Conversación con el juez Zaffaroni
"Hay una regresión global de los derechos humanos"
por
lavaca.org
EUGENIO RAÚL ZAFFARONI
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El juez Eugenio Raúl Zaffaroni, integrante
de la Corte Suprema, sostuvo ante lavaca que la miopía de muchos
que han sido defensores de los derechos humanos con respecto a las
actuales violaciones de tales derechos, se debe a una cuestión de clase.
Cuestionó los esquemas “progresistas” que ya no sirven para entender
la realidad. ¿Cómo será la lucha por el poder entre incluidos y
excluidos? La criminalización de los pobres y el rol del poder judicial
en un mundo de una polarización social inédita, según un juez que
considera que su función es preservar el espacio para la protesta social |
A Eugenio Raúl Zaffaroni sus amigos le dicen Raúl. Eugenio era el
nombre de su padre: “Lo sigo usando por eso mismo, porque era el de mi
padre, y por la documentación. Van a pensar que soy dos personas y voy a
tener que enviar información sumaria aclarando que soy el mismo”.
La cuestión es inquietante, en un país plagado de políticos y
funcionarios reversibles, seres mutantes que han sido una cosa y son otra,
o varias: son lo que haya que ser y obedecen lo que haya que obedecer.
Zaffaroni, ¿es realmente el mismo? Llegó hace dos años a la Corte
Suprema de la Nación, convirtiéndose en uno de los magistrados más
importantes del país. Recibió a lavaca en su amplio despacho del
4º piso del palacio de Tribunales, un edificio oscuro presidido por la señora
de ojos vendados y una balanza calibrada casi siempre de un modo enigmático.
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-Doctor ¿Cómo se ven las cosas desde aquí?
-Yo siempre me resisto a que el cargo me trague. A que deje de ser yo en
función del cargo. Cuando eso me va pasando en alguna función, me voy,
por preservación de mi salud mental. Pero en muchos sentidos veo las
cosas igual que como las veía antes. Lo que sí hay es una circunstancia
imaginable en una función como esta, y es que uno tiene que pensar
siempre en el bien común, en el sentido de gobernabilidad del país. No
se puede hacer del derecho una mera lógica del deber ser cuando el
ser pone limitaciones.
-¿Cómo sería esa contradicción?
-En realidad no es una contradicción. Hay un deber ser y un ser. Un deber
ser es derecho en la medida en que pueda llegar a ser. Si se trata de un
disparate que no puede llegar a ser no sirve. Yo no puedo caminar en la
luna, con lo cual eso no es derecho por más que haya un deber ser que me
diga ”debe caminar en la luna”. Es un delirio. Eso es lo que se
vivencia en un plano teórico. Aquí se vivencia mucho más el plano de la
realidad.
Es decir: me gustaría que todos los jubilados tengan el 82% móvil, que
todos tengan una vivienda, que todos tengan trabajo. Me gustarían muchas
cosas pero de lo que uno se da cuenta aquí es que tiene que empujar hacia
eso.
-Empujar hacia la justicia.
-Sí, pero no puede pretender lo imposible. Es estar empujando el carro,
los bueyes están adelante pero hay que empujarlo a veces porque por ahí
se quedan. Pero bueno, hay límites.
-Que increíble que haya que pensar que son imposibles esas cosas teóricamente
tan admitidas. La jubilación, el trabajo, la vivienda.
-Admitidas como un deber ser. Pero hay que hacerlo ser. Ese es el asunto.
-Es la muerte de los derechos en la medida en que quedan como una letra
embalsamada, que no se cumple.
-Hay que ir empujando a la normalización.
-¿Siente que avanza?
-Sí, vamos cumpliendo algunas etapas, pero por supuesto que es una tarea
que no se acaba nunca.
-Ese “vamos” ¿se refiere a su gestión personal?
-No solamente, sino también la Corte, el poder judicial, una cantidad de
sentencias que van en ese sentido. Por supuesto esto no tiene un límite.
No hay país en el mundo en el que los derechos humanos estén realizados
plenamente. Por eso creo que es función del poder jurídico ir empujando
a las restantes fuentes de poder en el sentido de que eso pueda
realizarse. Pero fíjese: ni siquiera aquellos derechos humanos de primera
generación son respetados en el mundo.
-¿Cuáles son?
