La debilidad del compromiso de la sociedad argentina con la ley y
su Constitución, unido a un grave déficit de legitimidad
institucional, son las principales conclusiones que surgen de
nuestra investigación: "Encuesta de cultura
constitucional. Argentina: una sociedad anómica",
proyecto conjunto de la Asociación Argentina de Derecho
Constitucional e IDEA Internacional, publicado por el Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM de México, y dirigido por
Antonio Maria Hernández, Manuel Mora y Araujo y mi persona.
La desagregación de los datos evidencia los claroscuros que
caracterizan nuestra sociedad. En el terreno positivo, constatamos
la alta valoración que la mayoría de los entrevistados tiene de
la Constitución y el hecho de que el respeto a la ley aparece
como el logro más deseado para la sociedad argentina. La
observancia y aplicación de las leyes son vistas asimismo como el
factor más importante para fortalecer la democracia, junto a la
existencia de gobiernos honestos, transparentes y que rindan
cuenta.
Pero de la investigación surgen, de igual forma, con toda crudeza,
noticias muy preocupantes. Entre ellas, un bajo grado de
conocimiento de la Constitución junto a un alto nivel de
irrespeto por la legalidad. El 86% de la población entrevistada
considera que la Argentina vive la mayor parte del tiempo al
margen de la ley, mientras que para el 88% de los entrevistados
los argentinos son desobedientes y transgresores -aunque la mayoría
no se ubica a sí mismo en esa categoría. Particularmente grave
es el hecho de que los políticos en primer lugar (con un 74%),
seguidos de los policías (56%), los funcionarios públicos (49%)
y los jueces (41%) sean percibidos como los mayores y principales
violadores de la ley.
En resumen, un orden social e institucional donde la ley no se
cumple, no es respetado por los ciudadanos ni por los dirigentes,
y donde el Estado no impone ni garantiza su cumplimiento, es la
visión que una mayoría de los argentinos tenemos de nuestra
propia sociedad. Esa percepción se extiende al ámbito de la
Constitución Nacional y se correlaciona con la baja confianza en
las instituciones del Estado. Es el cuadro, en suma, de una sociedad
anómica.
Estos datos evidencian la gran paradoja que hoy caracteriza a la
sociedad argentina. Por un lado, una gran demanda de legalidad,
una alta valoración de la Constitución y una demanda de líderes
capaces de manejarse con apego a las leyes. Pero, por el otro, una
sociedad que conoce y cumple poco su Constitución, que se
autocalifica mayoritariamente como transgresora, que en lugar de
asumir como propia la responsabilidad de este incumplimiento
prefiere transferirla a los "otros", en la que el 41%
opina que hay momentos en que es necesario desobedecer la ley, el
38% sostiene que si piensa que tiene razón está dispuesto a ir
en contra de lo que manda la ley, y el 23% que no está dispuesto
a obedecer una decisión que no le gusta aunque esta haya sido
adoptada por la mayoría.
Existe asimismo una demanda de igualdad, tema no menor, ya que de
su satisfacción depende en gran medida la credibilidad en las
instituciones. En este sentido, la encuesta pone de manifiesto
otro dato preocupante, cual es la alta desconfianza y falta de
credibilidad que afecta a las instituciones, sobre todo al
Congreso y a los partidos políticos.
Particularmente grave es el alto nivel de desconfianza que aqueja a
la justicia, el cual va en aumento a medida que pasamos de los
jueces inferiores a la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El
Poder Judicial es una piedra fundamental en todo sistema
republicano. Sin embargo, dos décadas después del inicio de la
democracia, las largas demoras de la justicia, las dificultades
para el acceso a la misma, el deterioro de su infraestructura, su
falta de independencia y las sospechas de corrupción que pesan
sobre algunos de sus miembros, han traído un aumento de la
desconfianza ciudadana en este poder a la vez que una fuerte
sensación de impunidad.
Encontramos un aceptable nivel de conocimiento sobre el
funcionamiento institucional, si bien se advierte cierto grado de
confusión, particularmente en lo que se refiere a las funciones
del Congreso y a las del Presidente de la Nación en perjuicio del
primero y en beneficio del segundo. Ello es un reflejo del
hiperpresidencialismo argentino, que ha violentado de manera
sistemática el equilibrio de poderes previsto en la Constitución
Nacional aún durante estas dos décadas de gobiernos democráticos.
