1.
La filosofía que nunca cesa
Quienes se dieron cuenta antes que
yo mismo fueron mis amigos Horacio González y Heriberto Muraro.
Fue cuando en una histórica (y grabada en video aunque nunca
conseguí la copia) presentación en el ICI de Buenos Aires a
mediados de 1996, dijeron sin empacho que Ciberculturas 1.0 era
un libro de lesa filosofía.
Que más allá de desvíos y de
encubrimientos, que rompiendo con el disfraz y los atajos de un
video que yo mismo edité y que acompañó la velada, que más allá
de los temas y las cuestiones, el estilo y el espíritu que
impregnaba ese libro, no era otro que el de la vieja y siempre
redivida filosofía.
Quien volvió a poner el dedo sobre
la llaga fue Ana María Vara en la nota que hizo sobre Meta-Cultura,
porque la periodista que esta haciendo un Master en Nueva York,
tampoco se comió el amague y me devolvió una imagen de mis
preocupaciones que -me guste no- siempre me lleva a la matriz, a
las bases, al inicio, a la genealogía, cual es la impronta filosófica.
Claro después de ver algún
programa grabado de los que nos dejó Jaime Barylko -que a
pesar de muerto no se resigna a dejarnos tranquilos-, después de
hojear alguna página amarilla que nos legó el profesor Adolfo
Carpio, después de sobrellevar alguna revista filosófica de
las académicas, parecería que lo mejor que nos podría pasar es
olvidarnos para siempre de la filosofía.
Pero pagaríamos muy cara tal
terquedad. Porque la filosofía poco y nada tiene que ver con
la historia de la filosofía y mucho menos con su pedagogía
-como nos quieren hacer creer los burócratas del saber.
No se trata tan solo de que ni la
Universidad de Buenos Aires ni mucho menos algunas de las otras
decenas que tienen carreras de filosofía en la Argentina,
carezcan del nivel que suponemos existe en Europa o en USA.
No, es mucho mas grave que eso. Hace
décadas sino siglos que la filosofía académica está muerta.
No se la puede redimir ni resucitar. No tiene ningún sentido
beber en ella y mucho menos en los comentaristas de los clásicos.
A menos que... a menos que pudiéramos ignorar al gabinete y a la
universidad para persistir en la práctica antigua de la filosofía.
2. La antigua práctica pre-socrática
de la filosofÏa
Como le pasa a uno de los pocos filósofos
interesantes actuales como es Michel
Onfray, (que actualmente esta dictando un fascinante Seminario
sobre la Filosofía Hedonista en la Universidad Popular
de Caen, Francia ) cuando en sus lejanos años formativos fue
convocado a un primera visita a Roma para seguir los pasos del
De Rerun Natura de Lucrecio .
Porque Onfray fuecatapultado a ese
viaje del conocimiento de si (tema por antonomasia del último
Foucault) por M. Lucien Jerphagnon autor de Vivre et
philosopher sous les Césars, y de la Histoire de la pensée
dans líAntiquité et au Moyen-¬ge, un profesor, maestro
suyo, de los de verdad, que concebía en pleno siglo XX, en una
clase de la universidad francesa de Caen que la filosofía podía
despegarse del banco y de la molicie y retomar el contacto con las
consideraciones intempestivas de quienes vivieron en Roma y
en Atenas mas de 20 siglos atrás.
Porque M. Lucien Jerphagnon, el
profesor de Onfray, como el mismo ahora retraza ese itinerario en
su simpático y recomendable Cínicos. Retrato de los filósofos
perros (Original 1990, traducción castellana Paidos, 2002),
trataba de establecer una proximidad con lo real, exponiendo
actitudes, un arte de vivir y un estilo.
Para estos interruptores de la
tontería filosófica académica, la filosofía nada tiene que ver
con la enseñanza de teorías abstractas o con la exégesis aguda
y tediosa de los pensamientos muertos.
Para ellos la filosofía era un
estética de la existencia. La conversión pagana que proponían
apuntaba al orden de la vida cotidiana. Conocer a los filósofos
que enseñaban equivalía a poner en tela de juicio a la propia
vida.
No era -como pasa con los
profesores actuales- tan solo una forma ganarse la vida, lícita
obviamente, pero meramente retórica. Enseñar a un filósofo como
Lucrecio no era sino enseñar a vivir. No se buscaba recitar
versos o explicar lo inexplicable, sino de aprender a ser hombre
(y mujer), dar sentido a la existencia, no depender mas que de
nosotros mismos, ejercer el dominio de nosotros, trabajar la
voluntad y hacer de cada uno de nosotros un objeto que tiene que
transformarse en sujeto.
