"Casi siempre se hallan en nuestras manos los  recursos que pedimos al cielo." 
William Shakespeare


                                 Sitio de investigación y capacitación
                                     http://transdisciplina.tripod.com

                                     dirección general: Lic. Cecilia Suárez

 

 

       ARTÍCULOS: ARCHIVO

 

 

HOMENAJE A JULIO CORTÁZAR
EN EL 20º ANIVERSARIO DE SU MUERTE
 
 

Julio Cortázar
 
 
Fantomas contra los vampiros multinacionales
por Julio Cortázar
 
© 1977 Tribunal Russell
(Continuación)
 

V

 

 

 


VI

El astuto narrador había comprendido ya que el muchacho rubio era-nada-menos-que-Fantomas, y antes de que las cosas empezaran a precipitarse decidió cerrar la revista y los ojos (la nena rubia lo ninguneaba de nuevo, sumida en los graves problemas financieros del pobre Aristóteles Onassis) y resbalar despacito en el tobogán de la fatiga. Ocho días de trabajo en el Tribunal Russell, con una última reunión hasta la madrugada, horas y horas escuchando a relatores y testigos que aportaban pruebas sobre la represión en tantos países de América latina y el papel de las sociedades transnacionales en el pillaje de las economías y la dominación en el plano político y paralelamente, porque la dominación económica exigía otras dominaciones, otros cómplices y otras víctimas, la repetición hasta la náusea de testimonios sobre el asesinato, la tortura, la persecución, las cárceles en Chile, Brasil, Bolivia, Uruguay y no pare de contar. Como un símbolo que ya nadie nombraba, la sombra ensangrentada del Estadio Nacional de Santiago, el narrador creía escuchar otra vez las voces que se sumaban a lo largo del tiempo y los países, la voz de Carmen Castillo narrando ante el Tribunal la muerte de Miguel Enríquez, la voz de los jóvenes indios colombianos denunciando la implacable destrucción de su raza, la voz de Pedro Vuskovic presentando el acta de acusación y pidiendo la condena del gobierno norteamericano y de sus múltiples cómplices y sirvientes en la incesante violación de los derechos humanos y del derecho de cada pueblo a su autodeterminación y a su independencia económica. Cada tanto, como una obstinada recurrencia, alguien subía para dar testimonio de muertes y torturas, un chileno que mostraba las técnicas empleadas por los militares, un argentino, un uruguayo, la repetición de infiernos sucesivos, la presencia infinita del mismo estupro, del mismo balde de excrementos donde se hunde la cara de un prisionero, de la misma corriente eléctrica en la piel, de la misma tenaza en las uñas. Y al salir de todo eso (de la representación mental de todo eso, podía corregir el narrador) se entraba de nuevo en lo personal (pero entonces lo personal también debía ser una representación mental de la vida, una cortina de humo, un cómodo tren Bruselas-París, un número de Fantomas, un cigarrillo negro, una nena platinada cuyo tobillo acababa de rozar el suyo y era promisor y tibio aunque Onassis y Romy Schneider), una mera representación mental de la vida si todo lo otro se borraba con un simple parpadeo y un cambiar de tema. "No se borra", pensó el narrador, "en todo caso a mí no se me borra", y ningún tobillo tibio borraría nada aunque valiera como tobillo, como promesa de patita toda entera, una vez más esa difícil conquista de un equilibrio en el que la vida cesara de ser su propia representación y se buscara desde adentro y hacia adentro. Y aun así, qué difícil escapar al calambre de la culpabilidad, de no hacer lo suficiente, ocho días de trabajo para qué, para una condena sobre el papel que ninguna fuerza inmediata pondría en ejecución, el Tribunal Russell no tenía un brazo secular, ni siquiera un puñado de Cascos Azules para interponerse entre el balde de mierda y la cabeza del prisionero, entre Víctor Jara y sus verdugos. ("Pórtese bien", le estaba diciendo el señor al niño, cuyo portarse mal parecía consistir únicamente en jugar con una bolita de vidrio, hacerla saltar entre sus manos y recogerla cada tanto del suelo).

