Invitado
por la Fundación FAES, Francis Fukuyama(1952), catedrático de política
económica internacional en la Johns Hopkins University y archiconocido
por su declaración del Fin de la Historia en 1989, disertó en
Madrid acerca de si ¿Sigue la historia de nuestro lado? Poco antes
de partir de vuelta hacia Washington, Fukuyama concedió una entrevista a Cultura/s,
tras haber visitado Córdoba en compañía y por recomendación de Ana
Palacio -coordinadora del ciclo de conferencias La revolución de la
libertad- para conocer de primera mano el Al-Andalus que reclama Bin
Laden en sus discursos. En la maleta se llevaba cuatro o cinco botellas de
aceite, regalo de la ex ministra, que también puso en sus manos un
ejemplar de su último libro La construcción del Estado (Ediciones
B) para que estampara en él una dedicatoria "para José María".
- Usted se pregunta en su libro si las instituciones y los valores
occidentales son universales. ¿Lo son?
En un principio no son universales. La cuestión es si como resultado del
proceso de desarrollo se dan sociedades que manifiestan la necesidad de
valores e instituciones occidentales. Está demostrado que hay una fuerte
correlación entre el nivel de desarrollo y la democracia, de modo que
cuando se superan los 6.000 dólares de renta hay pocos países que no
quieran alguna forma de participación política. Lo universal es el deseo
de desarrollo económico, mientras que el de democracia no es inicialmente
universal, aunque con el tiempo acaba siendo una especie de requisito
funcional.
- ¿Se puede justificar la coerción de un pueblo en nombre de la
libertad y de la democracia?
Ahí hay una contradicción. Lo que está claro es que si el pueblo no lo
quiere, nadie puede forzarlo a ser una democracia. En el caso de Iraq, los
Estados Unidos no van a forzar a nadie a ser democrático. Si ven que la
imposición de la democracia es un fracaso, se irán. La respuesta es muy
simple.
- Usted habla de estatalidad (stateness) y dice que el problema del
orden mundial se resolvería con estados mejores, más fuertes. ¿Qué
significa tener estados más fuertes? ¿No se opone esto al dogma
neoliberal del estado mínimo?
La distinción crucial es
entre el alcance y la fuerza del estado. Son asuntos completamente
distintos. El alcance del estado tiene que ver con el número de funciones
que el estado desempeña, por ejemplo, la regulación de algunos sectores
o las protecciones sociales. Pero todas estas funciones pueden desempeñarse
mejor o peor, en términos de la habilidad del estado para hacer valer su
voluntad sobre la sociedad. Lo que usted llama dogma neoliberal sostiene
que un estado más pequeño en términos de su alcance tiende a ser económicamente
más eficiente que los estados que regulan y protegen exageradamente sus
economías. Pero con independencia del alcance del estado, éste debe ser
fuerte.
- ¿Cuál es el grado óptimo del alcance y de la fuerza de un
estado?
Si el objetivo primordial es el crecimiento económico entonces los
Estados Unidos son un buen ejemplo con un alcance limitado de la acción
del estado y bastante fuerza. Pero los estados persiguen otros objetivos,
como en Europa, donde hay un fuerte deseo de protección social. Se trata
de las elecciones históricamente determinadas que ha hecho la sociedad,
una especie de transferencia compensatoria entre libertad e igualdad. Pero
en cualquier caso es mejor estar en altos niveles de fuerza y de alcance
del estado, en los que sea lo que sea lo que haga el estado, lo hace bien.
- ¿Qué relación hay entre la debilidad del estado y la pobreza?
La pregunta que me interesa es por qué algunos países en desarrollo
siguen siendo pobres, mientras que otros como Corea del Sur o Taiwán
sacan partido de la economía global. La diferencia radica en el mal
gobierno, en la ausencia, debilidad o corrupción del estado.
- Desde Europa se considera que la preferencia por un estado de
mayor alcance nos otorga una superioridad moral frente al modelo
estadounidense.
