BORIS CYRULNK.-
"No le importa mezclar disciplinas para estudiar los caminos para
ayudar a remontar a otros los golpes y adversidades de la
existencia".
Invitado a Chile a dictar una conferencia, el investigador francés, éxito
de ventas en Europa y portada de revistas como "Le Nouvel
Observateur" y "L'Express", ha dedicado su vida a estudiar
el trauma y el logro de la felicidad en la sociedad actual. Para ello ha
desarrollado un trabajo multidisciplinario.
Boris Cyrulnik es uno de los
principales expertos en resiliencia del mundo, apodado "el psiquiatra
de la esperanza" entre los franceses. Visitó Chile para participar
en el Ciclo de Conferencias "De qué está hecha la felicidad",
organizado por la Corporación Cultural de Las Condes, con el patrocinio
de la Embajada de Francia y el auspicio de Lan Chile y el Servicio Médico
de la Cámara Chilena de la Construcción. Neuropsiquiatra psicoanalista y
etólogo, vive en la Seyne sur Mer, al sur de Francia, desde donde se
mueve como un electrón libre por el mundo, visitando los sitios donde el
sufrimiento se ha ensañado con las personas.
Actualmente divide su apretada agenda
entre escribir y visitar universidades y centros de estudio que reclaman
su presencia y sus investigaciones sobre resiliencia, esa capacidad de
sobreponerse a los traumatismos psicológicos y las heridas emocionales más
graves, como el duelo, violación, tortura, deportación, o la guerra,
tanto como a las violencias psíquicas y morales a las cuales están
expuestos millones de seres humanos en el mundo de hoy.
"Poco le importa mezclar
disciplinas como la etología, el psicoanálisis y la neuropsiquiatría, a
la hora de estudiar los caminos para ayudar a remontar a otros los golpes
y adversidades de la existencia, puesto que se resiste a optar entre el
cuerpo y el espíritu, la palabra o la molécula, el hombre y el
animal". En este sentido, se ha transformado en un blasfemo dentro de
la comunidad científica donde la etiqueta es un deporte popular. Para él,
"no hay herida que no sea recuperable. Al final de la vida, uno de
cada dos adultos habrá vivido un traumatismo, una violencia que lo habrá
empujado al borde de la muerte. Pero aunque haya sido abandonado,
martirizado, inválido o víctima del genocidio, el ser humano es capaz de
tejer, desde los primeros días de su vida, su resiliencia, que lo ayudará
a superar los shocks inhumanos. La resiliencia es el hecho de arrancar
placer, a pesar de todo, de volverse incluso hermoso"
("L'Express").
El autor afirma en una entrevista
reciente en el "Nouvel Observateur" que la felicidad existe únicamente
en la representación mental, por tanto es siempre fruto de la elaboración.
Es algo a trabajar. Y ella se construye en el encuentro con el otro.
- Usted habla de la adversidad, las
pruebas de la vida y el traumatismo psíquico. ¿Qué diferencias hay
entre ellos?
"Hay que distinguir entre trauma
y prueba. Para hablar de trauma, es necesario haber muerto. No crean que
es una imagen, es real. La gente traumatizada dice: 'No estoy segura de
estar viva. He regresado del infierno y vuelto a la vida'. Algunos incluso
dicen: 'La salida de los campos de la muerte no es el retorno a la vida.
No soy un sobreviviente sino un retornado, un fantasma', lo que implica el
curioso pensamiento de 'mientras más envejezco, más me alejo de la
muerte'".
"Mucha gente sufre traumas y todo
el mundo debe soportar pruebas. Pero en la prueba seguimos siendo nosotros
mismos. No estamos muertos ni desgarrados. Frente a una prueba, pienso:
'He perdido mi trabajo. ¿Qué voy a hacer?'; 'Ella me abandonó. Siento
una profunda pena, pero pienso que ella es una loca por haber dejado ir a
un hombre como yo. Peor para ella'. Nos defendemos como podemos y seguimos
siendo nosotros mismos".
