Evocar
la figura del General José de San Martín -a 154 años de su muerte- nos
invita a reflexionar sobre sus valores personales, esos valores que hacen
que lo consideremos el héroe máximo de nuestra Patria. Las
dificultades que afronta la Argentina en el presente y su carencia de
orientación para superar la crisis actual, nos hacen volver la mirada
hacia atrás y revisar nuestra historia en busca de modelos de acción.
Allí, la figura del General San Martín marca un rumbo.
Su pensamiento y su acción estuvieron inspirados por
tres ideas básicas: la libertad, el tesón y la integridad.
Fue el intérprete de una nueva concepción de la
guerra que hace de la libertad un culto, de la dignidad humana un
objetivo y del orden social una necesidad. Dar a los
pueblos americanos la libertad que proviene de la soberanía, fue
el fin último de su lucha; pero supo asimismo permitirse la
libertad interior de crear un proyecto de nación y de comunidad
de naciones libres. Comprendió que era necesario salir del
terreno de la insurgencia para entrar de lleno en la guerra de la
emancipación; que era necesario sincronizar los esfuerzos de
los restantes pueblos hispanoamericanos y crear en ellos una
conciencia clara de los objetivos perseguidos. "¿Hasta
cuándo esperamos para declarar nuestra independencia? -le
escribe a Godoy Cruz en 1816- No es cosa bien ridícula acuñar
moneda, tener pabellón y cucarda nacional y hacerle guerra al
soberano de quien se dice que dependemos?".
Puso a prueba su tenacidad hasta lograr el objetivo.
Como hombre de guerra instruyó personalmente a sus oficiales,
iniciándolos en los rudimentos de la táctica y estrategia
militar, inculcándoles los principios del honor, de la
subordinación, de la lealtad y del decoro, a través de un
riguroso código moral. Supo enfrentar con hombría las
dificultades propias de esa dura tarea: ante la escasez de hombres
y medios, ante las luchas enconadas por intereses egoístas,
rivalidades e incomprensión, no perdió de vista el objetivo de
libertad para los pueblos americanos, que su ejército debía
alcanzar dando muestras de cohesión y firmeza.
La
verdadera dimensión humana de su lucha se advierte revisando sus
escritos. En las cartas aparece el hombre que trabajó por un destino de
grandeza. En 1816 le escribe a Guido: "No sé cómo está
mi cabeza; estoy rodeado de miseria; el mes entrante no tengo un cuartillo
para dar al ejército; el tiempo me falta para todo; la mala salud; pero
así vamos tirando...".
No
obstante fue capaz de esforzarse y de reclamar esfuerzos. Le dice a
Artigas en 1819: "Cada gota de sangre americana que se vierte por
nuestros disgustos me llega al corazón. Paisano mío, hagamos un
esfuerzo, transemos todos y dediquémonos únicamente a la destrucción de
los enemigos que quieran atacar nuestra libertad...".
Así
demostró su integridad, con un fin claro e irrenunciable: la libertad;
un firme empeño demostrado por su actitud tenaz; y un llamado a
la dignidad: "Los
hombres que se abandonan a los excesos son indignos de ser libres;
solamente merece serlo aquél que respeta a las personas y las
propiedades. La anarquía produce siempre calamidades, aún para los
mismos que la fomentan. Soy enemigo de los tiranos, pero también lo soy
de los malvados y perseguiré igualmente a los que atacando el orden
social, sólo parecen nacidos para el oprobio y aflicción de la
humanidad".
Ojalá
su lucha, la del ser humano no la del héroe legendario ni la
hagiográfica empobrecedora de la escuela, nos sirva de ejemplo.
Cecilia Suárez
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