Las
consecuencias de la deprivación han sido ampliamente tratadas, y
las enseñanzas arrojadas sobre este tema han modificado
sustancialmente nuestras concepciones acerca de lo que debe ser la
asistencia y el tratamiento del niño deprivado, tanto desde el
punto de vista familiar como institucional.
El
niño deprivado soporta el peso de una historia personal altamente
traumática que determina en él una forma particular de enfrentar
la angustia y la ansiedad. Sin embargo los estudios realizados nos
permiten afirmar y demostrar que, en muchos casos, el niño cuenta
con cierta capacidad de recuperación, mayor o menor, según hayan
sido las consecuencias de la deprivación y según su situación
particular.
Al
tratar la cuestión de la ayuda al niño sin familia, tal vez el
problema más difícil sea el que se refiere al papel de la
sociedad en su intento de brindarle ayuda y la manera en que lo
hace. Es evidente que alguien debe hacerse cargo de los niños que
no cuentan con un marco familiar y que han sido privados
tempranamente de los cuidados y del afecto para emprender un
normal desarrollo. La comunidad no niega la importancia de su
participación en cuanto al suministro de ayuda, pero no llega a
asumir plenamente su responsabilidad en el asunto. Es obvio además
que la gran mayoría de las dificultades obedecen a la
imposibilidad de hacer funcionar en la práctica los instrumentos
y los principios teóricos que han resultado de profundas
investigaciones de todo tipo realizadas hasta el presente. En
materia de legislación se han producido avances considerables
pero no suficientes; en el campo de la psicología y de la
psiquiatría infantil se han hecho descubrimientos realmente
sorprendentes; se ha modificado sustancialmente la visión que se
tenía del niño, pero aún no se ha resuelto del todo la situación
de un gran número de niños abandonados. Se puede observar que
los canales administrativos funcionan, que los trabajadores
especializados en el campo de la asistencia al niño abandonado se
encuentran ocupando sus respectivos puestos de trabajo.
No
obstante, la incidencia de situaciones socioeconómicas, como el
desempleo, la falta de educación, la inseguridad generalizada y
la violencia, entre otras, contribuyen a aumentar el número de niños
abandonados o en estado de desnutrición y de desamparo. A ello se
suman discusiones estériles que no visualizan la complejidad del
presente tan lleno de cambios y exigencias impostergables –aun
cuando su propósito sea bienintencionado-, que traban las adopción
de medidas legales que, sin descuidar el resguardo de los derechos
del niño, aceleren la posibilidad de dar amparo a la inmensa
cantidad de niños institucionalizados o directamente abandonados
a su suerte que esperan la ayuda de la comunidad protectora.
Si no se toma conciencia y se actúa con celeridad, la sociedad deberá
aceptar su responsabilidad directa o indirecta, su connivencia,
ante el delito de abandono de persona que hoy asedia y pone en
serio riesgo a la infancia desamparada.
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