-Esos derechos individuales, elementales, que le imponen al Estado
abstenerse. Abstenerse del maltrato, de la tortura, de la detención
arbitraria. Ni siquiera esos derechos son respetados absolutamente en el
mundo. Uno tiene que estar permanentemente empujando. Hay autores que
dicen: bueno, son derechos de realización absoluta los de primera
generación, y de realización progresiva los otros. No: todos son de
realización progresiva. Por lo tanto hay que estar empujando siempre para
la realización del derecho.
-Hay muchas cosas que parecen absolutas, conquistadas, y no se las
encuentra por ningún lado: libertad, igualdad, fraternidad, por
ejemplo...
-Y en realidad en Paris los hijos de los inmigrantes arman todo lo que están
armando. Y tienen razón, parece.
-Lo van a criticar por decir esas cosas.
-Pero fíjese lo que va de 1968 al 2005. la diferencia ente una protesta
estudiantil que hablaba de la imaginación al poder y qué sé yo, a la
protesta de los hijos de inmigrantes marginados. Ha cambiado el mundo, ¿no?
-Cambió. Los que creían en un progreso lineal deben estar aturdidos.
-Me da la impresión de que Frantz Fanon estará sonriéndose.
(Frantz Fanon fue el autor de Los condenados de la tierra y Piel negra,
máscaras blancas, dos cuestionamientos al colonialismo que hicieron furor
en los 60 y 70. Postulaba, entre tantas cosas, la relación indivisible
entre capitalismo, colonialismo y racismo. El furor era por lo que decía,
y por el compromiso. No solo escribió sobre descolonización sino que la
practicó, en la lucha argelina por la independencia. Era descendiente de
esclavos. En Argelia, como psiquiatra, tuvo la posibilidad de ver los
efectos de la tortura tanto en torturados como en torturadores).
-O estaría sorprendido. Los condenados de la tierra convertidos en los
condenados de los suburbios, incendiando autos en Paris.
-Piel negra, máscaras blancas, él hablaba de eso, pero no se planteó
esto que estamos viendo ahora.
-Eso obliga a tener una actitud muy actualizada para no quedarse atado
a pensamientos que fueron progresistas hace 40 o 50 años pero que tal vez
ya no sirvan para entender el presente.
-Sí, pero no es nada fácil. Nada fácil porque aquellos pensamientos
progresistas de otrora de alguna manera respondían a unos esquemas de
comprensión de la realidad que hoy no funcionan. Es decir, cada momento
de poder planetario tiene sistemas de interpretación, ideologías en el
buen sentido de la palabra, sistemas de ideas para acercarse a la
realidad. Y estamos viviendo un cambio en el poder. Así como el mundo
vivió el colonialismo o el neocolonialismo, ahora vive la globalización.
No como programa, sino como momento de poder planetario.
Y no tenemos un sistema de ideas que nos aproxime a la globalización.
Intentan aproximarse con ideas del siglo XIX y algunas del siglo XVIII.
-¿Ejemplos?
-Los ideólogos de la globalización, los integrados, al decir de Umberto
Eco (semiólogo italiano, autor de Apocalípticos e Integrados) ,
lo hacen con una ideología propia del siglo XVIII. Y los apocalípticos
lo hacen con un marxismo que es una ideología propia del siglo XIX. No
digo que no haya elementos en todas las ideologías que se puedan
elaborar, no descubrimos la nieve tampoco. Pero sí puede observarse que
no hay un sistema de ideas con el cual aproximarse a esta realidad. Eso es
un poco complicado.
-Porque hay que buscar nuevas combinatoria de elementos y saberes, que
nos sirvan hoy.
-Pero están todos desconcertados frente a una realidad que se puede
describir y, sin embargo, no puede explicar. Es lo que decía Galeano (Eduardo
Galeano, escritor uruguayo) , uno tiene la sensación de que si Alicia
volviera no tendría por qué atravesar el espejo. Le bastaría con
asomarse a la ventana para ver que todo está patas para arriba, todo está
al revés. Pero al revés, según nuestro sistema de comprensión de la
realidad, lo cual genera una angustia tremenda.
Algunos para salir de la angustia dicen: “No, no es la ventana, no es la
realidad. Es el espejo donde todo está dado vuelta”. Y están mirando
por la ventana sin poder explicarse lo que pasa. Eso genera una angustia
muy grande.
-¿Eso pasa con los funcionarios?