Eso y ninguna otra cosa -como tan
bien lo pudo recuperar osadamente James Miller en La pasion de
Michel Foucault (Andrés Bello, 1995), en la mas intempestiva de
sus biografías- era lo que estaba tratando de hacer Foucault a
mediados de 1984 yaciendo en su lecho de muerte en un hospital
parisino.
3. La filosofía y las
preocupaciones paganas
La universidad y los universitarios
no tienen preocupaciones paganas. Solo les interesan los puntos de
sus dedicaciones y el Banelco en donde les depositan los
emolumentos.
En ello son ayudados por la
filosofía que se invento después de la antigüedad
-especialmente a partir de la llegada a de los Padres de la
Iglesia- que se presta mucho mejor que aquella para la disección,
el encajonamiento y el mero discurrir. Filosofía para exámenes.
Por el contrario -y esto era un
secreto que Conrado Eggers Lan siempre quiso compartir con
nosotros- las filosofías antiguas se distinguen de todas las que
las siguieron porque fueron las únicas que propusieron ejercicios
espirituales, propendiendo a una transformación de la naturaleza
del sujeto que los practicaba.
Solo quienes nos perdimos en los
laberintos de la filosofía antigua pudimos experimentar en carne
propia -Eggers nos lo enseño, Ansgar Klein de rebote tal vez- esa
extraña paradoja que consiste en que un maestro puede enseñar
a su discípulo a desprenderse de el, a liberarse lo mas
posible.
Por eso fue un gran filósofo Gregory
Bateson, por eso fue un gran filosofo Michel Foucault,
por eso fue un gran maestro Francisco Varela -aunque
ninguno tenía título oficial de filósofo. Los mas grandes filósofos
son mulos, no crean escuelas, pero tampoco esa infecundidad
hace encallar al pensamiento, ni tampoco suponen que su sistema
será el ultimo de los posibles/pensables.
Para Onfray lo que aprendió de
Lucrecio semeja a lo que nosotros aprendimos de Platon y de Aristóteles
con Eggers. No importa el disparador, lo que importa es la
habilidad con que Eggers o algún otro maestro -Foucault claro
cuando tuvimos la suerte impar de merodearlo en la Vincennes
parisina de 1969- esfumaban hasta hacerlo desaparecer al entorno
real ,generando un entorno virtual que no tiene nada que
envidiarla a los anteojos de realidad virtual utilizados por
Pierce Brosman en su Bond n† 20 Die another day.
La importancia del maestro la vivía
Onfray con más fuerza que nunca al consultar los volúmenes y
tomar notas de los textos de Lucrecio. Cual si fuera un viejo
proyector que no logra plasmar el Cinemascope de 70 mm, sin la voz
del maestro acompañando los textos, estos se deshacían en teorías
frías y en conceptos vacíos.
El encanto desaparecía, porque no
estaba en el texto. Para captar las vetas o percibir la naturaleza
engalanada de las paginas hacían falta la voz del maestro, su voz
y sus comentarios. Aunque claro no cualquier texto iniciatico es
el mismo ni cualquiera puede servir como tal.
De Rerum Natura (como lo
revelo hace casi 3 décadas la relectura deleuziana en especial en
Diferencia y Repetición y en el apéndice II de La lógica
del Sentido Lucrecio y el simulacro) es una pieza
estratégica cuando de revivir a la filosofía se trata. Porque
allí brilla un pensamiento materialista ateo, una ética pragmática,
una manera eficaz de poner en evidencia la falsedad, y un claro
desdén por la condena eterna y el pecado, la falta y la
mortificación, el infierno y la culpabilidad.
Todos caballitos de batallas
redivivos siempre por la iglesia católica, y ahora reeditados por
sus sosias electrónicos, el evangelismo pentecostal de quien en
estos días tenemos aquí la desgraciada presencia de Luis Palau.
Porque el epicureísmo demostró
que era posible un pensamiento que estuviera mas allá del
cristianismo. Lucrecio reveló que es posible una ética sin Dios,
así como es posible un psicoanálisis sin complejo de Edipo
-propuesta central del Anti-Edipo. Capitalismo y Esquizofrenia
de Gilles Deleuze y Felix Guattari.