- ¿Por qué hay personas que teniéndolo
todo, no obstante dicen no ser felices? ¿A su juicio de qué está hecha
la felicidad?
"Emmy Werner era psicóloga. Tuvo
que ocuparse de 701 niños en Hawai. Niños sin familia, sin estudios, que
dentro de una cultura fracasada no tenían ninguna oportunidad de salir
adelante. Sin embargo, cuando volvió a ver a 204 de ellos, treinta años
después, un 80% había aprendido a leer y a escribir por su cuenta, había
aprendido un oficio y fundado una familia. Aparentemente, de alguna manera
se habían desarrollado, a pesar de todos los riesgos que los
rodeaban".
"Por el contrario, Georges
Vaillant en Harvard estudió en 1938 a 224 niños con todo tipo de
privilegios, con buena salud, un ambiente normal y estudios. Sus alumnos
comenzaron a publicar el ciclo de vida completo de estos privilegiados: un
23 por ciento tuvo una vida de continuo sufrimiento. Por lo tanto, no se
puede explicar una felicidad o un sufrimiento por una causa única: un 28
por ciento de todos modos fueron felices dentro de un medio adverso. Y
dentro de un medio en el que por lógica todo tendría que haberles
procurado la felicidad, un 23 por ciento no dejó de sufrir. Hay otras
causas que intervienen. Estas causas son menos visibles y se necesitan métodos
experimentales para notarlo".
"Entonces la felicidad no es
fatal, como tampoco lo es la desgracia. Se puede aprender a modificar
estos sentimientos".
Bienestar y felicidad
- ¿Cuál es la distinción entre
bienestar y felicidad y cómo pasar de un estado al otro?
"El bienestar es físico. Uno se
siente bien cuando todas sus necesidades están cubiertas. Se trata de una
sensación inmediata. La felicidad, en cambio, es el resultado de una
representación, de una esperanza, de un proyecto de existencia. Para
ilustrar esta diferencia, siempre cuento la historia de los picapedreros:
paseo por un camino y veo a un hombre que está picando piedras. Hace
muecas y sufre. Me explica que su oficio es idiota y que el trabajo
muscular le hace mal. Más allá, un segundo picapedrero parece más
apacible. Golpea tranquilamente la piedra y me dice que es un oficio al
aire libre y que le basta para ganarse la vida. Un poco más allá, un
tercer hombre pica piedras en éxtasis. Está radiante y sonríe. Me
explica que el hecho de picar piedras lo hace muy feliz porque piensa que
está construyendo una catedral. Aquellos que tienen una catedral en su
cabeza son felices, aquellos que se contentan con lo inmediato sienten
bienestar y aquellos que se desesperan por no tener otro oficio son
desdichados. El gesto es igual en los tres casos pero es el significado
del gesto lo que los vuelve felices o desdichados".
"Los drogadictos confunden la
felicidad con el bienestar momentáneo. El 'flash' de la droga les da una
sensación de bienestar que se apaga de inmediato y los desespera, en
tanto los que tienen un proyecto trascienden la realidad".
- Usted afirma que son las pruebas
las que van a identificarnos, las que van a mostrarnos quiénes somos de
verdad. Sin embargo, los padres de familia van por la vida protegiendo a
sus hijos del sufrimiento.
"Si uno está sobreprotegido, si
los padres hacen todo en lugar del hijo, el niño no puede descubrir lo
que realmente vale, lo que quiere, ni su verdadera identidad. Sólo puede
descubrirse a sí mismo sometiéndose a alguna prueba (lo que no quiere
decir que se deba someter a un trauma). El niño frente a esta prueba debe
estar acompañado para sentirse apegado a la persona y a la cultura que le
ha enseñado a salir adelante en esta prueba. Un niño sobreprotegido no
siente la sensación de victoria. Se siente solo porque los demás lo
hacen todo en lugar suyo y si se siente mal, los demás son los
responsables".
