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Video TV, ergo sum.
Cuando la cultura popular también sirve para pensar

por Alejandro Piscitelli

   

  

 

 

Bendiciendo académicamente a la cultura popular

Cuando John Fiske escribió a fines de los años 70 Television Culture su célebre análisis pionero acerca de la TV, mas de uno se sorprendió. De un plumazo se inventó un nuevo género académico cual fueron los análisis teóricos de la TV, mas de un estudiante de comunicación se avivo de en qué área hacer su tesis, y al final después de un tiempo todo volvió a la normalidad.

La TV que si bien merecía la bendición de los análisis académicos -pace Fiske en USA, u Oscar Landi en nuestro país, pero en una longitud de onda mucho mas parecida a la que Johnson describirá mas abajo- no podía aspirar a mas que a eso. Su valor no le era intrínseco sino que era apenas una excusa para hacer el agosto de los intelectuales y académicos que habían encontrado un hombre de paja adonde asestar mandobles fáciles, provenientes de la alta cultura.

Cuando Fiske escribió esa obra fundacional los videojuegos apenas algunos años de vida y a nadie se le podía ocurrir que los mismos iban a recibir un arco de atención que seguiria pari passu (aunque esta vez bastante mas sincronizados en el tiempo con su objeto de análisis) el camino del análisis (critico) de la TV. Pero lo cierto es que al poco tiempo empezaron a pensarse a los videojuegos y a teorizarse sus ventajas y desventajas.

 

La TV que si bien merecía la bendición de los análisis académicos -pace Fiske en USA, u Oscar Landi en nuestro país, pero en una longitud de onda mucho mas parecida a la que Johnson describirá mas abajo- no podía aspirar a mas que a eso. Su valor no le era intrínseco sino que era apenas una excusa para hacer el agosto de los intelectuales y académicos que habían encontrado un hombre de paja adonde asestar mandobles fáciles, provenientes de la alta cultura.

 

Hoy cuando ya han pasado 25 años desde esa era fundacional casi todo el mundo esta de acuerdo mas o menos en lo mismo. Puede ser que los videojuegos no sea tan nefastos como cierta visión instalada insiste en propagar. Pero en todo caso lo único bueno que pueden llegar a tener es precisamente la mejoría de la coordinación mente-ojo.

Y esa ventaja también debe matizarse porque la misma se hace al precio de la explotación de tramas innobles y sobretodo de temáticas siempre rayanas en la reivindicación del sexo al punto que si tanto es el precio mejor es pasarlos por alto enteramente.

Por lo que vemos hay algo en la matriz cultural de la critica a la Televisión y a los Videojuegos que los subtiende por igual y los convierte en kelpers del conocimiento y la cognición. Como buenos excrementos de la cultura popular que ambos son.

Contra el reduccionismo simbólico/semiótico de los videojuegos y la TV

Pues bien tanta tranquilidad critica ha llegado a su fin. Tanta desvalorización fatua va a tener que remontar su indolencia si quiere que alguien la tome todavía en serio, o sirva para afirmar alguna carrera, consiga mas dinero para grants o justifique la misma moralina de antes. 

Por cuanto gracias a una serie de investigaciones cada vez mas refinadas (de las cuales el libro que examinamos recientemente The Video Game Theory Reader de Mark J.P. Wolf & Bernard Perron (Routledge, 2003) bastante dio para transitar) están poniendo patas para arriba esta reducción semiótica o simbólica de los videojuegos (pero también de la televisión) y están insistiendo en que hay que barajar las cartas del análisis y dar de nuevo.

La relectura de la televisión que iniciamos aquí va de la mano de la reciente publicación de Steven Johnson Everything bad is good for you. How today's popular culture is actually making us smarter (un adelanto de la cual fue publicada por la edicion dominical del NYTimes del 24 de abril del 2005 bajo el titulo Watching TV makes you smarter). 

Siguiendo con sus intervenciones anteriores -especialmente en Sistemas emergentes y en Mind Wide Open: Your Brain and the Neuroscience of Everyday Life- Johnson vuelve a agitar el avispero al poner en resonancia una lectura que tiene su base de operaciones en el entrecruzamiento de las neurociencias, las teorías narrativas, la teoría de las redes sociales y la economía.