  Adelantándose a sus palabras, el narrador le alcanzó fuego a la nena platinada. Para muchos portarse bien era eso, no salirse del molde social, un niño bien criado no juega con bolitas en un tren, un hombre que vuelve de un tribunal no se pone a leer tiras cómicas ni imagina los pechitos de una chica romana; o bien sí, lee la tira cómica e imagina los pechitos pero no lo dice y sobre todo no lo escribe porque inmediatamente le caerá encima uno de esos fariseísmos de la gente seria que para qué te cuento. Casi divertido (aunque lo jodiera la cosa, el calambrecito de la supuesta culpa) el narrador pensó que alguien muy querido había dicho que el primer deber de un revolucionario era hacer la revolución, frase que andaba engolando muchos pescuezos en tierras calientes y templadas, pero a nadie se le ocurría reparar en esa mención casi marginal de "primer deber", un deber al que seguían otros puesto que ése era el primero. Y esos otros no habían sido enumerados porque no hacía falta, porque al decir esa frase el Che había mostrado una vez más su humanidad maravillosa, había dicho "el primer deber" mientras tanto otros hubieran dicho "el único deber", y en ese pequeño cambio de nada, una palabrita por otra, estaba el gran matete, la diferencia capital no solamente en las conductas del presente sino en el destino aún tan lejano de cualquier revolución hecha o por hacer. "Razón por la cual", resumió el narrador, "vamos a entrarle a Fantomas como epítome de mi punto de vista en la materia, y a buen entendedor etcétera". Tenía esa mala costumbre de pensar como si estuviera escribiendo, y viceversa dicho sea de paso.
   —Hace un calor terrible dijo la señora, despertándose de una siesta benemérita.
Todo el mundo salvo el niño miró en diversas direcciones en busca de las manijas o llaves que siempre responden a tales opiniones, y fue el cura quien la encontró casi debajo de su sotana y hubo un gran intercambio de sonrisas satisfechas. Para ese entonces el muchacho rubio se había enterado de las terribles noticias sobre la desaparición de libros de autores famosos y el diálogo final con su amiga era sumamente romántico.

 

 

VII

 

   El salto a la página siguiente era más bien brusco incluso en el plano de la moralidad y las buenas costumbres, porque en efecto el muchacho rubio era Fantomas que, revestido ya de una inexplicable máscara blanca, se instalaba en su harén cibernético, rodeado de digamos secretarias en minifalda que respondían a los nombres del zodíaco, idea delicada, y de toda clase de télex, teléfonos electrónicos y otros dispositivos tecnológicos. Justo a tiempo, porque la negrita Libra y el morochón Piscis se precipitaban hacia su amo y señor para anunciarle que acababa de arder la biblioteca de Calcuta, seguida de un incendio padre en la de Tokio, cuyo edificio valía una ojeada a las que casi inmediatamente se sumaron las de Bogotá y la de Buenos Aires.
   "Menos mal que Borges ya se jubiló", se dijo el narrador que empezaba a compartir el cultísimo ambiente de la historieta. Pero no le quedó tiempo para meditar sobre la providencial salvación del ilustre escritor porque ya Libra volvía más negrita que nunca con la aterradora noticia de que acababan de desaparecer todas las Biblias, todas las Divinas Comedias y toda novela de Dostoyevsky (sic). Lo peor parecía ser la Biblia, pues en la televisión se agarraban la cabeza: "Es inexplicable cómo pudieron desaparecer todas las Biblias, calculadas en mil millones de ejemplares, repartidas en todo el mundo..."
   Estupefacto ante la licuefacción de semejante best seller, el narrador no pudo menos que decírselo al cura, era su deber más elemental y no trepidó en mostrarle la figurita correspondiente, aunque la vestimeneta de Libra y lo que se alcanzaba a sopesar visualmente en Piscis no parecía demasiado recomendable para eclesiásticos. Hubiera preferido no escribirlo por obvio, pero el cura se puso del color de la ceniza y presa de un soponcio momentáneo, sólo atinó a decir: "¡Coño!" Más elocuente fue el señor, quien luego de enterarse de lo sucedido se enderezó en toda su estatura, que no era mucha, y bramó:
   –¡Mi ejemplar de puño y letra de Gutenberg! ¡Es un complot de la masonería!
Una frenada más bien grosera les probó que ya estaban en París, y la salida del compartimiento resultó confusa por la mezcla de lágrimas, valijas y despedidas, sin habar de que la nena platinada, por lo visto indiferente al sentimiento religioso o bibliotecológico reinante, se mandó mudar la primera antes de que el narrador pudiera rescatar la revista y bajar su maleta, por lo cual el viaje en taxi hasta el Barrio Latino fue más bien melancólico y sin ningún tobillito que le diera esperanzas para esa noche y las siguientes. Una vez en su departamento, bañado y con un buen trago, los dos kilos de cartas por abrir que lo esperaban le impidieron seguir enterándose del bibliocidio, y cuando al fin decidió volver a la revista le ganaron de mano con el toque característico de las llamadas de larga distancia. Todavía inmerso en el aura cultural, pensó que a lo mejor era su querido Juan Carlos Onetti que se había vuelto loco y lo llamaba después de veintitrés años de silencio, pero apenas escuchó un musgo afelpado, un lento terciopelo penumbroso, supo que era Susan Sontag y le brincó un diástole de alegría porque tampoco Susan era de las que se prodigan en el teléfono.