"Muchos adolescentes que han sido
niños sobreprotegidos descubren su identidad poniéndose ellos mismos a
prueba. En los países ricos, se advierte una cultura de buscar el peligro
entre los adolescentes. Los ritos de paso propuestos por las mismas
culturas hacen que el adolescente se sienta orgulloso de sí mismo y
cuando los adolescentes están solos, lejos de los adultos, se imponen a
menudo riesgos excesivos o incluso estúpidos".
- ¿En qué se basa usted para
afirmar que no hay sufrimiento que no pueda ser superado?
"Uno puede pasarse la vida
sufriendo si no hace nada por salir de ello, si nuestra familia, nuestros
amigos y nuestra cultura nos abandonan. Pero si uno encuentra a alguien o
alguna situación que nos permita tener esperanzas, siempre es posible
volver a desarrollarse y crecer. Pienso en una señora de 63 años que
sufrió toda su vida de problemas respiratorios. De hecho, se trataba de
angustias que le oprimían el pecho porque había sido una niña
abandonada, porque su marido la agredía y porque su trabajo la aburría.
Su marido muere y ella debe cambiarse de casa. Entonces, a los 63 años,
encuentra un trabajo de comparsa en el cine. Todos la tratan con
amabilidad, descubre un nuevo ambiente y se sorprende de no seguir
teniendo 'problemas respiratorios'. Por primera vez en la vida, se siente
bien".
- Deduciendo de sus libros y
opiniones en la prensa, pareciera ser fácil enfrentar las adversidades y
alcanzar la felicidad, ¿entonces por qué no somos más felices?
"Jamás he dicho que la felicidad
sea fácil de alcanzar en la adversidad. Sólo he dicho que es posible.
Sin duda, el precio es alto, pero aquellos que se niegan a hacer el
esfuerzo de resistir, lo pagarán aún más caro. La dimisión es
dolorosa, pero la resistencia es cara. Si la herida es demasiado grande,
si nadie sopla sobre las brasas de resiliencia que aún quedan en su
interior, será una agonía psíquica".
¿Qué es la resiliencia?
- Usted es experto en resiliencia.
Podría decirnos qué es la resiliencia, y qué de nuevo aporta a la
comprensión de los comportamientos humanos, descritos ya por la psicología
y otras ciencias humanas?
"En 1946, Anna Freud y René
Spitz describieron la evolución que en ocasiones llegó hasta la muerte,
de niños abandonados y privados de afecto. De 123 niños recogidos tras
los bombardeos de Londres, 19 murieron por falta de afecto y 23 se
convirtieron en personas débiles y delincuentes. Nadie se preguntó por
qué ni cómo los restantes 81 niños que sufrieron el mismo tipo de
trauma lograron desarrollarse, a pesar del horror impreso en sus memorias
y a pesar de las circunstancias adversas. Cuando comprendamos bien cómo
hicieron esos niños para convertirse en adultos plenamente desarrollados,
probablemente cambiaremos nuestro modo de cuidar y tal vez incluso de
educar a nuestros hijos".
- ¿Qué características
individuales se requieren para ser resilientes o cualquier persona puede
desarrollarla? ¿Hay ciertas etapas en que ésta no se pueda desarrollar?
"Todos pueden hacerse
resilientes, pues se trata de volver a unir, dentro de lo posible, las
partes de la personalidad que fueron destrozadas por el trauma. Pero la
sutura no es nunca perfecta y el destrozo deja rastros. Para volverse
resiliente, es necesario encontrar cómo se impregnaron dentro de la
memoria los recursos internos, cuál es el significado del trauma para
uno, y cómo nuestra familia, nuestros amigos y nuestra cultura colocan
alrededor del herido recursos externos que le permitirán retomar un tipo
de desarrollo".