No creo que sea una elección moral, sino una elección entre bienes en
disputa. Los Estados Unidos tienen un amplio estado de bienestar,
dedicamos algo así como el 40% del PIB en los sectores estatales, frente
al 50% de Europa. La economía moderna funciona de manera que con menos
regulación y mercados de trabajo más flexibles habrá una tasa de empleo
más alta y más desigualdad en los ingresos. Y esta es la gran diferencia
entre Europa y los EE.UU. Muchos países europeos tienen tasas de
desempleo del 10% o más, mientras que los últimos años los EE.UU. han
tenido un 3% o un 4%, pero más desigualdad en los ingresos. Uno de los
rasgos que me parece importante para valorar la moralidad de estos
sistemas es el trato que reciben los inmigrantes. En los EE.UU. tenemos
mercados de trabajo flexibles, de modo que casi todos estos inmigrantes
pueden tener trabajo, a veces incluso dos o tres trabajos; en Europa, en
cambio, muchas veces ingresan directamente en el sistema de bienestar, lo
que lleva al desempleo, la alienación, etc. ¿Es esto un resultado más
moral que el americano?
- Usted habla no sólo del estado fuerte sino también de una
sociedad civil fuerte, lo cual entronca con lo que escribió en ´La
confianza´. ¿Qué es una sociedad civil fuerte?
Creo que todas las democracias necesitan sociedades civiles fuertes
para protegerse del gobierno y para hacerlo más fuerte. Si no se tiene
una sociedad civil que se movilice de manera independiente y que actúe
como perro guardián frente al Estado, lo que habrá es una elite de
legisladores autoritarios que manipularán las leyes en beneficio propio.
- ¿Promueve la confianza también el crecimiento económico?
El crecimiento económico no sólo requiere empresas sino que se da
también en el marco de las relaciones sociales. Si no existe cierta
confianza en el comportamiento de los otros basada en los principios
morales de honestidad y reciprocidad, es muy difícil que haya una economía
que funcione bien. La confianza reduce lo que los economistas llaman
costes de transacción. Si no te fías de alguien, puedes seguir haciendo
negocios con él, pero necesitas un montón de abogados. El motivo por el
que Silicon Valley funciona tan bien es que a pesar de ser tan
competitivo, es un ámbito de mucha confianza. Los contratos son
significativamente más cortos que en el resto del país, porque la gente
procede de un trasfondo educativo y social semejante en el que están
acostumbrados a jugar con las reglas del juego y a no hacer trampas.
- Pero, como apuntan Bauman o Sennet, esto lleva asociado un aumento
preocupante de la precariedad a todos los niveles.
Es de nuevo una de esas complicadas transferencias compensatorias. En Japón
después de la Segunda Guerra Mundial, las grandes empresas crearon
empleos de por vida, estableciendo así una red de confianza con los
trabajadores. Esto funciónó bien durante 30 o 40 años. El problema vino
cuando tuvieron que hacer frente a la revolución tecnológica. Tenían
que despedir trabajadores pero no podían, y no a causa de limitaciones
formales o legales, sino morales. No se han ajustado a la nueva situación
porque su sistema dejó de ser operativo.
La buena gestión debe estar en algún lugar entre la flexibilidad y
lealtad recíproca entre empresas y trabajadores.
- ¿Qué otras virtudes ciudadanas son necesarias para el buen
funcionamiento de la democracia?
En las sociedades actuales se requiere la tolerancia religiosa.
Probablemente los seres humanos no sean tolerantes por naturaleza. La
primera cosa que se les ocurre no es construir una sociedad liberal y
pluralista, sino que la tolerancia es fruto de un aprendizaje histórico.
- Puesto que menciona la tolerancia, ¿dónde están sus límites?
La sociedad liberal no puede tolerar a los intolerantes. ¿Se
pueden tolerar minorías, como las musulmanas más conservadoras, que
insisten en crear reglas internas sobre el modo que deben ser tratados los
miembros de esa comunidad, en particular, las mujeres? No hay una
respuesta simple a este problema, porque también se puede entender la
libertad como libertad de participar en una cultura y mantenerla, aun
cuando ésta pueda ser bastante opresiva. Las teorías liberales no
ofrecen respuestas definitivas a problemas como el de los límites de la
tolerancia.
