Leyendo
a Ian Kershaw en su magnífico libro sobre el nazismo y su pormenorizada
investigación sobre el Holocausto me surgen dudas. Si la orden había
emanado de Hitler o si sólo se interpretaban palabras del Führer cuando
dijo en 1939 que quería una Alemania aria limpia de judíos y que
entonces cada grupo de por sí actuó “independientemente” con códigos
propios interpretando la orden soberana.
Si
Hitler era una dictador “débil” –víctima de un sistema
totalitario, del cual era la expresión titiritera– y todo el pueblo
alemán era antisemita antes de la guerra y por lo tanto responsable de
los crímenes. O si fue sólo la personalidad de Hitler –con su
endemoniado odio a los judíos– lo que llevó al crimen que hizo decir a
alguien que después de Auschwitz ya no se podía escribir más.
Si
los crímenes nazis dependían exclusivamente de la personalidad
“intencional” de Hitler o si formaban parte de una “estructura”
fascista. ¿Problema “intencional” o “estructural”?
¿Cuándo?
¿En julio de 1941, septiembre, octubre? ¿Antes de la invasión a Rusia
en el momento en que empezaron las primeras dudas o fracasos en la campaña
soviética? ¿Cuándo empezó todo...? ¿Cuándo empezó la total
impunidad de uno de los pueblos más cultos de Occidente contra sus
propios compatriotas judíos?
Y
al leer los detalles de la pormenorizada investigación comencé a sentir
la necesidad de reír y mi risa se convertía en una gran carcajada
incontrolable. Comencé a pensar en que los niños argentinos, en una
proporción alarmante, padecen graves desorden neurológicos por su
alimentación carenciada. Pensé en la miseria y pobreza en mi país y en
las construcciones cada vez más indecorosas de los privilegiados de
siempre, y en sus veraneos cada vez más exquisitos y en la miseria cada
vez más exquisita.
Pensé que la pobreza y la miseria y la indigencia en
el mundo son cada vez más extravagantes. Se han vuelto refinadamente
apocalípticas.
La miseria en el mundo –Africa–, ¿no tiene una estética
de la desnutrición?
Los niños monstruosos, ¿no son “bellos” a la
vista?
Los bombardeos norteamericanos, ¿no son bellos,
exquisitos, refinados y las muertes de los civiles indefensos no
constituyen un fenómeno estético de vanguardia?
¿No se contratan seres vivos en estado de descomposición
para ciertas obras de vanguardia para que posen la belleza y armonía de
la exclusión?
La panza de los niños desnutridos con sus moscas
multicolores alrededor, ¿no son bellas? Sus heridas y sus polifacéticas
tonalidades, ¿no son bellas y hermosas?
Continuaba riendo a carcajadas de todo lo que leía y
veía. Había algo de maravilloso en la desigualdad. ¿No se construye una
estética de la desigualdad? Un equilibrio fascinante. Ya no podía
detenerme de mi gran carcajada –que para ese entonces era
incontrolable–. Pensé también a dónde iba tanta belleza diaria. ¿Dónde
nos conducía? Al fin y al cabo, para Hitler, ¿el Holocausto no era también
un fenómeno estético, la eliminación de lo feo y lo extraño para
preservar la belleza del mundo ario?
Los niños comiendo en los basurales, ¿no constituyen
una nueva estética de la repugnancia? Repugnancia y belleza en una nueva
armonía polivalente.
Me sentía riendo de toda esta nueva estética. Se me
ocurrió –aunque me costaba pensar por mi carcajada– que el 70 por
ciento de los pobladores de La Matanza no tiene desagües cloacales y ya
no podía parar. ¿Adónde va tanta mierda pensé? Tuve miedo de volverme
loco. ¿Una gran montaña de mierda en el Museo Nacional de Bellas Artes?
¿No deberíamos hacer grupos operativos de carcajadas
de la miseria? Crear de los niños hambrientos nuevos ritmos y sonidos
para alcanzar nuevos sentidos de una belleza miserable.
Una niña de ocho años me pidió algo de comer y yo le
di una banana. Su cara no la olvidaré. Cuánta belleza había en esa
escena de hambre. Cuánta exquisitez hay en el hambre en estado puro.
El raquitismo –en ese momento me ahogaba de risa–,
¿no es bello, sinceramente bello, exaltadamente bello? Confieso que
cuando vi por televisión el ataque de los aviones a las Torres Gemelas
sentí una enorme alegría y el acontecimiento me resultó pavorosamente
bello. Confieso la alegría que me da también la muerte de los jóvenes
soldados norteamericanos en Irak. Llevo la cuenta todos los días. No me
olvido de los heridos tampoco. Una gran foto de todos los heridos
norteamericanos, ¿no sería bella expuesta en el Museo de Arte Moderno de
Nueva York? ¿Atocha no merece una carcajada? Los cien mil civiles muertos
en Irak, ¿no hubieran inspirado a Bacon?
Por qué no reír del mundo maravilloso que nos tocó
vivir. Por qué no somos sinceros y agradecidos de que Dios nos confiera
tanta belleza. Comenzar a reír de gratitud todos juntos por la armonía
de la estética y por la belleza en este mundo entremezclado de riqueza
cada vez más pura y pobreza cada vez más pura.
¿No es acaso maravilloso? Recién allí comprendí mi
carcajada –uno de los sentidos de mi carcajada incontrolable–, reía
de agradecimiento de tanta armonía y equilibrio. De tanta exquisitez de
la diversidad ante mis ojos. Todo a la vista.
Miseria y pobreza de exultante creatividad en la gran
procacidad. ¿No es gracioso negar que negamos que un loco gobierna el
mundo?
El Riachuelo pensé, nuestro
querido Riachuelo argentino lleno de inmundicias cancerígenas, con sus
aguas negras, las más negras del mundo, las más bellas
del mundo. No tendríamos que reír, aprender a reír y a querer, también
la inmundicia argentina.
Menem hablando desde Chile, ¿no es carcajable, aun con
su problema arterial a cuestas?
Me reía de gratitud de tanta belleza, de tanta armonía.
¿Los 118 mil millones de dólares de la burguesía argentina en el
exterior no son carcajables? La anemia y el raquitismo infantil como
contrapartida, ¿no son un maravilloso equilibrio de la naturaleza?
Carcajada que incorporaba una nueva realidad y una
nueva posición existencial. Carcajable es la nueva palabra inventada para
los argentinos. Así es la vida maravillosa de todos los días. Seamos
felices por tanto policromismo bello. Nunca amargados por favor. La
Argentina es bella por su diversidad. Sólo hay que apreciarla en su
magnitud estética. En su maravillosa magnitud estética.
¿El mundo latinoamericano no es bello por sus
maravillosos contrastes? Suspendamos el juicio crítico por unos instantes
para poder gozar esta maravillosa estética de la armonía y la belleza.
*
Autor, actor y director teatral. Psicoterapeuta. Entre sus numerosas obras
se cuentan El Señor Galíndez, Potestad y La muerte de Marguerite Duras.
Gentileza de:
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