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        ARTÍCULOS: ARCHIVO

 


Los filósofos perros
por Alejandro Piscitelli

 

 

1. La filosofía que nunca cesa

Quienes se dieron cuenta antes que yo mismo fueron mis amigos Horacio González y Heriberto Muraro. Fue cuando en una histórica (y grabada en video aunque nunca conseguí la copia) presentación en el ICI de Buenos Aires a mediados de 1996, dijeron sin empacho que Ciberculturas 1.0 era un libro de lesa filosofía.

Que más allá de desvíos y de encubrimientos, que rompiendo con el disfraz y los atajos de un video que yo mismo edité y que acompañó la velada, que más allá de los temas y las cuestiones, el estilo y el espíritu que impregnaba ese libro, no era otro que el de la vieja y siempre redivida filosofía.

Quien volvió a poner el dedo sobre la llaga fue Ana María Vara en la nota que hizo sobre Meta-Cultura, porque la periodista que esta haciendo un Master en Nueva York, tampoco se comió el amague y me devolvió una imagen de mis preocupaciones que -me guste no- siempre me lleva a la matriz, a las bases, al inicio, a la genealogía, cual es la impronta filosófica.

Claro después de ver algún programa grabado de los que nos dejó Jaime Barylko -que a pesar de muerto no se resigna a dejarnos tranquilos-, después de hojear alguna página amarilla que nos legó el profesor Adolfo Carpio, después de sobrellevar alguna revista filosófica de las académicas, parecería que lo mejor que nos podría pasar es olvidarnos para siempre de la filosofía.

Pero pagaríamos muy cara tal terquedad. Porque la filosofía poco y nada tiene que ver con la historia de la filosofía y mucho menos con su pedagogía -como nos quieren hacer creer los burócratas del saber.

No se trata tan solo de que ni la Universidad de Buenos Aires ni mucho menos algunas de las otras decenas que tienen carreras de filosofía en la Argentina, carezcan del nivel que suponemos existe en Europa o en USA.

No, es mucho mas grave que eso. Hace décadas sino siglos que la filosofía académica está muerta. No se la puede redimir ni resucitar. No tiene ningún sentido beber en ella y mucho menos en los comentaristas de los clásicos. A menos que... a menos que pudiéramos ignorar al gabinete y a la universidad para persistir en la práctica antigua de la filosofía.

2. La antigua práctica pre-socrática de la filosofÏa

Como le pasa a uno de los pocos filósofos interesantes actuales como es Michel Onfray, (que actualmente esta dictando un fascinante Seminario sobre la Filosofía Hedonista en la Universidad Popular de Caen, Francia ) cuando en sus lejanos años formativos fue convocado a un primera visita a Roma para seguir los pasos del De Rerun Natura de Lucrecio .

Porque Onfray fuecatapultado a ese viaje del conocimiento de si (tema por antonomasia del último Foucault) por M. Lucien Jerphagnon autor de Vivre et philosopher sous les Césars, y de la Histoire de la pensée dans líAntiquité et au Moyen-¬ge, un profesor, maestro suyo, de los de verdad, que concebía en pleno siglo XX, en una clase de la universidad francesa de Caen que la filosofía podía despegarse del banco y de la molicie y retomar el contacto con las consideraciones intempestivas de quienes vivieron en Roma y en Atenas mas de 20 siglos atrás.

Porque M. Lucien Jerphagnon, el profesor de Onfray, como el mismo ahora retraza ese itinerario en su simpático y recomendable Cínicos. Retrato de los filósofos perros (Original 1990, traducción castellana Paidos, 2002), trataba de establecer una proximidad con lo real, exponiendo actitudes, un arte de vivir y un estilo.

Para estos interruptores de la tontería filosófica académica, la filosofía nada tiene que ver con la enseñanza de teorías abstractas o con la exégesis aguda y tediosa de los pensamientos muertos.

Para ellos la filosofía era un estética de la existencia. La conversión pagana que proponían apuntaba al orden de la vida cotidiana. Conocer a los filósofos que enseñaban equivalía a poner en tela de juicio a la propia vida.