Desde hace un tiempo Fox viene irradiando la serie 24 ampliamente criticada en USA por su visión maniquea de los terroristas musulmanes, y por su delectación en la promoción de la violencia. En un episodio trasmitido en USA en enero del 2005 y en nuestro país hace un par de semanas la provocación alcanzo grados sobresalientes. Así un terrorista contrata a un asesino a sueldo para matar a su hijo no suficientemente adscripto a la causa. Y en el mismo episodio el Secretario de Defensa de USA autoriza la tortura de su propio hijo con vistas a descubrir la existencia ( no) de una conjura terrorista.

Para Johnson lo notable e inesperado no son las lineas argumentales aquí aludidas sino que el cambio de contenido ha ido de consuno con un cambio de las formas. En los escasos 44 minutos que dura el episodio, este conecta las vidas de 21 personajes diferentes, cada uno con un arco narrativo propio (personalidad definida con motivaciones y obstáculos, relaciones especificas con los otros personajes, etc.).

Nueve hilos narrativos se despliegan a lo largo de estos 44 minutos apoyándose extensivamente en información y hechos presentados en los episodios previos. Si hiciéramos un grafo interconectando a todos estos personajes y sus relaciones lo que tendríamos no es nada parecido a Bonanza o a Lassie sino a La Casa Verde de Mario Vargas Llosa con cuatro lineas argumentales en tres tiempos simultáneos, etc.

Lo que esta inesperada constatacion deja al descubierto es que las letanías de los Sartori y compania (que tan facilmente han sabido prohijar adeptos en nuestro pais) acerca de la caída abrupta de las masas en la estupidez, gracias a los servicios siempre disponibles de una televisión rayana en el grado cero del conocimiento, deben ser radicalmente revisadas.. y descartadas.

Porque lo que programas como 24, ER y The West Wing están demostrando semana a semana es que la cultura televisiva se esta volviendo cada vez mas -y no menos- cognitivamente exigente. Para poder entender que pasa en programas como en 24 hay que hacer un esfuerzo cognitivo considerable que no tiene parangón con la TV que veiamos y nos gustaba (o no) de hace 20 años atrás.

Series hipercomplejas, cerebros hiperestimulados

La conclusión de mirar las series hipercomplejas se cae de suyo. Para poder divertirnos con series como 24 tenemos que prestar mucha atención, hacer muchas inferencias y sobretodo llevar una detallada (y difícil) cuenta de las relaciones sociales en constante mutación de los personajes que se multiplican y metamorfosean diabolicamente en estas series contrariando la navaja occaniana de que los "entia non sont multiplicanda" (de que las nociones explicativas tienen que reducirse al mínimo).

Johnson llama -siguiendo una indicación de la película Sleeper (1973) de Woody Allen- Curva del Dormilón a la constatacion de que los videojuegos, la violencia televisiva, las comedias de situaciones juveniles, pero especialmente los reality shows, tienen un valor nutricional e intelectual de primera magnitud.

Tradicionalmente hubo dos maneras igualmente torpes y desviadas de pensar estos fenómenos. La primera la sartoriana ve en el desarrollo de la cultura popular de los últimos 50 o 500 años un pasaporte seguro e irreversible hacia la decadencia de la cultura occidental.

Otra postura, que supuestamente contrarresta a la anterior, insiste en que aun si es cierto que los medios han perdido estatura moral y capacidad de liderazgo ético, al menos han ganado en realismo y en crudeza, mostrándonos el mundo tal cual es -aunque eso no nos guste demasiado.

Pero hay una tercera manera de ver el fenómeno, que es la que adopta Johnson, y que nosotros graciosamente compartimos, a saber que los medios no tiene porque ser el faro de la moral burguesa, y que mucho mejor que seguir viéndolos como maestros desviados, o como omnipotentes promotores de la incultura juvenil, seria entenderlos como entrenamientos en cognición diversa y compleja.