-Pasa con cualquiera. Un funcionario económico, pongamos. Uno ve una
economía de especulación, una economía en la que predominan los
servicios y no la producción, yo creo que si lo traemos a Lord Keynes a
estos días, el pobre se volvería loco. O inventaría otra teoría, que
es lo que haría un tipo genial, claro. Pero lo que no funciona es el
sistema de ideas que tenemos para entender una realidad distinta de la que
nos hacía sentir muy seguros. Por uno u otro lado, uno s sentía seguro.
Hoy no sabemos dónde estamos parados: no sabemos qué sistema de ideas
usar para comprender. Entonces uno ve cosas como las que pasan en Francia
y piensa: sí, claro, tienen razón. No en vano uno ve Paris lleno de
negros que no se mezclan. No es Holanda donde los grupos raciales están
mezclados. Paris no. No vi a un blanco limpiando las calles.
-Y de pronto estalla. Pero estaba delante de nuestras narices.
-No era el espejo, había que mirar por la ventana.
-Usted hablaba de regresión de los derechos humanos. Para colmo, se
percibe que mucha gente que supuestamente los defiende, se queda
reivindicando los derechos humanos de otra época sin mirar lo que pasa
ahora.
-Sí, hace rato que vengo percibiendo este tipo de actitud.
El clasismo y los derechos humanos
-¿Por qué ocurre? ¿Cómo puede ser que alguien que supo ver temas
como la represión ilegal, los tormentos, resulte indiferente frente a las
formas actuales de violaciones a los derechos humanos?
-Mire, no nos olvidemos de algo. Esto que voy a decir no va en detrimento
de nadie, ni sirva esto para justificar ninguna aberración ni ningún
genocidio. Pero hay una realidad: somos un país no discriminador dicen,
pero no tenemos negros. Si no, seríamos Sudáfrica, yo creo. Entonces
cuando aparece un negro le tocan el pelo porque trae suerte. Claro: es un
negro de vez en cuando.
-La excepción simpática, admitida.
-Y empieza todo el estereotipo, si se busca al gimnasta sexual se habla
del negro, o de la mulata. Por eso dicen que no somos racistas. Dicen que
los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas, y
nosotros de los barcos. En gran parte, no todos. Es decir: la clase media
que ocupa la pampa húmeda y las ciudades. Tuvimos nuestro racismo de los
cabecitas negras hace 50 años. Y bueno, en un determinado momento la
dictadura genocida ¿qué hizo? Empezó a hacer desaparecer y a matar a
hijos de la clase media. Y la voz que se pudo escuchar en el mundo fue la
de madres y abuelas de clase media. Sabían hablar, y sabían hacerse oír.
Y todo esto puso a Europa frente a una realidad: son blancos como
nosotros, ¿y les hacen esto? Más allá de que yo creo que me parece magnífico
que le hayan dado el Premio Nóbel de la Paz a Adolfo Pérez Esquivel
(1980), creo que se lo merecía... no me entienda mal lo que estoy
diciendo: lo que quiero decir es que si Adolfo hubiese sido negro y de
Zimbawe, no le hubieran dado el Nobel, aunque todo hubiese sido igual o
peor. Eso es lo que quiero significar, no porque no se lo merezca, ojo.
Estoy diciendo: no creamos que el colonialismo ha desaparecido del mundo,
ni la mentalidad colonialista ha desaparecido. En la etapa de globalización,
siguen existiendo.
Y el clasismo también existe. Quizás haya gente que no logra
actualizarse y percibir dónde están las violaciones a los derechos
humanos hoy.
- No sorprende en gente que nunca adhirió a una defensa de estas
cosas.
-No, el que está del otro lado, está del otro lado.
-Pero sí me asombra en gente que tuvo la capacidad para percibir la
realidad.
-Bueno, pero la capacidad se la dio le dolor, la capacidad se la dio el
desastre, la capacidad se la dio el muerto al lado. Claro que eso da la
capacidad. ¿Pero da capacidad para percibir todo? Abre la realidad,
claro. Pero bueno, no creamos que eso es un Pentecostés, ni una ciencia,
Es cierto que mucha de esta gente uno la sienta, le explica un rato, y al
final se da cuenta. El que está del otro lado, ni estaría dispuesto a
conversar. Este acepta y por ahí se da cuenta.
-Pero hay un pedido de cierto progresismo frente a los que reclaman por
sus derechos hoy: córtenla.
-Sí, se ve muchas veces. Dicen: “Miren que esto es demasiado”.
-Con un argumento perverso: “Siempre fui defensor de los derechos
humanos, qué me vas a venir a hablar a mí del tema”. Termina siendo
una cuestión de poder.