Tampoco existe una defensa sólida en favor de la libertad de
prensa, algo clave para la vigencia de un sistema democrático y
republicano, ya que si bien el 53% está en contra de que el
gobierno controle a la prensa, un altísimo 40% está a favor.
Uno de los activos más importantes logrados en los últimos 22 años
de vida democrática en la Argentina es que los argentinos valoran
y apoyan a la democracia. Los datos de la encuesta no dejan duda
al respecto, siendo consistentes con muchos otros estudios. A la
vez, prevalecen altos niveles de insatisfacción en relación con
el funcionamiento de la democracia. A nivel comparado
latinoamericano, y según datos del Latinobarómetro 2004,
Argentina tiene uno de los niveles más altos de apoyo a la
democracia (72%) pero, al mismo tiempo, un nivel bajo de
satisfacción con su desempeño. Hay un considerable porcentaje de
"demócratas insatisfechos" (34%), pero eso no quiere
decir que haya una mayoría en favor de gobiernos militares o de
otro tipo de sistemas no democráticos.
Lamentablemente, este apoyo a la democracia no se ha visto acompañado
de un desarrollo similar en relación con la vigencia de un régimen
republicano y del fortalecimiento del Estado de Derecho. Por el
contrario, lejos de haber ido consolidándose progresivamente un régimen
republicano democrático, hemos caminado en sentido inverso. Sus
atributos principales -el control ciudadano del poder del estado,
el equilibrio de poderes, la transparencia y la publicidad de la
cosa pública-, siguen débiles o ausentes.
Tampoco hemos logrado un fortalecimiento del Estado de Derecho, es
decir de "… la subordinación de todo poder al derecho,
desde el nivel más bajo hasta el más alto" (Norberto
Bobbio). Constatamos en cambio, a la luz de los datos de la
encuesta, que existe una falta de correspondencia entre leyes y
creencias. La ciudadanía no cree ni en quien hace las leyes
(congresistas), ni en quien las ejecuta (gobernantes) ni en quien
las interpreta y aplica (justicia); y, a veces, no establece con
demasiada precisión a quien cabe cada una de esas funciones.
Este estado de anomia está reclamando urgentes acciones de
reformas tendentes a desarrollar y arraigar en la sociedad
argentina una verdadera "cultura de la legalidad".
Empero, debemos ser conscientes de que no es posible avanzar por
el sendero de las reformas legales sin el correlato de una
adecuada observancia de las mismas, ya que ello produciría en la
población no sólo una mayor frustración, sino también el
riesgo de una agudización de los de por sí ya bajos niveles de
credibilidad y legitimidad de las principales instituciones.
Estamos pues ante un problema complejo, profundo, que no tiene ni
puede tener respuestas simples y puntuales. Su solución demanda,
por el contrario, una estrategia integral, continua y de largo
aliento. Es esta una problemática que no puede ni podrá ser
resuelta por un ministerio, o un cuerpo de inspectores, o una
policía mejor preparada e incentivada, ni con ninguna mejora en
algún aspecto parcial de los muchos que conforman este fenómeno.
Tenemos que tomar conciencia de que la responsabilidad es
compartida, y que compete no sólo a los gobernantes -sobre los
cuales pesa obviamente un altísimo nivel de responsabilidad- sino
también a los ciudadanos. Hay que tener la franqueza y el valor
para asumir este diagnóstico y admitir que, tal como surge de la
encuesta, los argentinos somos violadores consuetudinarios de las
normas vigentes, rápidos y competentes en descubrir cómo
violarlas y cómo eludir las sanciones. No pagamos impuestos como
deberíamos, no observamos las reglas de tránsito, estamos
preparados para ofrecer una coima en cualquier momento, buscamos
exenciones de todo tipo, tenemos un sentido de comunidad muy débil,
etc. A partir de ahí, el abanico de comportamientos anómicos o
ilegales en la sociedad argentina es asombrosamente vasto. Somos
un país conocido en el mundo por admirar un gol hecho con la
"mano de Dios", por un Congreso que aplaude y celebra la
declaración de un default, por la escasa seguridad jurídica, por
la extrema peligrosidad de conducir por sus calles y rutas, por
escándalos recurrentes de corrupción y altos niveles de
impunidad.