"Los recursos internos se
componen esencialmente del aprendizaje de un estilo afectivo que se llama
'apego seguro'. Esta confianza en uno mismo proviene del modo en el que
uno ha sido amado durante los primeros meses de vida. Este aprendizaje
hace que los niños se vuelvan fáciles de amar, lo que los ayuda en su
desarrollo, pues los demás los acompañan, los aconsejan o en ocasiones
les prohíben algo. Un 65% de nuestros niños, cualquiera sea la cultura o
el nivel sociocultural de los padres, aprenden a amar de esta manera
agradable. Cuando están estresados, conservan la confianza en sí mismos,
a pesar de la agresión, y buscan a algún adulto al que tratarán de
agradar. Pero un 35% de nuestros niños han debido aprender un apego
inseguro, frío, ambivalente o dentro de una constante angustia. Estos niños
han aprendido este estilo de relación porque, en su entorno, la gente ha
sufrido: la madre enferma, muerta o deprimida. Estos niños se centran en
sí mismos y no irán en busca de un adulto que los proteja. Son ellos los
que tendrán dificultades para volverse resilientes. Pero, de todos modos,
sigue siendo posible, pues un sustituto de sus padres puede enseñarles más
adelante el apego seguro. Es, por lo tanto, una tendencia y no una
fatalidad".
- ¿Podría definir lo que usted
denomina "tutores de resiliencia"?
"Un tutor de resiliencia es
alguien, una persona, un lugar, un acontecimiento, una obra de arte que
provoca un renacer del desarrollo psicológico tras el trauma. Casi
siempre se trata de un adulto que encuentra al niño y que asume para él
el significado de un modelo de identidad, el viraje de su existencia. No
se trata necesariamente de un profesional. Un encuentro significativo
puede ser suficiente. Conozco a un joven maltratado, a quien echaron a la
calle, delincuente, prostituido, jefe de una pandilla que un día se puso
a conversar en la terraza de un café con un editor. El joven salió
transformado, diciendo: "Es la primera vez que me hablaron como a un
hombre". El editor jamás se dio cuenta hasta qué punto había
logrado encantar al joven violento y desesperado".
"Muchos niños comienzan a
aprender en el colegio una materia porque les agrada el profesor. Pero
cuando, veinte años después, uno le pide al profesor que explique la
causa del éxito de su alumno, el educador se subestima y no sospecha
hasta qué punto fue importante para el niño".
- Qué responde a los que dicen que
usted hace un elogio del sufrimiento humano? ¿No considera usted violento
decirle a una persona que está sufriendo que su dolor puede ser
maravilloso?
"Jamás le digo a alguien que
sufre que su dolor es maravilloso. Sería ridículo y escandaloso. Pero sí
le digo que uno lo puede ayudar a sufrir menos, acompañándolo y
reflexionando junto a él en los procesos de la resiliencia. Todos
aquellos que han sufrido un trauma comprenden de lo que estoy hablando y
actualmente se están redactando muchas tesis al respecto. Numerosas
instituciones de investigaciones médicas psicológicas y sociológicas
trabajan en este proceso de resiliencia que permite luchar contra el
sufrimiento".
- ¿Qué lugar ocupan las huellas
del pasado y el inconsciente en el desarrollo de la resiliencia?
"La memoria y la idea que uno
tiene de sí mismo son los lugares donde se encuentra la resiliencia. La
memoria puede ser biológica, o de imágenes o verbal o social. Un trauma
se inscribe dentro de la memoria biológica y deja en ella huellas
profundas como una especie de impronta en el cerebro. La memoria de las imágenes
existe a partir de los 2 años, antes de que aparezca la palabra. El hecho
de hablar de un acontecimiento aviva la memoria y permite modificar la
emoción asociada con dicho recuerdo. Finalmente, muchos acontecimientos
sociales forman parte de nuestra autobiografía. Todos recuerdan dónde se
encontraban para el 11 de septiembre cuando ocurrió el atentado de Nueva
York. Nadie recuerda dónde se encontraba el 7 de septiembre: un
acontecimiento social que ocurrió a miles de kilómetros se ha convertido
en parte de nuestra memoria íntima".
"Por lo tanto, en el proceso de
resiliencia, el discurso social juega un papel fundamental. Las personas
que no están heridas pueden desarrollar en la persona herida un
sentimiento de vergüenza o de orgullo: pueden decir 'lo que le pasó a
usted es repugnante. Usted no es más que una pobre víctima' o pueden
decir con respecto al mismo trauma 'Usted es un héroe. Lo admiro por
haberlo superado'".
