Si
consideramos a la disciplina como una categoría
organizacional del conocimiento, afirmamos que una disciplina
es una división, una especialización del trabajo, un dominio, con su
particular lenguaje, sus técnicas, sus teorías.
La
organización
del conocimiento mediante disciplinas nació con la formación de
las universidades modernas en el siglo XIX y se desarrolló y consolidó
en el siglo XX con
el impulso de la investigación.
Dado
un acontecimiento, una situación, un hecho, que se erige como objeto de
conocimiento, lo usual es que cada estudioso aborde su tarea desde la
disciplina de su competencia.
El resultado del estudio
sobre un hecho dado, abordado desde la especificidad de una disciplina
determinada, aporta una mirada, una perspectiva, que –dando por descontada la rigurosidad del
trabajo realizado- sin duda enriquecerá el conocimiento que se pueda
alcanzar sobre el objeto en cuestión, pero no agotará el conocimiento
global de dicho objeto.
Esto
ocurre porque toda disciplina, en tanto categoría organizacional
del conocimiento, es pasible de ser incluida en una estructura mayor de
la organización del conocimiento, en la cual, interactuando con otras
disciplinas, los abordajes, las perspectivas de cada disciplina particular
pueden articular los resultados de sus estudios contribuyendo al logro de
un estudio más profundo del objeto. Por ejemplo: un avance científico
del alcance del descubrimiento del código del genoma humano, amerita la
mirada de los estudiosos de las disciplinas tradicionalmente encuadradas
en el conjunto de las llamadas ciencias duras, como la física, la química,
la genética, la medicina, etc., así como los aportes de los estudiosos
de las llamadas ciencias sociales, como la ética, la sociología, la
psicología, etc..
Todas las perspectivas que proporcionan los
distintos abordajes contribuyen al alcance de un mayor grado de
conocimiento y, por consiguiente, al manejo y la utilización que dará a
los avances del conocimiento, atendiendo a las consecuencias que pudieren
producirse según el uso práctico que se decida darle a un avance
cognoscitivo determinado.
El
objeto de conocimiento es extraído y aislado del universo marco en
que surgió, o bien es construido en laboratorio y deviene en caso.
Perder de vista que la
disciplina es una categoría organizacional del conocimiento, entraña,
por lo menos, dos problemas: el de la hiperespecilización del
investigador y el de la cosificación del objeto de estudio. Así, el
investigador privilegiará la disciplina de su competencia desoyendo la
legitimidad de todo otro abordaje disciplinario posible, como
un propietario celoso que prohíbe toda entrada extranjera en su campo de
saber. Esta forma de ceguera es peligrosa.
Ese cierre, ya sea mental o esté creado por
intereses específicos que pertenecen al orden del conocimiento sino más
bien responden
a las utilidades que pueden producir los avances del conocimiento, genera
un frontera que aísla y degrada la disciplina.
Edgar
Morin nos recuerda que la etimología de la palabra “disciplina” nos
conduce a que también designa aun instrumento que sirve para azotar (ver
la acepción 4. del Diccionario de la Lengua Española de la RAE), por lo
tanto, la disciplina, en su sentido degradado: “deviene en un
medio de flagelación a los que se aventuran en el dominio de las ideas
que el especialista considera como de su propiedad”, ironiza Morin.
En el siglo XXI, la apertura es imprescindible.
La disciplina no debe ser una frontera.
Hay que
explorar otras miradas inocultables:
§
la multidisciplina
§
la interdisciplina
§
la extra-disciplina
§
la transdisciplina
Cecilia Suárez
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