 

 

VIII

   Estás enterado, claro –dijo Susan.
   –¿De qué? ¿De dónde me hablas? ¿Porqué tengo la impresión de que se trata de algo malo, y eso que no soy telépata ni vidente?
   Lo mío no interesa –dijo Susan–, pero después que me rompieron las piernas tuve tiempo para pensar que...
   –¿Las piernas?
   –Ah, entonces no estás enterado. ¿Pero cómo puedes no estar enterado si Fantomas te llamó por teléfono antes que a mí?
   Lo malo en este tipo de diálogo, solía decirse el narrador, es que se prolongan muchas páginas porque se componen sobre todo de monosílabos, gritos, preguntas espasmódicas, inicios de explicación cortados por nuevas preguntas, y tendencia recíproca a insultarse por la falta de rapidez mental. Todo eso sucedió tal cual, pero podía resumirse de todas maneras en una frase de Susan: "Cuelga y sigue leyendo, estúpido". Y anota mi teléfono para llamarme después".
   Cosa que así se hizo, y bastó abrir la revista ahí donde la frenada del grosero maquinista había interrumpido la lectura para encontrarse con una orden de Fantomas a Libra:

   A Libra no debían gustarle demasiado los hermosos e inteligentes libros del narrador, pues a pesar del orden de llamadas indicado por Fantomas, el primero en manifestarse fue el penúltimo:

 

 

 

Continuación...

 

Inicio | Objetivos | Editorial | Propuesta | Nuestro equipo | Nuestra empresa | Nuestras filiales | Agradecimientos | Mapa del sitioActividades: Investigación | Talleres | Cursos | Talleres literarios | Café filosófico | Consultora
Organización de eventos | Actividades en curso: agenda | Galería de Arte | Exposición de máscaras
Rincón de los amigos | Libro de visitasArchivo generalArchivo newsletter
e-mail


transdisciplina creativa ®
Un emprendimiento de Suárez y Asociados

http://transdisciplina.tripod.com
© 2002-2004 Cecilia Suárez
ceciliasuarez-online@fibertel.com.ar

Todos los derechos reservados
  Si desea publicar / utilizar un artículo en su site, newsletter o publicación, en todo o en parte puede hacerlo libremente, en tanto incluya una completa atribución, con un link activo a http://transdisciplina.tripod.com y el mail info-transdisciplina@fibertel.com.ar. Además, por favor cuéntenos dónde aparecerá este material. Tomar la palabra es un newsletter enviado únicamente a quienes se han suscrito personalmente al mismo, han accedido como obsequio de algún/a amigo/a que conocen o han realizado uno de nuestros cursos gratuitos. La suscripción y permanencia es voluntaria, pudiendo darse de baja en cualquier momento en la sección correspondiente que se incluye en cada número. Nuestra política de privacidad no admite la comercialización ni difusión por ningún medio de los datos de nuestros suscriptores, los participantes de nuestras actividades ni nuestros clientes. Transdisciplina creativa levanta información, libros, material e imágenes de la web, si usted esgrime derechos de autor sobre algún material utilizado, infórmelo solicitando su baja o cita de su nombre. Los libros que regalamos son una gentileza de www.pidetulibro.com.ar. Todas las opiniones, ideas o consejos recogidos en Tomar la palabra pertenecen a sus respectivos autores, y son publicados a efectos meramente informativos. Transdisciplina creativa no se responsabiliza de los posibles perjuicios derivados de la utilización de los mismos, así como de errores u omisiones que pudieran producirse.