4. La fuerza de los presocráticos,
el vigor de los sofistas.
Obviamente la instalación de la
inquietud filosófica en Onfray no devino entera a partir de la
sola y exclusiva lectura de De Rerum Natura. El itinerario
que lo llevaría apenas cumplidos los 40 años, y después de mas
de 20 años de enseñar filosofía en los colegios técnicos, a
inventar una Universidad Popular Filosófica paso por otros
autores y tentaciones.
Así su segundo encuentro con las
ideas antiguas se produjo a través de Plotino, en
particular de sus Eneadas.
Y al año siguiente se ensimismo en la Vida
de Plotino de Porfirio .
Aunque se trata de ideas y de
pensadores muy distintos Onfray seguia encontrando en estos
autores -como antes le había pasado con Epicúreo y con Lucrecio-
la misma preocupación basal por lo concreto, por la vida
cotidiana y la voluntad de promover una existencia filosófica.
Onfray es tajante. Lo que menos
le interesó de Plotino fue la mística -tan recuperada por
los protagonistas de las clases de Filosofía Medieval. Porque esa
mística esta demasiado cercana del catecismo conceptualizado, de
todo lo que huele a pedagogía berreta, a repetición mecánica y
servil.
Lo que Onfray mas rescato de
Plotino fue en cambio esa frase que hoy parece sacada de los
tratados de diseño ontológico de Fernando Flores según
la cual nunca hay que dejar de tallar la propia estatua.
A Onfray siempre le sedujeron las
accesis y en esto a Socrates también le cupo un papel protagónico
-mas allá de las operaciones de neutralización libidinal
llevadas a cabo por el platonismo y su control de la conversación
a manos de la escritura.
Porque Erich Fromm y su discurso
del pasaje del tener al ser es un poroto al lado de la
versión original en la Apología de Socrates en donde el
bebedor de cicuta insiste en que hay que preocuparse menos por lo
que uno tiene que por lo que uno es, a fin de hacerse lo mas
excelente y razonable posible.
Onfray también abrevo en el libro
de cabecera de Hannibal Lecter, a saber los Pensamientos
para mí mismo de Marco Aurelio, en donde el autor sin
renunciar a las deudas intelectuales tampoco las convertia en la
deuda externa impagable del pensamiento por venir.
Porque el gran desafio es
precisamente dejarse envolver por un pensamiento nuevo, encarnándolo,
y al mismo tiempo tomar distancia máxima del mismo. La
aventura de las ideas no consiste en la conversión
-pentecostal. Todo lo contrario se trata mucho mas -como bien decía
Wittgenstein- de tirar la escalera por la que acabamos de
subir y esto no una sino infinitas veces.
El maestro de Onfray trasmitía un
sentido y también endiosaba el método. Su discípulo en cambio
valoraba mucho mas al método que al contenido. La filosofía no
es un tren que para en todas las estaciones y del cual uno se baja
donde mas le gusta.
La filosofía es un viaje eterno
con destino incierto y donde las escalas valen no tanto por la
geografía cuanto por ser apenas mojone de un itinerario -como
bien dice Steve Jobs, en la filosofÏa the journey is
the reward -(el camino es la recompensa).
Por eso Onfray se alejo rápidamente
del neo-plotinismo y ofreció internarse, metódica y
entusiastamente en los volúmenes de las Vidas,
Opiniones y sentencia de los filósofos mas ilustres de Diógenes
Laercio.
Y allí no solo se topo con los clásicos
de los clásicos, sino que encontró también a los escépticos, a
los aislados, a Epicuro pero sobretodo a quienes serian sus
compañeros de ruta mas queridos de estos ultimos 20 años. Se
trato es claro de los cirenaicos, discípulos de Aristipo,
y los cínicos de quienes Diógenes de Sinope es el
emblema.
La historia de la filosofía junta
en esas paginas de Diogenes Laercio a cerca de 80 filósofos, pero
a Onfray lo que mas le llamó la atenciónfue la escasa
sobrevivencia de textos como los de Aristipo y Diógenes, un
silencio bibliográfico y una amnesia dirigida que hace
sospechar que la historia de Occidente esta guiada por el
encubrimiento tanto en nuestro presente como siempre.
5. La revulsión del placer
La policía universitaria
nunca encontró encanto alguno en los cirenaicos y en su placer
erigido en regla o en los cínicos y su práctica metodológica de
la subversión.