-(Zaffaroni muestra las palmas de la mano como diciendo: obvio) Bueno, es
una regla de la dialéctica. La dialéctica del poder es así. Se llega a
una posición, pero esa posición no significa algo cristalizado:
inmediatamente va a aparecer una antítesis. Es una regla del progreso en
definitiva. Del progreso de la conciencia.
-Cuál sería la actual agenda de derechos, hacia los cuales hay que
empujar, según su imagen.
-No creo en una división tajante entre derechos individuales y derechos
sociales. Siempre digo que la alternativa “pan o libertad” es falsa.
Puede ser cierta en una coyuntura, pero en un período prolongado o a
largo plazo no resulta verdadera. Si a alguien se le da libertad y se le
niega el pan, va a usar la libertad para buscar el pan. Y si a alguien le
dan pan sin libertad no va a poder criticar al que dueño del reparto, que
al final se va a quedar con todo el pan. Creo que se congloban los
derechos individuales y los sociales.
Pero creo además que el riesgo que tenemos en el mundo es una regresión
global en el ámbito de los derechos humanos.
Teoría de los seres descartables
-Usted quiere empujar, pero la noticia es que todo va para atrás.
-Es que no cabe duda que esta etapa de globalización, con una polarización
de riqueza, y el surgimiento, o tal vez la extensión inusitada, de una
nueva categoría: los excluidos.
No son los viejos marginados, son otra cosa. No es el lumpen
proletariat que veía Marx. Es el que queda fuera del sistema. Tampoco
es el explotado. El explotado era un tipo necesario para que existiera el
explotador.
-Los chicos de Paris no son explotados. Los desocupados argentinos no
son explotados.
-No, es otra cosa. El excluido es alguien que está de más. Alguien que
sobra. Descartable. Nadie lo necesita. Ya no es la dialéctica
explotador-explotado. Acá no la hay.
(Zaffaroni toma un bolígrafo y empieza a dibujar círculos en un sobre
papel madera, para describir un futuro que parece de ciencia ficción,
pero que es de pura lógica) Si proyectásemos esta tensión actual
sin interrupción hacia el futuro, sin que nada la detenga –cosa que no
va a ocurrir- nos llevaría a una sociedad con un 20 o 30 por ciento de
incluidos a lo sumo (señala un círculo pequeño) , y 70 por
ciento de excluidos (el círculo más amplio) . Este 20 por ciento
viviría en zonas residenciales comunicadas con el centro económico por
Internet y autopista. No tendrían esquinas donde le roben a uno el reloj.
Y el resto estaría debajo de las autopistas. Como mutantes ¿no? a los
que les tiraríamos de vez en cuando un hueso.
-Esa es la teoría del derrame.
-Por supuesto esto es una distopía (una utopía al revés, el grado
ideal de una sociedad indeseable) Una distopía descabellada, Pero en
definitiva ese sería el esquema urbanístico del futuro. En alguna medida
en San Pablo uno ya lo ve.
-Y no solo en San Pablo. Hay que asomarse por la ventana. Qué tema con
las ventanas.
- (Se ríe) Es un problema de cortinas. Si, pero en definitiva si
uno proyecta, terminaría de esa manera.
-Pero ¿va a terminar de esa manera?
-Por supuesto que no. No hay masas ni millones de personas que se resignen
a morirse fumando un porro, esperando en la puerta de la villa a que venga
la policía y se los lleve para fusilarlos. Eso no pasa, pasan otras
cosas. Se irá generando una nueva dinámica. Ahora todo esto ¿qué es lo
que va generando? Va generando un control social represivo destruido, que
no es el control social a través de la violencia estatal, por lo menos no
exclusivamente. No son los cosacos del zar rodeando la villa. No hay más
zar ni cosacos. Es otra cosa. Probablemente en Francia se vea menos,
porque los policías son blancos. Acá se ve un poco más.
-No entiendo.
-¿Cómo se controla a este 70 por ciento? ¿Cómo se lo mantiene fuera de
cualquier dinámica? (Golpea con la birome sobre el papel donde ubicó
a ese 70 por ciento de excluidos) Generándoles contradicciones.
