En
su columna del diario La Nación del domingo 19 de marzo de 2006, Enrique
Valiente Noailles reflexionaba sobre el
concepto de víctima . Con agudeza afirmaba que la condición
de “víctima” en la actualidad es algo curiosamente buscado porque
apuntaba: “la
victimalidad se ha convertido en un botín por el que se lucha, en una
investidura y en una zona de refugio social. La victimalidad es para ellos
la zona de regeneración de un estatus perdido, el medio con que se sueña
volver a ser como antes, es la zona de lavado de la conciencia.”
¿Para
qué sirve ser una “víctima”?
¿Por qué el lugar de “víctima” es de alguna manera reclamado
en la sociedad argentina actual?
Valiente
Noailles respondía: “Hay un movimiento de pinzas: nuestra sociedad
produce muchas víctimas objetivas, pero también produce el lugar de la víctima
como algo deseable, porque confiere a ese espacio un poder que no tienen
otros. (...) estamos ante una nueva economía política de la
victimalidad (...) ante una nueva producción, distribución y consumo
del concepto (de “víctima”) porque, por de pronto, es uno de
los pocos ámbitos que se respetan.” Y agregaba: “No es ya sólo
un concepto pasivo destinatario de la compasión, sino un concepto
activo que se hace valer, como una moneda de intercambio. La
victimalidad ha adquirido un valor simbólico que la coloca por encima de
la ley.”
Hace
un tiempo, en abril de 2003, estudiábamos, a través del pensamiento
radical de Jean Baudrillard, el
concepto de “rehén” como figura de la transpolítica.
Entonces
definíamos con Baudrillard al “rehén”:
“Ni
muerto ni vivo, el rehén esta pendiente de un vencimiento incalculable.
No le acecha su destino, ni su propia muerte sino un azar anónimo que
solo puede presentársele como una arbitrariedad absoluta. Está en un
estado de exterminación virtual. Ya no es una víctima, puesto que no es
él quien muere, y no hace más que responder a la muerte de otro. Su
soberanía ni siquiera está alienada, está congelada. Todos somos unos
rehenes. Todos servimos ahora de lamento disuasorio. El
terrorismo es el verdugo de un sistema que busca el anonimato total y la
responsabilidad total en cada uno de nosotros.”
¿Por qué estos tiempos que vivimos generan
“rehenes”?
Dice Baudrillard: “El terrorismo es el operador de un
concepto que se niega al realizarse: el de la responsabilidad ilimitada e
indeterminada. Como ya no existe un sujeto responsable, cualquier
evento debe desesperadamente ser imputado a algo o a alguien: todo el
mundo es responsable.”
Un “rehén”, (Del ár. rahn,
prenda), es una persona de estimación y calidad, que como prenda
queda en poder del enemigo o parcialidad enemistada, mientras está
pendiente un ajuste o tratado.
Según Baudrillard:
§
Hemos
entrado en la constelación del chantaje. En todas partes esa
desmultiplicación insensata de la responsabilidad interviene como disuasión.
Somos el rehén afectivo del otro (Si no me das eso
serás responsable de mi depresión; si no me amas serás responsable de
mi muerte; si no te dejas amar serás responsable de tu propia muerte).
Somos rehenes de lo social (Si no participa, si no
gestiona su propio capital, dinero, salud, deseo... Si no es social, se
destruye a sí mismo).
- El
chantaje es peor que la prohibición. La disuasión es peor que la
sanción.
- El
chantaje es alusivo, ya no se basa en un imperativo ni en el enunciado
de una ley (es un modo disuasivo, descansa en el no-enunciado de una ley), juega con
la forma enigmática del terror.
Nos queda
pendiente una reflexión esclarecedora sobre los discursos que se enuncian
y los que no se enuncian actualmente, sobre todo si se trata de enunciados
de leyes. De leyes con las que se pretende, se aspira a hacer justicia en
nuestro país.
No
olvidemos que el lingüísta Oswald Ducrot considera
que el enunciado "es una serie lingüística producida por un
locutor". O como se la define frecuentemente "el
enunciado es la huella de la enunciación" (1). Y también afirma que la enunciación
"es el acontecimiento histórico que constituye, por sí mismo, la
aparición de un enunciado. Dicho de otra manera, es el
hecho de que una oración (lo que se ha dicho)
haya sido realizada" . (2)
Notas:
(1)
O. Ducrot y T. Todorov. Diccionario enciclopédico de las ciencias del
lenguaje. México, Siglo XXI, 1997, p. 164.
(2)
Oswald Ducrot. El decir y lo dicho. Buenos Aires,
Hachette, 1989, p. 135.
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