Muere
Susan Sontag, la disidencia permanente
SUSAN SONTAG
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La escritora
norteamericana fallece a los 71 años en un hospital de Nueva York como
consecuencia de una leucemia
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Una de las
intelectuales más activas y comprometidas de Estados Unidos, Susan
Sontag, falleció el 28 de diciembre de 2004 en Nueva York a la edad de 71
años. La escritora, que también destacó en el plano cinematográfico,
desarrolló una trayectoria literaria en la que cultivó el ensayo y la
novela con igual éxito. En 2003 recibió el Premio Príncipe de Asturias,
justo en una época en la que la guerra de Iraq llenaba los informativos.
Un conflicto que criticó sin reparos. Desarrolló parte de su formación
en Europa, y, por intelectuales como Gore Vidal, ella era el eslabón con
la literatura actual europea. A pesar de las críticas y los ataques que
recibió, la autora de «En América», jamás renunció a su
independencia y a defender sus principios éticos.
Imagen
de la escritora durante una rueda de prensa en la entrega de los premios
Príncipe de Asturias
Redacción
Madrid- La escritora y
directora de cine estadounidense Susan Sontag murió ayer a la edad de 71
años en un hospital de Nueva York, informó una portavoz del centro médico.
«Puedo confirmar que Susan Sontag murió esta mañana a las 07.10 hora
local», dijo Joanne Nicholas, portavoz del Memorial Sloan Kettering
Hospital. Según medios de prensa estadounidense, la escritora sufría
leucemia. Sontag, unas de las voces más conocidas y polémicas en
Estados Unidos, fue galardonada en 2003, junto con la escritora
marroquí Fátima Mernissi, con el premio Príncipe de Asturias de las
Letras en España y sus obras están traducidas a veintiséis idiomas.
Sontag (Nueva York, 1933), judía y cosmopolita, ha sido quizá la más
europea de los intelectuales y artistas norteamericanos actaules. De su
biografía –ya desde sus legendarias protestas contra la guerra de
Vietnam– no es exagerado destacar ese retrato casi convertido en
mito que la ha definido como una de las personas más comprometidas de
su país. Ha sido una de las abanderadas de todas las grandes causas del
siglo XX: la lucha por los derechos de los negros, por la igualdad de las
mujeres, contra la guerra de Vietnam, abanderada en Bosnia (permaneció en
Sarajevo durante el cerco y después montó ahí una obra teatral) y
frente a la invasión de Iraq, que criticó con dureza. Ella siempre
redujo todo a un aforismo: «Mi único compromiso es el de ser una
ciudadana. Y como ciudadana, como ser humana, siempre me he sentido
obligada a usar la voz pública». Nunca ha decaído y siempre se ha
mantenido alerta ante los acontecimientos que sacudían la actualidad. Ni
cuando el cáncer se le reveló en 1975 como testimonia el libro que
escribió aún con la quimioterapia siguéndole los pasos, «La enfermedad
y sus metáforas». La biografía publicada en España por Circe, escrita
por Carl Rollyson y Lisa Paddock, relata con detalle toda una vida que mantuvo
su independencia contra todo tipo de críticas. Una independencia que la
ha llevado lo mismo a «avergonzarse» del Estados Unidos que ha creado
George W. Bush que a reprender a Gabriel García Márquez por su apoyo
numantino a Fidel Castro en abril de 2003, durante la Feria del Libro de
Bogotá, por su silencio respecto a las ejecuciones y duras condenas que
fueron impuestas a disidentes cubanos; o a denunciar la situación de
Colombia «donde los periodistas no pueden escribir en libertad, la gente
no puede vivir tranquila y nadie puede decir su opinión en alto».
