más amplio, han de llegar a la gente por medio de los diversos
sistemas (de la televisión e internet a los periódicos y revistas) que
difunden las imágenes fotográficas entre millones de personas.
7. En la manera de mirar moderna, la realidad es sobre todo
apariencia, la cual resulta siempre cambiante. Una fotografía
registra lo aparente. El registro de la fotografía es el registro del
cambio, de la destrucción del pasado. Puesto que somos modernos (y si
tenemos la costumbre de ver fotografías somos, por definición,
modernos), sabemos que las identidades son construcciones. La única
realidad irrefutable -y nuestro mejor indicio de identidad- es cómo
aparece la gente.
8. Una fotografía es un fragmento: un vislumbre. Acopiamos
vislumbres, fragmentos. Todos almacenamos mentalmente cientos de imágenes
fotográficas, dispuestas para la recuperación instantánea. Todas las
fotografías aspiran a la condición de ser memorables; es decir,
inolvidables.
9. Según la perspectiva que nos define como modernos, hay un número
infinito de detalles. Las fotografías son detalles. Por lo tanto, las
fotografías se parecen a la vida. Ser moderno es vivir hechizado por
la salvaje autonomía del detalle.
10. Conocer es, sobre todo, reconocer. El reconocimiento es
la modalidad del conocimiento que ahora se identifica con el arte. Las
fotografías de las crueldades e injusticias terribles que afligen a la
mayoría de las personas en el mundo parecen decirnos -a nosotros, que
somos privilegiados y estamos más o menos a salvo- que deberíamos
sublevarnos, que deberíamos desear que algo se hiciera para evitar esos
horrores. Hay, además, otras fotografías que parecen reclamar un tipo de
atención distinto. Para este conjunto de obras en curso, la fotografía
no es una suerte de agitación social o moral, cuya meta sea incitar a
que sintamos algo y actuemos, sino una empresa de notación.
Observamos, tomamos nota, reconocemos. Ésta es una manera más
fría de mirar. La manera de mirar es lo que identificamos como arte.
11. La obra de los mejores fotógrafos comprometidos socialmente es
a menudo condenada si se parece demasiado al arte. Y a la fotografía
tenida por arte se le puede condenar de modo paralelo: marchita la emoción
que nos llevaría a preocuparnos. Nos muestra acontecimientos y
circunstancias que acaso deploremos y nos pide que mantengamos distancia.
Nos puede mostrar algo en verdad horripilante y ser una prueba de lo que
es capaz de tolerar nuestra mirada y que se supone que debemos aceptar. O
a menudo simplemente nos invita -y esto es cierto en casi toda la fotografía
contemporánea más brillante- a fijar la vista en la banalidad. Fijar la
vista en la banalidad y también paladearla, recurriendo precisamente a
los mismos hábitos de la ironía que se afirman mediante la surrealista
yuxtaposición de consabidas fotografías en las exposiciones y libros más
refinados.
12. La fotografía -insuperable modalidad del viaje, del turismo- es
el principal medio moderno de ampliación del mundo. En cuanto rama
del arte, la empresa fotográfica que hace más amplio el mundo tiende a
especializarse en temas al parecer provocadores, transgresores. La
fotografía puede estar diciéndonos: esto también existe. Y eso. Y
aquello. (Y todo es "humano".) Pero ¿qué hemos de hacer con
este conocimiento, si acaso es un conocimiento, digamos, del ser, de la
anormalidad, de mundos marginados, clandestinos?
13. Llámese conocimiento, llámese reconocimiento; de algo podemos
estar seguros acerca de esta modalidad, singularmente moderna, de toda
vivencia: la mirada, y el acopio de los fragmentos de la mirada, nunca
pueden completarse.
14. No hay fotografía definitiva.
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Gentileza de: http://www.elmalpensante.com/
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