No era -como pasa con los profesores actuales- tan solo una forma ganarse la vida, lícita obviamente, pero meramente retórica. Enseñar a un filósofo como Lucrecio no era sino enseñar a vivir. No se buscaba recitar versos o explicar lo inexplicable, sino de aprender a ser hombre (y mujer), dar sentido a la existencia, no depender mas que de nosotros mismos, ejercer el dominio de nosotros, trabajar la voluntad y hacer de cada uno de nosotros un objeto que tiene que transformarse en sujeto.

Eso y ninguna otra cosa -como tan bien lo pudo recuperar osadamente James Miller en La pasion de Michel Foucault (Andrés Bello, 1995), en la mas intempestiva de sus biografías- era lo que estaba tratando de hacer Foucault a mediados de 1984 yaciendo en su lecho de muerte en un hospital parisino.

3. La filosofía y las preocupaciones paganas

La universidad y los universitarios no tienen preocupaciones paganas. Solo les interesan los puntos de sus dedicaciones y el Banelco en donde les depositan los emolumentos.

En ello son ayudados por la filosofía que se invento después de la antigüedad -especialmente a partir de la llegada a de los Padres de la Iglesia- que se presta mucho mejor que aquella para la disección, el encajonamiento y el mero discurrir. Filosofía para exámenes.

Por el contrario -y esto era un secreto que Conrado Eggers Lan siempre quiso compartir con nosotros- las filosofías antiguas se distinguen de todas las que las siguieron porque fueron las únicas que propusieron ejercicios espirituales, propendiendo a una transformación de la naturaleza del sujeto que los practicaba.

Solo quienes nos perdimos en los laberintos de la filosofía antigua pudimos experimentar en carne propia -Eggers nos lo enseño, Ansgar Klein de rebote tal vez- esa extraña paradoja que consiste en que un maestro puede enseñar a su discípulo a desprenderse de el, a liberarse lo mas posible.

Por eso fue un gran filósofo Gregory Bateson, por eso fue un gran filosofo Michel Foucault, por eso fue un gran maestro Francisco Varela -aunque ninguno tenía título oficial de filósofo. Los mas grandes filósofos son mulos, no crean escuelas, pero tampoco esa infecundidad hace encallar al pensamiento, ni tampoco suponen que su sistema será el ultimo de los posibles/pensables.

Para Onfray lo que aprendió de Lucrecio semeja a lo que nosotros aprendimos de Platon y de Aristóteles con Eggers. No importa el disparador, lo que importa es la habilidad con que Eggers o algún otro maestro -Foucault claro cuando tuvimos la suerte impar de merodearlo en la Vincennes parisina de 1969- esfumaban hasta hacerlo desaparecer al entorno real ,generando un entorno virtual que no tiene nada que envidiarla a los anteojos de realidad virtual utilizados por Pierce Brosman en su Bond n† 20 Die another day.

La importancia del maestro la vivía Onfray con más fuerza que nunca al consultar los volúmenes y tomar notas de los textos de Lucrecio. Cual si fuera un viejo proyector que no logra plasmar el Cinemascope de 70 mm, sin la voz del maestro acompañando los textos, estos se deshacían en teorías frías y en conceptos vacíos.

El encanto desaparecía, porque no estaba en el texto. Para captar las vetas o percibir la naturaleza engalanada de las paginas hacían falta la voz del maestro, su voz y sus comentarios. Aunque claro no cualquier texto iniciatico es el mismo ni cualquiera puede servir como tal.

De Rerum Natura (como lo revelo hace casi 3 décadas la relectura deleuziana en especial en Diferencia y Repetición y en el apéndice II de La lógica del Sentido Lucrecio y el simulacro) es una pieza estratégica cuando de revivir a la filosofía se trata. Porque allí brilla un pensamiento materialista ateo, una ética pragmática, una manera eficaz de poner en evidencia la falsedad, y un claro desdén por la condena eterna y el pecado, la falta y la mortificación, el infierno y la culpabilidad.

Todos caballitos de batallas redivivos siempre por la iglesia católica, y ahora reeditados por sus sosias electrónicos, el evangelismo pentecostal de quien en estos días tenemos aquí la desgraciada presencia de Luis Palau.

Porque el epicureísmo demostró que era posible un pensamiento que estuviera mas allá del cristianismo. Lucrecio reveló que es posible una ética sin Dios, así como es posible un psicoanálisis sin complejo de Edipo -propuesta central del Anti-Edipo. Capitalismo y Esquizofrenia de Gilles Deleuze y Felix Guattari.