Es probable que los medios actuales estén trasmitiendo mas mensajes negativos, que en ningún otro momento de la historia. Sin embargo un mejor baremo en cuanto a medir los efectos de los medios no es tanto en términos de impacto positivo (o negativo) sino analizando que tipo de pensamiento hay que ejercer para convertir una experiencia cultural en sentido.

La TV también sirve para pensar. He aquí el motto de Johnson refrendado por análisis astutos y detallados de la evolución de las formas televisivas.

Lo que pasa es que nuestra herencia aristotélica y nuestra familiaridad con la imprenta han llevado a valorizar en forma extrema la linealidad del texto y la omnipotencia de una narrativa única. Quienes alguna vez gozamos con El Show de Mary Tyler Moore o con Murphy Brown nos encontrábamos con series inteligentes que venían preempaquetadas en las palabras y acciones de personajes tan o mas inteligentes que nosotros mismos.

En estas series los protagonistas permanentemente se lanzaban unos a otros comentarios y exabruptos uno mas brillante que el otro, y nosotros compartíamos enternecidos y empaticamente un nivel de agudeza y rapidez mental e intelectual que difícilmente encontramos en la vida real y en el mundo laboral de cada quien. Pero suponiendo que entendiéramos los detalles y retruécanos no cabe duda de que en estas series no hay que hacer esfuerzo intelectual alguno para gozar del show. No desafiamos a nuestra mente viendo programas como estos, mas de lo que lo hacemos mirando Fútbol de primera los domingos a la noche. Porque en ambos casos. El juego intelectual tiene lugar en la pantalla no en nuestra cabeza.

La TV parasita a la lectura

La novedad -porque a veces hay novedad a Dios gracias- es que un nuevo tipo de inteligencia televisiva afloró en el ambiente hace un rato pero necesitamos de un cool hunter memetico como Johnson para apercibirnos. Y este nuevo tipo de televisión parece parasitar todos los componentes cognitivos nobles asociados beatificamente a la lectura: atención, paciencia, retención, paneo simultáneo de lineas narrativas.

Aunque no nos hayamos dado cuenta, hace ya mas de 50 años que la televisión en vez de volver a la gente mas estúpida -como los Sartorianos se jactan de haber descubierto- lo que ha hecho en cambio es poner una presión inmensa sobre estas capacidades cognitivas que por algún motivo insondable creiamos inextricablemente asociadas a la lectura.

La complejidad creciente esta asociada a tres elementos centrales: múltiples relatos, señalamientos intermitentes y redes sociales. Lo que pasa es que estos rasgos no nacieron hoy, ni en los años 90, aunque muy pocos lo advirtieron previamente sino en 1981/7 con la serie Hill Street Blues, un drama policial de Steve Bochco valorado (o deplorado) por su realismo virulento (para una síntesis completa de los episodios).

A diferencia de las series canónicas previas como Starsky & Hutch o Dragnet que se basaban en los avatares de un personaje o dos, que se centraban en un argumento dominante y tenían un cierre en cada episodio. La única novedad en Starsky & Hutch sobre esta formula lineal era introducir un subargumento cómico al final del episodio en un formato sencillisimo.

En cambio un episodio de Hill Street Blues complica esta descripción de manera sorprendente. La narrativa enlaza muchisimas hebras diferentes, a veces hasta 20 aunque muchos de ellos aparecen tan solo pocos segundos en la pantalla. El numero de personajes básicos aumenta también exponencialmente. Y sobretodo cada episodio tiene bordes borrosos ya que retoma hechos de capítulos anteriores y los deja abiertos para ser retomados en los posteriores.

Para Johnson y sin descartar sus rasgos idiosincraticos Hill Street Blues no rompe estrictamente con las formas previas, ni invento los nuevos formatos, por cuanto sigue la estructura de una serie tradicional. Lo que hizo de novedoso fue combinar la estructura narrativa compleja (que ya la preexistía) con una temática en si misma compleja. ¿O acaso Dallas no mostró que un episodio podía no resolverse y ser seguido (y esperado) a lo largo de las semanas? Pero el contenido de Dallas era realmente estúpido. Y hubo muchos otros programas como All in the family que revelaban que la TV podía ocuparse de asuntos serios, pero en este caso lo hacían desde la comodidad del living.

