Hoy eso es impensable. La
información no corre, vuela. Tenemos la fortuna de vivir en tiempo real
acontecimientos que suceden a miles de kilómetros de nosotros. Tenemos
acceso a diferentes canales de información y, teóricamente, gracias a
ello, podemos construirnos una opinión propia. Pero que difícil resulta
ante la avalancha de información que recibimos. De la escasez pasamos a
la sobreabundancia y nos hemos generado un nuevo problema: el exceso de
información.
Mi jornada empieza muy pronto y lo hace con la lectura apresurada de los
cuatro diarios más importantes de mi ciudad. Después empieza el aluvión.
Sobre las 8 de la mañana llega a mi correo el primer resumen de prensa,
unos 200 folios que recogen lo más importante que ha publicado la prensa
mundial. Diez minutos más tarde recibo el resumen de titulares, unos 160
accesos directos a la información publicada en su origen. A las nueve de
la mañana llega el resumen de la prensa digital, unas 30 entradas de los
confidenciales y publicaciones que nada más son visibles en la red. Sobre
las 11 me llega la segunda edición del resumen que recoge lo publicado en
la prensa de las capitales de provincia españolas, unos 200 folios más.
Diez minutos más tarde, la segunda edición de titulares y una vez a la
semana el resumen semanal de los artículos de opinión publicados en la
prensa mundial, hablamos de unos 300 folios. Si me siento hambriento de
información puedo acceder permanentemente, a través de mi ordenador, a
un servicio que, a lo largo del día, va almacenando las grabaciones de
todo aquello que se dice en las emisoras de radio y estaciones de televisión
de España, sobre una serie de temas prefijados. Si lo quisiera ver y oír
todo, necesitaría tres días para poder hacer el equivalente a uno. Es
absurdo. Alguien puede pretender no ya que asimile ese volumen de
información, sino que tan siquiera tenga ánimo y voluntad de acceder a
él. Pero lo recibo porque se supone que es indispensable para mi trabajo.
Ja! y aunque a efectos laborales esto no importe demasiado, tengo una vida
propia.
Reconozco que mi caso no es paradigmático, pero en el mundo habrá miles
de personas en una situación parecida a la mía y todos, en mayor o menor
medida, sufrimos el exceso de información. Nos hemos generado un problema
nuevo.
Según una encuesta reciente, un 71 por ciento de las mujeres y el 65 por
ciento de los hombres alemanes se sienten sometidos a una presión de
información que les genera estrés. Un artículo de Cecilia
Suárez habla de que “estudiosos de la comunicación, médicos,
psicólogos y psiquiatras, ya han delineado algunas de las consecuencias
de la proliferación de informaciones sobre nuestra capacidad de comprensión.
Ellos nos hablan de la “angustia informativa” que se padece cuando no
se es capaz de discernir lo útil de lo banal. De la “fatiga por exceso
de información”, el elevado nivel de estrés de los que no pueden
asimilar tanta información como la que reciben, que se caracteriza por un
estado psicológico de hiperexcitación, ansiedad, e inseguridad que
provoca una parálisis de la capacidad analítica y puede conducir a tomar
decisiones imprudentes o arribar a conclusiones equivocadas.”
Lo grave es que, como apunta dicho artículo, las personas que padecen
exceso de información no solamente pierden la capacidad de análisis sino
también la de indignarse con las situaciones de injusticia.
A problemas nuevos, soluciones imaginativas, oportunidades de negocio.
Proliferan las conferencias y seminarios sobre la gestión de la información
y hemos creado un nuevo especialista, el gestor de la información que se
dedica a extraer para nosotros lo relevante obviando lo banal. Busca
agujas en inmensos pajares.
Hemos creado una nueva especialidad la Infonomía
que se autocalifica como la gestión inteligente de la información. Y
hemos creado también nuestros propios críticos, nuestros
“antisistema”, la Ecología
digital, “mientras que el planeta entero parece haber sucumbido
ante los encantos de la Era de la Información, el abuso y el exceso de
información parecen llamar a gritos a un sentido común todavía
inexistente, a un desarrollo informacional sostenible, a una ecología
digital que preserve al planeta y a sus habitantes del ruido y del estrés
de la comunicación permanente.”
En medio de este panorama, que difícil resulta construirse una opinión
propia. Definir un pensamiento. Pensar por uno mismo. Me quedo con unas
recomendaciones de Cecilia Suárez que creo todos deberíamos tener
siempre presentes:
“La información, si bien es indispensable, es
sólo un pretexto para pensar.
Sirve para profundizar en ella, no para acumularla meramente.
No debemos olvidar que la lectura es un ejercicio del pensamiento: es
pensar con una guía.
El objetivo último de la lectura no es estar informado (acumular
información) sino pensar.
Leer para pensar y, creativamente, generar nuestra propia información.”
Para ampliar la información recomendamos
visitar: http://siguiendolaluna.bitacoras.com/archivos/2005/11/20/empacho-de-informacion
Puedes leer Otra
forma de obesidad: el exceso de información, por Cecilia Suárez,
pulsando aquí.
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