Son
muchas y variadas, así como frecuentes y valiosas, las cosas que de sí
misma suele dar a conocer la Argentina, más allá de la sobrecarga de
frustraciones que hunden al país en el descrédito internacional y en un
profundo desaliento nativo.
Esas buenas cosas que tanto alivian y fortalecen
abarcan un horizonte generoso que va del cine a la ciencia, de la música
al deporte, de la literatura a la antropología y de las artes plásticas
al creciente pluralismo religioso. Pero si bien ellas son obra de una
voluntad creadora que no cede ante los embates de la adversidad y que supo
hacer virtud de la pobreza, hay que reconocer que tantas realizaciones se
nutren en los residuos de una educación que logró ser superior no sólo
en su expresión universitaria sino también en la primaria y en la
secundaria. De modo que nadie atento a lo que nos sucede dejará de
advertir que es esa educación, que tanto sentido y cohesión dio a la
cultura de nuestro pueblo, la que hoy se muestra casi completamente
marchita. El patético estado en que se encuentra, el atraso y las
desigualdades que su anemia genera son el síntoma de una profunda
desorientación política y preparan el advenimiento de millones de
argentinos que, en pocos lustros más, se verán excluidos de un mercado
laboral en el que el tamiz selectivo lo impondrá el conocimiento con un
rigor hasta hoy desconocido. Es obvio, entonces, que el país que con
tanta clarividencia supo transitar del siglo XIX al XX no ha sabido
hacerlo del XX al XXI. De hecho, los problemas fundamentales cuyo espesor
nos agobia están más condicionados por el pasado irresuelto que por los
dilemas del porvenir. El oportunismo desplazó la visión de futuro y la
cultura, que es siempre expresión personalizada de la educación
compartida, empezó a acusar, en el orden político y social, los indicios
de un estancamiento radical.
En la actualidad, el cuadro de situación es dramático
y desborda hacia lo trágico. Si se coteja el protagonismo alcanzado en la
Nación por las energías progresivas y las regresivas respectivamente,
habrá que concluir que hoy se enfrentan dos tendencias de desigual
contextura. Una, negativa y en ascenso, es la de la ignorancia y el
atraso. Ella se asienta en la precariedad del conocimiento impartido a la
mayoría de nuestros estudiantes, de donde resultará la inconsistencia
cultural venidera de esa misma mayoría. La otra, positiva y en descenso,
es la que concibe el conocimiento como expresión del saber aunado a la ética
y al espíritu crítico, y cuyo ideal es la concepción del ciudadano
cabalmente democrático, de la persona capacitada como expresión de
interdependencia solidaria con su prójimo.
Se trata, en consecuencia, de revertir este cuadro. Para ello es
indispensable contar con políticas de Estado. Nada es más urgente que lo
que exige mucho tiempo para su realización. Pacificar a nuestro pueblo,
restituirle su dignidad, significa darle pruebas de que la preocupación
por su presente y su porvenir se traduce también en el enaltecimiento,
por parte del Estado, de la cultura y de la educación. Ellas son
herramientas decisivas en la formación de la subjetividad y en la
capacitación para la convivencia.
Crecer al 7 u 8 por ciento es en sí mismo auspicioso. Lo es igualmente el
despliegue favorable de la recaudación fiscal. Pero sin equilibrio
institucional no habrá fortaleza cívica. Es que el poder que desoye el
llamado de los límites demuestra malentender la educación y la cultura y
contribuye, de ese modo, a precipitar a la Nación en la desgracia.
El giro decisivo que cabe efectuar en el orden de la
cultura y la educación es, en esencia, el mismo que reclama la concepción
del poder. El lugar adjudicado a las políticas de mediano y largo plazo
revelará siempre si el gobierno de turno aspira a encaminarse hacia el
presente desde una idea renovadora del porvenir o si, por el contrario, lo
que le importa es afianzar entre nosotros la idea del pasado. Donde esto
último ocurre, muy pronto se advierte que a medida que pasan los años
estamos cada vez más lejos de la actualidad.
Gentileza
de: http://www.lanacion.com.ar/
|