Infelicidad adolescente
- En esta época, en que el
conocimiento de la psicología ha permitido comprender como nunca antes a
los niños y jóvenes, ¿por qué existen tantos jóvenes descontentos y
angustiados?
"No existe un progreso sin efecto
secundario. Todo progreso se paga. Hemos hecho enormes avances en la
comprensión de la infancia pero no lo hemos comprendido todo. Además,
nuestras sociedades se vuelven cada día más complejas y es muy difícil
integrarse a ellas. Los niños están mejor desarrollados y probablemente
sean más inteligentes que antes. Son más precoces física e
intelectualmente. Pero como hoy en día hacen falta diplomas para
trabajar, cada día se retrasa más su autonomía. Por lo tanto, existe
para ellos un largo período en el que comprenden todo, aprenden todo,
pero no se integran a la sociedad que ya no los acoge con tanta facilidad
como antes".
"Hace dos generaciones, una mujer
de 20 años ya tenía 2 hijos y se sentía orgullosa por ocuparse de su
hogar. Un hombre de 20 años ya había aprendido un oficio, hacía su
servicio militar y estaba orgulloso de trabajar para su familia. Hoy en día
ese tipo de conducta social equivaldría a una amputación y los jóvenes
se sentirían desdichados. Se observan, por lo tanto, al mismo tiempo,
verdaderos avances y verdadero sufrimiento".
- Para erradicar la infelicidad,
usted se inclina más por las soluciones afectivas y culturales en vez de
los fármacos. ¿Cuáles son las alternativas que usted propone,
considerando el tiempo que toma tejer esas relaciones para sostener a una
persona en crisis? ¿No significaría un alto riesgo?
"Las drogas mentales siempre han
existido. Provocaban modificaciones de la conciencia que eran
interpretadas como visitas de Dios. Hoy en día, el efecto psicológico de
las drogas tiene ante todo un efecto anti-dolor moral. Provocan euforia y
calman la ansiedad pero no resuelven el problema psicológico. Todas las
demás culturas han inventado otros medios de controlar la angustia. El
apoyo afectivo es un excelente tranquilizante: la demostración es que los
niños se calman en los brazos de una persona que les es familiar y los
adultos también, durante un duelo, se tranquilizan cuando ven que el
muerto tenía muchos amigos".
"Los rituales sociales le dan
sentido a los acontecimientos. Se integran dentro de una historia, le dan
una función y nos permiten sentirnos unidos dentro de un mismo mundo.
Nuestras culturas modernas tecnológicas disminuyen el apoyo afectivo y
suprimen los rituales.
Es por ello que la Organización
Mundial de la Salud ha pronosticado que el siglo XXI será el siglo de la
angustia y la depresión. Es también por esa razón que actualmente se ve
el desarrollo en todo el mundo de comunidades y sectas. Los individuos se
sienten más acompañados y la comunidad les da un sentido a los hechos.
Es por ello que tanta gente ha vuelto a encontrar el placer de las
comunidades y las sectas. Desgraciadamente al mismo tiempo, el
comunitarismo prepara la guerra, ignorando o despreciando a las demás
comunidades, y las sectas explotan a los individuos".
- Cuando usted afirma que la
cultura deber proveer a los individuos de soluciones frente al sufrimiento
y la adversidad, ¿qué responsabilidad le cabe al individuo mismo en la
construcción de su propia felicidad?
"En la resiliencia, las personas
lastimadas son coautoras del renacer de su desarrollo, ya que deben usar
sus recursos internos y tratar de encontrar tutores de resiliencia. Es difícil
encontrar un equilibrio entre lo privado y lo público, lo íntimo y lo
social. La búsqueda constante del placer conduce a la falta del mismo. Es
una ley del cerebro que demuestra que cuando se estimula demasiado la zona
de placer dentro de él, el exceso de estimulación termina por estimular
la zona del sufrimiento".