- Volvamos al asunto de la confianza. En su país y en el nuestro se
ha acusado recientemente de mentirosos a los gobernantes. ¿Se puede
confiar en un presidente que miente?
Es cierto que en los Estados Unidos hay mucha desconfianza hacia la
administración Bush porque se dice que nos mintió. Yo pienso que no es
esto lo que pasó. Pienso que fueron bastante honestos sobre las razones
que tenían para ir a la guerra, sólo que (sonríe) estaban equivocados.
Tuvieron falsas expectativas sobre lo fácil que sería. Pensaban que había
armas de destrucción masiva y éstas no aparecieron. El problema no fue
que mintieran deliberadamente. Cometieron un error y no lo han reconocido
públicamente.
- ¿De qué modo afecta la mentira o el error de las armas de
destrucción masiva al ex presidente Aznar?
Aznar y Blair hicieron un cálculo similar. Pensaban que era importante
mantener algún tipo de solidaridad transatlántica. Un fin perfectamente
honorable. A veces los cálculos no resultan tan bien, pero no creo que se
debiera a una decisión de engañar al pueblo español o británico. Todas
esas interpretaciones europeas de que la motivación son los intereses
petrolíferos o el deseo de instalar bases militares en Oriente Medio están
equivocadas.
- ¿Sí?
Sé como piensa la gente en la Administración Bush porque tengo ahí
buenos amigos, y eso no entraba en sus cálculos. Se sorprendieron
tanto como el resto del mundo cuando no encontraron armas de destrucción
masiva en Iraq.
- En Europa se habla de la agenda secreta del Pentágono que dirige
la política exterior de EE.UU. ¿Qué hay de esto?
No creo que sea tan secreta.
(Sonríe) Es pública. Estábamos preocupados por las armas iraquíes de
destrucción masiva. Se puede decir que fue un análisis incorrecto, pero
no se puede hablar de una agenda secreta.
- ¿Qué hay de la afirmación europea de que EE.UU. está
desarrollando una estrategia geopolítica a largo plazo contra China?
(Sonríe) Osama Bin Laden les hizo el mejor regalo posible a los chinos.
Habríamos actuado más duramente contra China si el 11-S no hubiera
acontecido. (Ríe) No había unos planes terribles contra China. Atribuir
un planteamiento maquiavélico al Pentágono es fruto de una comprensión
totalmente errónea de sus limitaciones para llevar a cabo este tipo de
acciones. Afirmar que todo esto es parte de un plan geoestratégico a
largo plazo no tiene ningún sentido.
- ¿Cómo define el neoconservadurismo y qué opinión le merece?
El neoconservadurismo no es una doctrina ajena, sino que está
profundamente enraizada en la tradición idealista de la política
exterior estadounidense. Su objetivo primordial no es la consolidación de
la hegemonía americana, sino la difusión de los valores e instituciones
democráticos. Construir estados es un requisito previo para promover la
democracia. No se puede tener una democracia si no hay un orden mínimo,
pero si sólo hay orden se acaba en la dictadura.
- Pasemos a cuestiones más relacionadas con la economía. Usted
predice la crisis del estado del bienestar en el siglo XXI. ¿En qué se
basa?
Cualquier analista político o económico que le haya echado una ojeada a
las obligaciones implícitas y explícitas que debe hacer frente la
seguridad social en países como Italia, Francia o Alemania, puede
calcular que en el futuro y con la fiscalidad actual no será posible
cubrir estos gastos. A causa del cambio demográfico y el descenso de la
fertilidad la proporción entre trabajadores y pensionistas en Alemania
pasará de cuatro a dos trabajadores para un pensionista. El fracaso del
estado europeo de bienestar no es ningún misterio.
- La legitimidad en el ámbito internacional divide a Europa y
EE.UU. Mientras los europeos confían en los derechos y normas
preestablecidos, los estadounidenses creen que éstos deben adecuarse a
sus decisiones coyunturales. ¿Las normas internacionales pueden estar
subordinadas a intereses de un país?