La TV inteligente de hoy. Larga vida a The Sopranos

Pero Hill Street Blues ya cumplió casi un cuarto de siglo. Y fue a su vera que se genero la televisión inteligente de hoy en la cual se destaca el canon de nuestro tiempo que son Los Sopranos . Donde Tony reina, hay una docena de lineas narrativas con mas de 20 personajes entrando y saliendo permanentemente.

Si bien el numero de lineas argumentales simultáneas es semejante a las de Hill Street Blues, cada linea es mucho mas detallada y compleja. Aquí no hay argumentos mayores y menores, todo importa y todo tiene su valor propio. Ademas en Los Sopranos hay un tratamiento coral de las situaciones que nos remite a Bach o a Shakespeare -manteniendo o no las distancias. Porque cada escena conecta generalmente con tres lineas simultáneas, y ademas, cada hecho se conecta con episodios anteriores, arrastrado a veces a lo largo de varias temporadas y proyectando el futuro abierto, lo que genera una polifonía de situaciones que nos hacen maravillarnos y al mismo tiempo temer el hiperrealismo, la densidad y la "humanización" propia de esta forma de narrar. 

Johnson que ha dibujado estas secuencias nos muestra gráficamente no solo un mapa de la evolución de los formatos televisivos sino también un mapa de los cambios cognitivos en la mente popular. Contrariando todas nuestras expectativas el éxito de Los Sopranos muestra que el publico de TV de hoy quiere una complejidad inexistente e indeseada en los 80. Cuando apareció en 1981 Hill Street Blues parte del publico se quejaba de que era casi imposible seguir tres tramas simultáneamente, hoy seguramente si a alguien se le ocurriera simplificar a Los Soprano nadie la volvería a ver.

He aquí el corazón del monstruo. Mientras que nos llenamos la boca durante década y media insistiendo en la necesidad de liberar a las narrativas textuales de la docencia aristotélica, invocando multiseries narrativas hipertextuales que casi nadie logro dominar aun, la TV nos clavaba un puñal en la espalda demostrándonos que el multi-perspectivismo es el rasgo estructural mas celebrado de la televisión actual. Y aun así el multi hilvanamiento solo es un rasgo entre otros de la naciente novedad.

Tomemos una serie o película de ciencia ficción cualquiera Cada tanto un lego pregunta inesperadamente que están haciendo con un acelerador de partículas, se trata de un llamado de atención que le brinda al publico la información que necesita para poder entender lo que sigue ("Ojo con tirarle agua encima porque se pudre todo"). Estos señalamientos sirven como abreviaturas narrativas, no hace falta que se sepa mas del asunto, pero si no sabe por lo menos esto no se va a entender lo que sigue.

Los señalamientos son atajos que permiten fijar la atención y no exigen diversificar indefinidamente la energía comprensiva. Se trata de flechas que ayudan a ver en la dirección de lo que importa.

Pero en la TV inteligente hay poco y nada de estas flechas cuando aparentemente mas se las necesitaba debido al crecimiento exponencial de las historias y los argumentos. La completitud informacional que existía en las series clásicas ha desaparecido por completo en The Sopranos o The West Wing. En aquellas hay preguntas que se contestaban por si o por no, hay dudas que la trama resolvia o disolvia.

En cambio en las series inteligentes -especialmente en The West Wing- lo que vemos es la deliberada introducción de misterios y ambigüedades en el presente no en el futuro. Los personajes actúan y deciden pero les falta una información que ni nosotros tenemos como espectadores omniscientes. Por eso viendo algún episodio de The West Wing, y constatando como una y otra vez se hace mención a situaciones o cuestiones que ignoramos, nos dan ganas de repasar la cinta y ver qué nos perdimos. Pero de hacerlo nos sentiríamos aun mas frustrados, porque esa información crucial nunca fue presentada inicialmente. La idea de la serie es que nosotros sintamos la misma confusión que sienten los personajes.