Sontag se crió en Tucson (Arizona) y en Los Angeles (California), aunque su
ciudad fue Nueva York: «Es una de las grandes ciudades del mundo,
cosmopolita, un perfecto lugar para observar». Se licenció en
Filosofía y Letras en Chicago en 1951, y, posteriormente, estudió en las
universidades de Oxford y La Sorbona. En 1963 publicó su primera novela,
«El benefactor», y después escribió dos ensayos clave en los sesenta:
«Contra la interpretación» y «Notas sobre el Camp». Su
experiencia en Vietnam interrumpió su trayectoria como escritora y repensó
su futuro: la idea del cine germinó en ella. Pensó en la posibilidad de
rodar una película, que, por fin, realizó en Suecia al aceptar la
invitación de un productor. Allí filmó «Duelo de caníbales», en
1968, y «Hermano Carl», en 1971. Restableció su actividad literaria con
«estuche de muerte», «Viaje a Hanoi» y «Estilos radicales». Una
crisis personal le proporcionó el material para escribir «Bajo el signo
de Saturno», donde narra su identificación y sus percepciones durante el
tiempo que vivió en Europa. «Se ha convertido, más que ningún
estadounidense, en el eslabón con la literatura europea actual», dijo
Gore Vidal. Cuando se le diagnosticó cáncer en 1975, redactó «La
enfermedad como metamorfosis». Después publicaría «El amante del volcán»,
«Esperando a Godot en Sarajevo» o «En América». En 1999 fue
distinguida en Francia con la Orden de las Artes y las Letras; en 2000,
con el Premio National Book, y en 2001 con el Premio Jerusalén de
Literatura.
©
Copyright, 1999 La Razón C/Josefa Valcárcel 42, 28027 Madrid (España)
Gentileza
de: http://iblnews.com/
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El
mundo visto por Sontag
SUSAN SONTAG
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UN
DESEO. "Siendo niña. viví una infancia solitaria, en pueblos
desolados, y mi única alfombra mágica eran los libros. Y soñaba: sería
mayor, iría lejos, haría cosas... A los 14 años, un día, ante la
ventana de mi cuarto, miraba afuera y pensaba en mis cosas. Oscureció y
el cristal reflejó mi imagen. Viéndome, me dije: ´Susan, no te
conviertas en una persona de la que te avergüences...´. No he
decepcionado a esa niña, no he acabado siendo como aquellos adultos a los
que oía lamentarse de todo lo que no hicieron"
MUJERES Y EDAD. "En Europa me ha
sorprendido hablar con mujeres de 40 años, con preparación y condiciones
sobradas para mejorar su vida, que me han dicho: ´No, ya no, ¡yo soy
demasiado mayor...!´¡Me parece increíble! ¡Es una creencia loca!"
LA VIDA. "Yo sé que Auschwitz y todos
los horrores están ahí, pero a la vez siento que la vida es alegre y
benigna. ¡Ambas cosas son reales, y hay que vivir con ambas!"
TIRANÍA DE LA IMAGEN. "Los niños ven
hoy sin parpadear cerebros saltando por los aires, estilo Tarantino. Pero
no es cierto que eso nos haga insensibles a la realidad. Mantenemos clara
la distinción entre la imagen y lo real... Nos emborrachamos con imágenes
como con una droga, una droga que en realidad nadie se cree"
11-S. "El estadounidense tiene un alto
concepto de sí mismo. Tiene la idea de ser diferente al resto del mundo,
y mejor. De que siempre tiene razón, siempre es el fuerte, siempre
triunfa en cualquier situación. Si algo puede desmoralizarlo, se procura
elmiminarlo, censurarlo. Por eso se prohibió ver imágenes del 11-S"
FANTASÍA AMERICANA. "El máximo reproche
que yo le haría a la filosofía de vida americana es lo de ´compro,
luego existo´. Eso es una auténtica fantasía americana. Lo cierto es
que allí se siguen perdiendo empleos. Quizás según los patrones del
sistema capitalista estemos asistiendo a una recuperación. Pero no se
recuperan los empleos, que se han perdido por millones y jamás volverán.