Estoy de acuerdo en que
los derechos no pueden ser determinados por el voto democrático. Pero
cuando hay desconfianza la gente se pregunta quién está interpretando
esos derechos. No es Dios, sino los jueces, una institución humana, y
siempre existe el riesgo de que sea una elite la que los interprete.
- Usted dice que los estados débiles son el suelo en el que crece
el terrorismo internacional. ¿Significa esto que usted rechaza la
explicación cultural de los conflictos de Huntington?
Si nos centramos en el terrorismo islamista, creo, con Huntington, que
Bin Laden no representa al islam, sino que es una ideología política que
bebe tanto del fascismo como del comunismo, y que los mezcla con ideas
religiosas islámicas, produciendo esta nueva forma de fascismo islamista.
El conflicto con los terroristas no es un choque de civilizaciones sino
una lucha ideológica contra una ideología extremista.
- Entonces, ¿qué papel desempeña la debilidad de los estados como
suelo propicio para los terroristas?
El terrorismo tiene múltiples causas. Los estados débiles no son
la única causa, aunque sí que son un buen caldo de cultivo.
- ¿Es más difícil entonces que aparezca este tipo de terrorismo
en estados fuertes?
Mire, mucho terrorismo procede de la Europa occidental, los secuestradores
del 11-S fueron educados en Alemania, por ejemplo. Evidentemente, los
estados fuertes en sí mismos no van a resolver el problema, pero es más
fácil hacer frente al problema con estados fuertes capaces de imponer el
orden, que en los países sin ley.
- Usted defiende la estatalidad como la solución para el orden
mundial. ¿Significa que las instituciones internacionales como la OTAN o
la ONU no bastan?
En los 90, muchos países llegaron a la conclusión de que la comunidad
internacional tendría que intervenir para ofrecer orden a los estados que
no son capaces de gobernarse a sí mismos. Piense en Bosnia o Kosovo que
no son estados soberanos sino que son gobernados por la comunidad
internacional.
- Usted habla del estado-nación, lo cual está en contradicción
con la creciente tendencia que existe a abandonar este concepto.
Se dice que la globalización ha hecho superfluos a los estados-nación.
Pero hay una función que los estados-nación desempeñan y que no puede
ser realizada por otras instituciones, y es la ejecución de las leyes.
Incluso en la UE, en donde la soberanía ha sido erosionada, se depende de
los estados-nación para ejecutarlas. No hay una policía ni un ejército
comunes. Hasta que no descubramos cómo podemos sustituir esta función
del estado, el estado-nación no habrá muerto.
- Usted es conocido por la sentencia del ´fin de la historia´según
la cual el modelo político que ha vencido es la democracia. Pero ¿qué
es la democracia? ¿La que realmente existe en los países occidentales o
el ideal en el que éstos se basan?
Hay muchas formas de estado democrático. Algunas funcionan mejor que
otras. La verdadera cuestión en el fin de la historia es si nos podemos
imaginar un sistema que sea mejor. Hay partes del mundo en las que la
gente cree que sería más feliz si viviera en un estado teocrático. No
creo que eso sea correcto. La cuestión radica en hacer funcionar mejor
las instituciones democráticas. ¿Nos podemos imaginar un sistema que
funcione mejor y que esté basado en otro principio? A pesar de todas las
protestas contra la globalización y el capitalismo no creo que, aparte de
los islamistas, haya una definición sistemática de algo mejor.
- ¿La democracia y la economía liberal han ganado porque son más
eficientes o porque están más justificadas moralmente?
La cuestión no es si son más eficientes o si están justificadas
moralmente en sí mismas, sino que hay que compararlas con el resto de
sistemas. La gente creía que el socialismo era más justo, pero en la práctica
no funcionó muy bien. En comparación con el resto son mejor, son lo más
realista.
BIBLIOGRAFÍA
FUKUYAMA
La confianza (Trust)
1998, 472 PÁGINAS
La gran ruptura
2000, 400 PÁGINAS
El fin del hombre
2002, 410 PÁGINAS
La construcción del Estado
2004, 201 PÁGINAS EDICIONES B
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Entrevista publicada por el diario La
Vanguardia de Barcelona el 16 de febrero de 2005.
Gentileza
de: http://www.lavanguardia.es/
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