A diferencia de las series clásicas aquí la pregunta clave no es ¿Como terminara esto? sino ¿Que esta pasando? y la mayoría de las veces no lo podemos saber, como muchas veces no lo podemos saber en la vida real.

La falta de anclajes se extiende maliciosamente hasta el micronivel de los diálogos, y en este sentido ER es una ejemplo maravilloso y exagerado, donde casi 3/4 de los diálogos son incomprensibles para los legos -que somos todos los espectadores que nunca estudiamos medicina - pero también para los médicos de la serie que en realidad son actores. Por eso mas que insistir en la cantidad de sangre y de golpes bajos que retozan entre los episodios de ER habría que prestar bastante mas atención a la sutileza y discreción con que trata a sus personajes y sobretodo al espectador.

Cuando la excepción es la regla

A la objeción de que Johnson le ha dedicado demasiado tiempo y espacio a los shows finos pero ha pasado totalmente por alto las toneladas de basura que han invadido a la TV últimamente, y en especial a la infección virosica de la endemolmania que inventa reality shows sin parar, su respuesta es cáustica y programática. La TV de todos los tiempossiempre tuvo escasos buenos programas y siempre exhibió bazofia a granel. No tiene sentido comparar a El Millonario con Mash, no mas que a Survivor con ER. En cada categoría siempre hubo programas similares y la comparación esta vez vuelve a dar un resultado sorprendente.

Porque comparar El Millonario con sus sosias de los años 80 muestra que no solo los programes del prime time han aumentado en complejidad y exquisitez, sino que también la programación basura lo ha hecho en no menor proporción.

Mientras que la televisión de los 60/70 tomaba sus claves del teatro, los reality shows de hoy están calcados sobre los videojuegos. Se trata de una serie de juegos competitivos que se vuelven cada vez mas desafiantes. hasta el punto de que algunos reality toman prestados de la cultura de los juegos un rasgo todavía mas llamativo: las reglas no están dadas desde el principio, uno aprende a jugar, jugando.

Quien haya logrado ver por debajo de la superficie del "estas nominado" y del glamour post-televisivo de las revistas reciclando ganadores, habrá podido comprobar como los reality tomaron prestado otro elemento central de los videojuegos a saber el descubrimiento de puntos flojos y de oportunidades escondidas en (la violación) de las reglas. Como bien dice Johnson lo interesante de estos programas no es ver como se humilla al participante (estúpido recurso de la cámara sorpresa tan ensalzado entre nosotros) sino poner a la gente en un entorno complejo bajo presión, sin reglas preestablecidas y ver como se las arreglan para desenvolverse en un "juego de la vida" a escala social.

No se trata de una diferencia menor y las observaciones de Johnson -que engarzan primorosamente con lo que nos ha enseñado Gonzalo Frasca acerca de estos temas- muestra que si bien absorbemos historias, cuando se trata de juegos lo que los humanos hacemos mejor que nadie es adivinar. Lo que ha hecho la tecnología corporal del Reality Show es llevar estas adivinanzas al prime time, solo que el juego en cuestión aquí no esta ligado a la destreza física sino a la emocional y social.

Si hoy nos aburre la TV de hace 25 anos atrás es porque en ella -como nos lo recuerdan permanentemente el canal Volver o TNT- no hay que pensar para entender que es lo que esta pasando. Si The Simpsons o ER nos llaman la atención es porque al superponer capas y capas argumentales tenemos que hacer un esfuerzo denodado para entender que esta pasando, y al hacerlo estamos ejercitando esas partes del cerebro que mapean redes sociales, que llevan información faltante y que conectan múltiples tramas narrativas.

El mercado y el cerebro unidos, jamás serán vencidos

Lo fantástico del enfoque de Johnson es como combina las necesidades de la economía con las de las neurociencias. Hollywood no es generoso (miren sino el desastre inventariado por J.D.Lasica en Darknet Hollywood's war against the digital generation Wiley, 2005 con prologo de Howard Rheingold, y también el complementario y no menos exquisito Le declin de l´émpire hollywoodien de Herve Fisher VLB, 2003).