Eso sí, los ricos son cada vez más ricos"
HEGEMONÍA CULTURAL. "Estados Unidos ha
sabido crear un auténtico mito de sí mismo, basado en una hegemonía
cultural que nos dice que es el mejor lugar imaginable en el
mundo"
LA VANGUARDIA - 29/12/2004
Gentileza
de: http://www.lavanguardia.es/
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Susan
Sontag o la conciencia
por
Robert Saladrigas
SUSAN SONTAG - ROMA 2003
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PLANTAR CARA
Sontag no calló nunca y plantó cara incluso a los colegas a los
que admiraba
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EL SUFRIMIENTO
No hay buena literatura que orille los sufrimientos y no dé
consuelo, creía Sontag
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30/12/2004
Por más vueltas que le doy no consigo ver de otra manera la desaparición
de Susan Sontag. Demasiado pronto se ha apagado la voz de una rara
conciencia viva, la conciencia crítica de este mundo dislocado que
vivimos entre marejadas de silencios complacientes. Hay una frase, con
acierto reproducida ayer en estas páginas, que desde la primera vez que
la leí se me grabó como un lema ejemplar. Viéndose reflejada en una
ventana, Sontag se dijo: "Susan, no te conviertas en una persona de
la que te avergüences...". Y ha conseguido no tener de qué
avergonzarse jamás. ¡Qué maravilla!
Al margen de su militancia feminista, de su ideologia progresista, de
haber combatido en todos los frentes contra los sucesivos asaltos del
maldito cáncer, de haber experimentado sobre el terreno los repugnantes
lodos de Vietnam, Sarajevo o el 11-S, lo más importante es que en cada
momento y lugar oportunos el coraje de Susan Sontag, sin nunca relajarse,
ha proclamado su visión ponderada de los hechos, ha difundido la verdad
de lo que pensaba por encima de lo correcto o conveniente, plantando cara
a los desmanes del presidente Bush y su clan o reprochando desde Bogotá a
Gabriel García Márquez que no denunciara al régimen de Fidel Castro por
la represión de la disidencia. Susan Sontag no calló nunca, ni siquiera
ante los colegas profesionales a los que admiraba.
De esas experiencias vividas en lo más profundo de la inteligencia y
desde la convicción moral, brotaron sus magníficos ensayos convertidos
por el tiempo en referentes no sólo intelectuales. Pienso en la variada
gama de asuntos en los que detuvo su atención y nos indujo a asumir:
desde la reveladora reflexión Sobre la fotografía,seguida de Contra
la interpretación, Tryp to Hanoi, La voluntad radical,el
impresionante La enfermedad y sus metáforas,hasta el libro más
reciente, Ante el dolor de los demás,ahora convertido por la
muerte en su precioso legado, donde entraba en el complejo debate sobre el
uso del sufrimiento ajeno por parte de los medios de comunicación.
Considero que este puñado de obras que interpretan el lenguaje de una
conciencia ética desarrollada al límite, rebelde frente a toda sumisión
convencional, síntesis de una mente educada para traducir las pulsiones
de la dignidad, han oscurecido la aportación de Sontag a la literatura de
creación. Personalmente creo que salvando su primera novela, El
benefactor (1963), próxima en sus planteamientos estéticos al noveau
roman pero interesante como experimento de buceo introspectivo sin
paralelismo en la narrativa norteamericana de los sesenta, el resto (tres
novelas y una recopilación de relatos breves), pese a mantenerse fieles a
la sensibilidad intelectual de Sontag, no alcanza el nivel renovador y
perdurable que han forjado su justo prestigio ante quienes se resisten a
sobrevivir en la ceguera.
Sontag pensaba que no hay buena literatura que orille los sufrimientos
de las mujeres y los hombres y no se ofrezca como consuelo -no
escapatoria- a sus congojas. Pero Sontag también descubrió muy pronto,
tal vez el día que se vio en el cristal y decidió no sentirse nunca
humillada ante su propia imagen, que aparte de las ficciones había otras
maneras menos alegóricas de hacer llegar la voz de su conciencia visceral
a las conciencias de los demás, y las usó en libros, artículos, películas,
entrevistas o dirigiendo piezas teatrales en escenarios de odio. Esa es la
voz que vamos a echar más en falta. Sólo nos cabrá evocarla. Y ser
consecuentes.
Gentileza
de: http://www.lavanguardia.es/
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