Otro
de los aspectos confictivos con que suelen encontrarse los padres
adoptivos es la educación del hijo.
Esposible
que se presenten dificultades en la educación del niño,cuando
los padres adoptivos no han sabido abordarla de un modo adecuado.
Es
frecuente observar en los padres adoptivos un conjunto de
comportamientos que tienden hacia una sobreprotección
desmedida. El hijo adoptivo está colocado en una situación
muy particular. La falta de los padres biológicos determina en
los padres adoptivos el sentimiento que al niño “le falta
algo”. Como si se tratara de un niño a medio hacer, un niño
frágil, al que hay que cuidar y proteger de manera exagerada.
Este comportamiento encierra a los padres adoptivos en una
peligrosa trampa. Los padres adoptivos, movidos por un real
interés de que el niño alcance la plenitud de la que no ha
gozado en su temprana infancia, lo instalan en una situación de
total y absoluta libertad. El sentimiento de que es el “hijo
de otro”, de que es un “hijo ajeno”, estaría operando en el
sentido de que: “si no es nuestro, no le debemos prohibir, no lo
debemos frustrar”. Como también el hecho de que la madre biológica
lo ha abandonado, y por consiguiente, es una “mala madre”,
hace que la madre adoptiva deba aparecer ante el niño como la
“madre buena”, que no prohíbe, que no frustra, y que no dice
que no y que todo lo da. La madre adoptiva se esfuerza por
demostrar al hijo que ella no comparte la actitud de abandonismo
de aquella madre del comienzo de la vida.
Otro
de los miedos que pesa sobre los
padres adoptivos, es la posibilidad de que el hijo algún día
los abandone para emprender la búsqueda de los padres biológicos.
Cuando tratamos con padres adoptivos, notamos que una de las
preocupaciones centrales con respecto al hijo gira en torno al
destino de amor que puede tener el niño con respecto a los padres
de origen. A pesar del abandono, ¿puede el hijo adoptivo seguir
amando a su madre en lo más profundo de su ser?, ¿aunque no se
hable con ella?, ¿aunque nada sepa de lo queha ocurrido con ella?
Algo que también se interpone y que dificulta en gran parte la
cuestión de la revelación.
Todos
estos temores, cuando no se resuelven, crean dificultades
considerables en el proceso de educación del niño. Ocurre
que las prohibiciones y normas, propias de la educación, no pueden
ser aplicadas, se trata de que el niño adoptivo no tenga nada que
reprochar a sus padres adoptivos. El padre adoptivo no puede hacer
sentir al niño sus prohibiciones, es como si la adopción no le
diera el derecho a prohibir, si no hay un vínculo de sangre, ¿con
qué derecho prohibir? Volvemos al problema de la importancia,
que para los padres adoptivos tiene el hecho de la gestación.
Cuando no hay una aceptación de la maternidad, diferente a la
tradicional, que necesariamente implica la gestación del hijo,
les será muy difícil asumir y reconocer a los adoptantes que
ellos han cumplido con uno de los postulados de la maternidad y la
paternidad, ya que ellos han asumido la responsabilidad de la
crianza del niño y en ésta se apoyan sus derechos. Los padres
adoptivos pueden prohibir y pueden frustrar por el solo hecho de
haber adoptado aunque no hayan concebido. Muchos padres adoptivos
nos preguntan si pueden tener el derecho aprohibir, de hecho,
muchos de ellos educan y prohíben, también los frustran, pero lo
hacen dubitativamente, con cierta inseguridad, a partir de un
sentimiento de “no pertenencia”, frente a un hijo que “no
les pertenece”. Esto es lo que se escucha con frecuencia.
Prohíben con temor, sintiendo que no son padres con autoridad,
porque no lo han concebido. Carecen del apoyo, que a los padres
biológicos les otorga la posibilidad de fecundar. Como si sólo
la posibilidad de la fecundación otorgara el derecho a ser padres
revestidos de autoridad. La crianza y la educación también
otorgan el derecho a prohibir y a frustrar, derecho culturalmente
adquirido y legalmente establecido. Esta duda con respecto a la
autoridad, que tanto atormenta a los padres adoptivos, es lo que
le da fuerza al hijo adoptivo para decirles a los padres que no
les está permitido prohibir, “tú no me puedes prohibir, porque
no eres mi padre, no tienes derecho”. Es frecuente observar
en elgunos adolescentes adoptivos la rebelión contra los padres
planteada en estos términos. Esta forma de rebelión fundada en
la supuesta falta de derecho a la autoridad por parte del los
padres adoptivos es lo que determina una difícil situación. En
algunos casos, imposible de reparar, especialmente cuando el hijo
descubre el punto débil, cuando entiende cómo y con qué puede
dominarlos y someterlos. La afirmación “tú no eres mi
padre” o “tú no eres mi madre” suele ser recibida por los
padres adoptivos como un verdadero impacto, frente a la que se
silencian e identifican con la de “no es mi hijo”. Estas
revelaciones son nefastas tanto para los padres como para sus
hijos y reactualizan, una vez más,
el desamparo inicial. Cuando los adoptantes que cargan con
el peso de la culpa y del sometimiento, se muestran incapaces de
hacer sentir al hijo que ellos son los padres, confirman no tener
el derecho que otorga en los padres biológicos el vínculo de
sangre. Reconocimiento doloroso para todos. Pero no es que
los padres adoptivos no tengan derecho a prohibir, a educar, a
frustrar, sino que no saben reconocer (o no pueden) que son
depositarios de un derecho, de una ley, que no ha sido dada por lo
biológico, por la sangre, sino que es otorgada por la cultura
misma, por la función de la crianza, por la función educativa.
(Continuará)
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