Resumiendo, no se trata de exagerar la significación de hechos
aislados y de símbolos que ciertamente pueden ser explicados en
su contexto. Pero tampoco iremos muy lejos si no admitimos que
esos hechos son manifestaciones de una pauta recurrente (una
anomia "boba", al decir de Carlos Nino) que, en
definitiva, explica porqué somos una de las sociedades con más
bajo desempeño en el concierto de las naciones. En suma, la
anomia que nos aqueja no es sólo antidemocrática sino, además,
una de las causas principales de nuestro subdesarrollo.
PROPUESTAS
De todo lo hasta aquí analizado surge que el objetivo prioritario
es el de lograr la plena vigencia de la Constitución Nacional y
de las leyes, a los fines de un correcto funcionamiento de
nuestras instituciones republicanas en el marco del Estado
constitucional y democrático de Derecho.
Ello supone la plena vigencia de los derechos, deberes y garantías
de los ciudadanos y un adecuado sistema de equilibrios y controles
entre los poderes.
En este sentido, y sin pretender efectuar una enumeración
exhaustiva, se recomiendan las siguientes acciones:
a.
Fortalecer el accionar del Congreso de la Nación y de los otros
cuerpos legislativos, para el efectivo cumplimiento de sus funciones de legislación y
control político de los órganos ejecutivos. Esto significa
terminar con la legislación de emergencia y las prácticas
abusivas de los decretos de necesidad y urgencia y legislación
delegada.
b.
Garantizar la independencia efectiva de los jueces respecto de los
poderes políticos y de otros grupos de presión o interés y llevar a cabo una
reforma profunda de los procedimientos judiciales.
c.
Impulsar y profundizar la educación cívica y democrática en
todos los niveles de la educación. No puede olvidarse al gran
jurista austriaco Hans Kelsen cuando sostuvo que la primera
obligación de la democracia era la educación para la misma. Esto
importa la revisión de los planes de estudio en los distintos
niveles, tanto del Ministerio de Educación de la Nación como de
las Provincias y Municipios.
d.
Crear una Comisión en cada Cámara del Congreso, así
como en las Legislaturas provinciales y Concejos Deliberantes,
para dar adecuado seguimiento y control al cumplimiento de las
leyes y ordenanzas sancionadas.
e.
Asegurar la instrumentación efectiva del derecho de acceso a la
información para lograr no solo un gobierno más transparente sino también una
sociedad más participativa e informada.
f.
Avanzar en la reforma política, en los aspectos relativos al sistema
electoral, a la democratización, modernización y fortalecimiento
de los partidos políticos, con especial detenimiento en la
financiación de la política. Impulsar, asimismo, la formación y
capacitación de la dirigencia de los partidos políticos, con
estudios interdisciplinarios, entre los que se destaque la ciencia
política, el derecho constitucional, el derecho público
provincial, el derecho municipal y el derecho administrativo, además
de la historia argentina y la historia constitucional. En este
sentido se debería dar estricto cumplimiento al artículo 38 de
la Constitución Nacional que ha previsto la asignación de fondos
a los partidos políticos con esta finalidad.
g.
Fortalecer la plena vigencia de la libertad de prensa y de expresión.
Lograr el apoyo de los medios de comunicación, públicos y
privados, para que estos lleven a cabo una campaña pedagógica
destacando la importancia de la Constitución, las leyes y las
instituciones.
h.
Crear un Centro de la Constitución Nacional, para
la conservación, difusión y estudio de nuestra Ley Suprema, en
la histórica ciudad de Santa Fé, que fuera sede de nuestro
primer Congreso Constituyente. Un notable ejemplo en la materia es
el Centro de la Constitución de los Estados Unidos, inaugurado
hace poco tiempo en la ciudad de Filadelfia.
i.
Exigir conocimientos de la Constitución
en los exámenes para empleos y cargos públicos que se concursen,
así como también para el otorgamiento de la ciudadanía
argentina.
j.
Modificar los planes de estudio de las Facultades de Derecho para incluir
la enseñanza del Derecho Público Provincial y del Derecho
Municipal, ya que es esencial profundizar el conocimiento
correspondiente a las Constituciones Provinciales y a las Cartas
Orgánicas Municipales.
Gentileza: Nueva
Mayoria.com
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