4. La fuerza de los presocráticos, el vigor de los sofistas.

Obviamente la instalación de la inquietud filosófica en Onfray no devino entera a partir de la sola y exclusiva lectura de De Rerum Natura. El itinerario que lo llevaría apenas cumplidos los 40 años, y después de mas de 20 años de enseñar filosofía en los colegios técnicos, a inventar una Universidad Popular Filosófica paso por otros autores y tentaciones.

Así su segundo encuentro con las ideas antiguas se produjo a través de Plotino, en particular de sus Eneadas. Y al año siguiente se ensimismo en la Vida de Plotino de Porfirio .

Aunque se trata de ideas y de pensadores muy distintos Onfray seguia encontrando en estos autores -como antes le había pasado con Epicúreo y con Lucrecio- la misma preocupación basal por lo concreto, por la vida cotidiana y la voluntad de promover una existencia filosófica.

Onfray es tajante. Lo que menos le interesó de Plotino fue la mística -tan recuperada por los protagonistas de las clases de Filosofía Medieval. Porque esa mística esta demasiado cercana del catecismo conceptualizado, de todo lo que huele a pedagogía berreta, a repetición mecánica y servil.

Lo que Onfray mas rescato de Plotino fue en cambio esa frase que hoy parece sacada de los tratados de diseño ontológico de Fernando Flores según la cual nunca hay que dejar de tallar la propia estatua.

A Onfray siempre le sedujeron las accesis y en esto a Socrates también le cupo un papel protagónico -mas allá de las operaciones de neutralización libidinal llevadas a cabo por el platonismo y su control de la conversación a manos de la escritura.

Porque Erich Fromm y su discurso del pasaje del tener al ser es un poroto al lado de la versión original en la Apología de Socrates en donde el bebedor de cicuta insiste en que hay que preocuparse menos por lo que uno tiene que por lo que uno es, a fin de hacerse lo mas excelente y razonable posible.

Onfray también abrevo en el libro de cabecera de Hannibal Lecter, a saber los Pensamientos para mí mismo de Marco Aurelio, en donde el autor sin renunciar a las deudas intelectuales tampoco las convertia en la deuda externa impagable del pensamiento por venir.

Porque el gran desafio es precisamente dejarse envolver por un pensamiento nuevo, encarnándolo, y al mismo tiempo tomar distancia máxima del mismo. La aventura de las ideas no consiste en la conversión -pentecostal. Todo lo contrario se trata mucho mas -como bien decía Wittgenstein- de tirar la escalera por la que acabamos de subir y esto no una sino infinitas veces.

El maestro de Onfray trasmitía un sentido y también endiosaba el método. Su discípulo en cambio valoraba mucho mas al método que al contenido. La filosofía no es un tren que para en todas las estaciones y del cual uno se baja donde mas le gusta.

La filosofía es un viaje eterno con destino incierto y donde las escalas valen no tanto por la geografía cuanto por ser apenas mojone de un itinerario -como bien dice Steve Jobs, en la filosofÏa the journey is the reward -(el camino es la recompensa).

Por eso Onfray se alejo rápidamente del neo-plotinismo y ofreció internarse, metódica y entusiastamente en los volúmenes de las Vidas, Opiniones y sentencia de los filósofos mas ilustres de Diógenes Laercio.

Y allí no solo se topo con los clásicos de los clásicos, sino que encontró también a los escépticos, a los aislados, a Epicuro pero sobretodo a quienes serian sus compañeros de ruta mas queridos de estos ultimos 20 años. Se trato es claro de los cirenaicos, discípulos de Aristipo, y los cínicos de quienes Diógenes de Sinope es el emblema.

La historia de la filosofía junta en esas paginas de Diogenes Laercio a cerca de 80 filósofos, pero a Onfray lo que mas le llamó la atenciónfue la escasa sobrevivencia de textos como los de Aristipo y Diógenes, un silencio bibliográfico y una amnesia dirigida que hace sospechar que la historia de Occidente esta guiada por el encubrimiento tanto en nuestro presente como siempre.

5. La revulsión del placer

La policía universitaria nunca encontró encanto alguno en los cirenaicos y en su placer erigido en regla o en los cínicos y su práctica metodológica de la subversión.