Boris Cyrulnik:
Profesor y Director de Enseñanza en la Facultad de Letras y Ciencias
Humanas de la Universidad de Toulon, es autor de 17 libros, con numerosas
traducciones y un notable éxito de ventas, alcanzando en algunos casos a
más de 300.000 ejemplares vendidos. Mencionamos aquellos traducidos al
español: "La maravilla del dolor", Ediciones Granica, 2001;
"Los patitos feos: una infancia infeliz no determina la vida",
Ed. Gedisa, marzo 2002; "Los alimentos afectivos", Ediciones
Nueva Visión SAIC, 1994, y "El encantamiento del mundo",
Gedisa, Barcelona, 2002.
Publicado en EL
MERCURIO, Artes y Letras, el 22 de Junio de 2003.
La
maravilla del dolor, el sentido de la resiliencia
(Ed. Granica, 2001. )
Por Boris Cyrulnik
No se trata de lo que ustedes
creen. No hay desgracia maravillosa. Pero cuando sobreviene la adversidad,
¿hay que someterse? Y si combatimos, ¿con qué armas contamos?
Siempre nos han deslumbrado esos niños que saben superar inmensas
desgracias y forjarse una vida de hombre, a pesar de todo. Pero esa manera
clásica de plantear el problema revela ya la manera como lo interpreta.
Nos "deslumbran" porque han superado una inmensa
"desgracia". El deslumbramiento y la desgracia ya están
relacionados. Y para que el sentimiento de triunfo acuda a la mente del
observador, se necesita que el niño lastimado haya tenido tiempo de
escribir varios capítulos de su historia y, al volverse así hacia su
pasado, pueda advertir que ha triunfado.
Sólo nucho más tarde, al llegar a
la "edad de la razón", podemos atribuir significado triunfal al
estruendo de la infancia. Y sin embargo, en el instante mismo de la agresión,
había ya un sentimiento en que se mezclaban sufrimiento y esperanza. En
el momomento de la herida, el niño abatido soñaba: "Un día saldré
adelante...un día me vengaré...les demostraré..." Y el placer de
soñar, combinándose con el dolor de la realidad, le permita soportarlo.
¿Tal vez el tormento mismo exaltaba la necesidad de imaginar? "los
caminos empantanados tornan más deseable el alba espiritual y más tenaz
la exigencia de un ideal". (1)
La desgracia nunca es algo puro,
tampoco la felicidad. Pero apenas la convertimos en relato, damos un
sentido al sufrimiento y comprendemos, mucho tiempo después, cómo
pudimos transformar una desgracia en maravilla, ya que todo hombre herido
se ve forzado a la metamorfosis: "Aprendí a transformar la desgracia
en una prueba. Si una te baja la cabeza, la otra te la levanta", (2)
explica Catherine Enjolet.
Dos palabras organizarán la manera
de observar y comprender el misterio de los que han salido adelante y una
vez adultos vuelven hacia las cicatrices de su pasado. Son dos palabras
extrañas, que preparan nuestra mirada: resilencia y oxímoron.
Cuando la palabra resiliency nació
en la física (soltura de reacción, elasticidad), designaba la capacidad
de un cuerpo para resistir un choque. Pero atribuía demasiada importancia
a la sustancia. Cuando pasó a las ciencias sociales, significó "la
capacidad para triunfar, para vivir y desarrollarse positivamente, de
manera socialmente aceptable, a pesar de la fatiga o de la adversidad, que
suelen implicar riesgo grave de desenlace negativo". (3)
¿Cómo volverse humano a pesar de
los golpes del destino?
Notas:
1 A. Ferrari,
"introduction" en C. Baudelaire, Petits pemes e prose, 1869;
Paris, Hachette, 1951.
2 C. Enjolet, En
danger de silence, Paris, Robert Laffont, 200,p.9.
3 S. Vanistendael,
Cles pour deveir: la resilince, Les Vendredis de Chateauvallon, nov. 1998;
BICE; Bureau Internanional Catholique de l'Enfance, Les Cahiers du BICE,
1996, p.9.
Gentileza de: http://www.resiliencia.cl/
|