La cosa es así, la industria de los contenidos no regala nada (al revés en el futuro tratará de quedarse con todo), por lo que si la TV se vuelve mas inteligente ello se debe pura y exclusivamente a que hay mucha plata en juego cuando de volver a la gente mas inteligente se trata. La economía de la sindicación de TV y la industria de los DVD muestran la enorme presión financiera que hay para que los productos sean lo suficientemente complejos o útiles como para poder pasar el test de una segunda, tercera o enésima mirada. 

La cosa es así, la industria de los contenidos no regala nada (al revés en el futuro tratará de quedarse con todo), por lo que si la TV se vuelve mas inteligente ello se debe pura y exclusivamente a que hay mucha plata en juego cuando de volver a la gente mas inteligente se trata. La economía de la sindicación de TV y la industria de los DVD muestran la enorme presión financiera que hay para que los productos sean lo suficientemente complejos o útiles como para poder pasar el test de una segunda, tercera o enésima mirada. 

Por otra parte la propia web gracias a los foros y a los fanáticos ha convertido a cada show en un exquisitez digna de comentaristas del Talmud -que encima son otros televidentes como nosotros y quieren desesperadamente compartir su conocimiento con otros- permitiendo que la complejidad se acreciente exponencialmente y tener adonde recurrir para entender de que se trata, 

Tampoco debemos olvidarnos de la generación de los 19-35 que con intensiva inmersión en los videojuegos necesita desesperadamente que las narrativas respeten su complejidad, su juego con las reglas y la noción de diseño abierto y participativo (A no perderse en este sentido la genografía de Got Game. How the game generation is reshaping business for ever de John C Beck & Mitchell Wade, Harvard Business School Press, 2005).

Contrariamente a la critica usual de que todo lleva y trae sexo (Clemente dixit) la mente, mi mente, nuestras mentes están fascinadas por los desafíos de resolver crucigramas (no es mi caso), detectar patrones y pautas que conectan (me vuelve loco), o de desandar sistemas narrativos complejos (esto también me gusta bastante).

Johnson que es cuidadoso no insta anarquicamente a la liberación televisiva, y al final se guarda un poco de reserva frente a lo que los padres deben o no dejar que los hijos hagan. Es su tema y su problema. En lo que no podemos dejar de estar de acuerdo con el es que la divisoria ya no debe pasar por el peligro potencial de las ciberculturas sino por los procesos/productos de aumento de la inteligencia -en la mejor tradición de Vannevar Bush, de Douglas Engelbart, de Alan Kay y de Tim Berners-Lee.

¿Se trata de programas que vienen empaquetados con risas frisadas cada 30 segundos o de programas que mapean redes sociales complejas? Por eso recomienda en la misma gama cosas distintas. Le dice que no a Quake y que si a Grand Theft Auto y aboga - lo seguimos en esto- por un sistema de clasificación que use al esfuerzo mental y no a la obscenidad y la violencia como determinantes de que vale la pena mirar o de que no.

Cuanta razón tenia Margaret Mead cuando nos hablaba del siglo XXI como del siglo de las culturas post-figurativas en donde los grandes aprenderíamos de los chicos -y viceversa- pero de modo novedoso e inesperado. Porque en este mundo hipercomplejo los chicos están obligados a pensar como grandes: analizando redes sociales complejas, administrando recursos, siguiendo narrativas entrelazadas sutiles, reconociendo patrones de largo alcance.

Y al revés los adultos tenemos que aprender de los chicos, la descodificación de cada nueva ola tecnológica, el parseo de interfases y el descubrimiento de las recompensas intelectuales presentes en el juego.

Dejémonos de sermonear con la crisis y empecemos a vivir del lado de la oportunidad. La cultura inteligente ya no es mas un suplemento vitamínico que se inyecta en los chicos. Se trata de una invitación a compartir un mundo inmensamente mas complejo y por lo tanto mas enriquecedor. En eso estamos. 

 

Gentileza de: http://www.ilhn.com/filosofitis/ensayitis/archives/003096.php

 

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