Aristipo era el Batato Barea
de la época. Gozaba del instante presente y consideraba -contra
Platon y el cristianismo- que los placeres del cuerpo eran
superiores los del alma.
Le fascinaban las prostitutas y vivía
con una joven cortesana. Bailaba en las fiestas -como el
ex-alcalde de Nueva York, Robert Giuliani- vestido de mujer. Pero
sobretodo amaba los perfumes, siendo que de todos los sentidos el
que mas ha sido amputado por la filosofía tradicional ha sido la
nariz.
Los cirenaicos no tenían
pelos en la lengua. Para ellos el placer era un bien aunque
proviniera de las cosas mas vergonzosas. Esta operación de
silencianamiento -que entre nosotros sólo fue rota ocasionalmente
por Tomás Abraham- incluye obviamente a los gnósticos
y a los licenciosos. La historia de la filosofía como
cualquier otra historia ha sido escrita por los vencedores. Y en
esta categoría figura obviamente el platonismo-cristianizante.
No hay pues que asombrarse de que
los anaqueles de las bibliotecas estén saturados de tesis de
doctorado sobre la conversión de San Agustín, obispo de Ipona,
pero no digan nada de Simon el Mago.
Este cual mormón pre-moderno vivía
en unión libre con una treintena de parejas que practicaban
todo tipo de intercambios. Los gnósticos de Tolomeo y los
amigos de Simon se nutrían de los alimentos dedicados a los
dioses, practicaban el incesto y defendían las
copulaciones atléticas y deportivas.
Las sectas de los ofitas y los
setianos practicaban la sodomía a modo de rito iniciatico. La
felacion estaba integrada a los grados de intersubjetividad -y no
se trataba de la repetición monocorde y aguada de las imagenes
del canal Venus.
Habia para todos los gustos. Asi los
barbelognósticos eran fanáticos del semen. Y que decir de
los euchitas que repudiaban el trabajo y pasaban la mayor
parte de tiempo sin hacer nada. O que se dedicaba a consumir pepas
al mejor estilo de los hippies de los años 60.
Je y nosotros que creemos que La
Dolce Vita de Fellini inventó il dolce far niente, o
que las revistas Playboy o Hustler sancionaron la pornografia de
masas. Cuánta historia nos falta conocer.
En las antípodas del apolíneo
Luis Palau, los gnósticos no tuvieron empacho en sostener que para
ser eficaz toda oposición al mundo, toda pretendida liberación
espiritual o social, debe liberar primero al sexo. (Hay que
conseguirse si o si la obra de Leonce Paquet Les
Cyniques Grecs. Fragments et temoingages. Universidad de
Ottawa, 1975).
Justamente el itinerario de Onfray
una vez descubierta su mina de innovación en los cínicos fue
pasar por la obra de Paquet, elegirlo a Diogenes, descubrir que
este había sido silenciado a través de su descalificación para
promoverlo a Antistenes mucho mas potable.
La manía clasificatoria de reducir
al cinismo a un mero precursor del estoicismo, o en la misma
volteada igualar a todas las opiniones subsumiendolas dentro de la
media de una escuela juega precisamente en este sentido
devaluatorio. Pero en filosofía (en la vida real) los hitos solo
sirven para hacer buenas infografias.
Como las historias clínicas de
Oliver Sacks lo muestran, cada individuo -especialmente en las
enfermedades de las que a lo mejor hay solo cinco casos en la
historia- es una entidad irreductible. Y lo mismo pasa con los
filosofos. Cada uno es único, y si es distinto mucho mejor.
La transmisión es pues posible.
Lucien Jerphagnon le enseño a Onfray la libertad de espíritu y
la independencia, el gusto por la filosofía practica y concreta,
la provocación en relación a los poderes, la desconfianza hacia
la instituciones que se apoderan del pensamiento a fin de limarlo
de asperezas y volverlo inocuo.
Pero mas que ninguna cosa el
profesor vacunó al alumno en contra de cualquier consumo
edulcorante de los escolásticos contemporáneos -en versión
académica o popular, en versión libresca o mediatica.
Recorriendo el camino de Onfray
nosotros nos vacunamos y redescubrimos que nuestra impronta filosófica
esta tan viva como hace mas de 30 años cuando nos recibimos de
lectores de la historia de la filosofÏa, cuando por eso mismo
dejamos de leerlos, cuando decidimos que el escolasticismo era la
enfermedad infantil de nuestro tiempo.
E la nave va.
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