Aristipo era el Batato Barea de la época. Gozaba del instante presente y consideraba -contra Platon y el cristianismo- que los placeres del cuerpo eran superiores los del alma.

Le fascinaban las prostitutas y vivía con una joven cortesana. Bailaba en las fiestas -como el ex-alcalde de Nueva York, Robert Giuliani- vestido de mujer. Pero sobretodo amaba los perfumes, siendo que de todos los sentidos el que mas ha sido amputado por la filosofía tradicional ha sido la nariz.

Los cirenaicos no tenían pelos en la lengua. Para ellos el placer era un bien aunque proviniera de las cosas mas vergonzosas. Esta operación de silencianamiento -que entre nosotros sólo fue rota ocasionalmente por Tomás Abraham- incluye obviamente a los gnósticos y a los licenciosos. La historia de la filosofía como cualquier otra historia ha sido escrita por los vencedores. Y en esta categoría figura obviamente el platonismo-cristianizante.

No hay pues que asombrarse de que los anaqueles de las bibliotecas estén saturados de tesis de doctorado sobre la conversión de San Agustín, obispo de Ipona, pero no digan nada de Simon el Mago.

Este cual mormón pre-moderno vivía en unión libre con una treintena de parejas que practicaban todo tipo de intercambios. Los gnósticos de Tolomeo y los amigos de Simon se nutrían de los alimentos dedicados a los dioses, practicaban el incesto y defendían las copulaciones atléticas y deportivas.

Las sectas de los ofitas y los setianos practicaban la sodomía a modo de rito iniciatico. La felacion estaba integrada a los grados de intersubjetividad -y no se trataba de la repetición monocorde y aguada de las imagenes del canal Venus.

Habia para todos los gustos. Asi los barbelognósticos eran fanáticos del semen. Y que decir de los euchitas que repudiaban el trabajo y pasaban la mayor parte de tiempo sin hacer nada. O que se dedicaba a consumir pepas al mejor estilo de los hippies de los años 60.

Je y nosotros que creemos que La Dolce Vita de Fellini inventó il dolce far niente, o que las revistas Playboy o Hustler sancionaron la pornografia de masas. Cuánta historia nos falta conocer.

En las antípodas del apolíneo Luis Palau, los gnósticos no tuvieron empacho en sostener que para ser eficaz toda oposición al mundo, toda pretendida liberación espiritual o social, debe liberar primero al sexo. (Hay que conseguirse si o si la obra de Leonce Paquet Les Cyniques Grecs. Fragments et temoingages. Universidad de Ottawa, 1975).

Justamente el itinerario de Onfray una vez descubierta su mina de innovación en los cínicos fue pasar por la obra de Paquet, elegirlo a Diogenes, descubrir que este había sido silenciado a través de su descalificación para promoverlo a Antistenes mucho mas potable.

La manía clasificatoria de reducir al cinismo a un mero precursor del estoicismo, o en la misma volteada igualar a todas las opiniones subsumiendolas dentro de la media de una escuela juega precisamente en este sentido devaluatorio. Pero en filosofía (en la vida real) los hitos solo sirven para hacer buenas infografias.

Como las historias clínicas de Oliver Sacks lo muestran, cada individuo -especialmente en las enfermedades de las que a lo mejor hay solo cinco casos en la historia- es una entidad irreductible. Y lo mismo pasa con los filosofos. Cada uno es único, y si es distinto mucho mejor.

La transmisión es pues posible. Lucien Jerphagnon le enseño a Onfray la libertad de espíritu y la independencia, el gusto por la filosofía practica y concreta, la provocación en relación a los poderes, la desconfianza hacia la instituciones que se apoderan del pensamiento a fin de limarlo de asperezas y volverlo inocuo.

Pero mas que ninguna cosa el profesor vacunó al alumno en contra de cualquier consumo edulcorante de los escolásticos contemporáneos -en versión académica o popular, en versión libresca o mediatica.

Recorriendo el camino de Onfray nosotros nos vacunamos y redescubrimos que nuestra impronta filosófica esta tan viva como hace mas de 30 años cuando nos recibimos de lectores de la historia de la filosofÏa, cuando por eso mismo dejamos de leerlos, cuando decidimos que el escolasticismo era la enfermedad infantil de nuestro tiempo.

E la nave va.

 

Gentileza de: http://www.ilhn.com/

 

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