Haciendo que se maten entre ellos. Y mientras ellos se matan debajo de la
autopista, los integrados circulan por arriba. ¿Y cómo se logra esto? De
una manera casi natural. Si uno ve lo que está pasando... salvo algunas
victimizaciones de clase media que en ese caso salen en los diarios, la
victimización que sale chiquita en el diario, se produce entre los mismos
pobres. Si matan a cinco tipos en una procesión en la villa, sale
chiquito en los diarios. Si la procesión es en Barrio Norte, se arma un
despelote bárbaro. Entonces los criminalizados son de estos sectores. Los
victimizados son de estos sectores. ¿Quiénes piden pena de muerte? El 70
por ciento de los que están abajo.
-Piden un instrumento que irá contra ellos, antes que nadie.
-¿Pero por qué lo hacen? Porque sufren la victimización en carne
propia.
-Y no creen que tengan cómo defenderse.
-No, entonces les metemos a la policía en el medio. Pero ¿de dónde
sacamos a la policía? (Redondea el círculo del 70 por ciento) Del
mismo sector.
Y en la medida que todos estos se maten, no dialoguen, no se puedan
coaligar, no puedan concientizarse, esa es la forma nueva de control que
está surgiendo.
Y eso, que se ve claramente, es una regresión global de los derechos
humanos.
Tanto de los derechos humanos sociales como de los individuales. Si
pensamos que en la provincia de Buenos Aires tenemos un 75 por ciento de
presos sin condena, bueno, tenemos un 75 por ciento de tipos que están
presos por las dudas.
-Y en crecimiento geométrico.
-Pero además, esto me da el siguiente resultado: de este 75, un tercio
será absuelto, según las estadísticas. A un cuarto de los casos se le
dirá “usted tiene que quedarse algún tiempo, como pena formal”. En
la mitad de los casos, al momento de la sentencia se le dirá “váyase
que ya tiene la pena cumplida”. Y al otro cuarto le voy a decir:
“usted estuvo preso gratuitamente. Vaya tranquilo”.
La pelea por la cuota de poder
-En otras épocas uno hablaba del control según esquemas clásicos: la
represión como una cuestión militar, policial. Pero ahora hay una cosa más
gaseosa, el poder judicial criminalizando la protesta y la pobreza,
reprimiendo bajo el argumento de “hacer justicia”.
-Pero de alguna manera yo creo que el poder judicial está poniendo también
un límite. Quizás no todo lo deseable. Pero empuja en el sentido de
buscar un límite. No se me escapa otra cosa de esta regresión global de
los DDHH, aunque sea cambiar un poco de tema. La lucha antiterrorista a
nivel planetario, con la convención antiterrorista y todas esas cosas que
nos quieren imponer a todos los países del mundo, no es nada más ni nada
menos que toda una vuelta a la ideología de la seguridad nacional, pero
ahora a nivel mundial. Es decir, cuando digo que para combatir el
terrorismo tengo que disminuir las garantías de los terroristas, no es
que va a haber menos garantías a los terroristas e iguales garantías al
resto de la población. Salvo que los terroristas sean reconocibles físicamente.
Que sean verdes. En la medida que eso no suceda, la disyuntiva es: se
disminuyen las garantías de toda la población, con lo cual se corre el
riesgo de confundir a cualquiera con un terrorista, o mantengo las garantías.
-Volviendo a lo anterior ¿Cuál sería la opción? ¿Qué ocurre con
este 70 por ciento que quedó afuera?
-Yo no estoy en una posición pesimista. Creo que son momentos pendulares
en la historia. Nos toca este momento, vendrá otro. Este 70 por ciento no
se va a quedar en la entrada de la villa. Se armará lo de Paris, no sé
qué pasará. Pero van a pasar cosas.
En definitiva y en última instancia ¿Qué es lo que va a pasar? No en
una forma lineal, porque los procesos se dan desplegando curvas, y por
cierto que en cada curva quedan bastantes cadáveres. Pero a la larga este
70 por ciento va a querer su cuota de poder. ¿Qué es el poder o qué da
el poder en este momento de globalización? No es el dinero, es la
información.
Y eso es tener el “know how” (el conocimiento, el saber cómo hacer
las cosas) . Y la globalización, como todo momento de poder, tiene
enormes contradicciones. Una de las más graves, y también más
positivas, es que abarata enormemente el costo de la información. Dicho
de otra manera: hace 30 años o 40 tenía que ir a Harvard para encontrar
la bibliografía que necesitaba para escribir una tesis. Hoy lo hago en
casa. Y cada vez lo voy a poder hacer más, a un costo relativamente
reducido. Y en función de la competencia de la actividad de comunicación,
cada vez va a ser más barato. Por supuesto me dicen que esto en realidad
transmite basura, etcétera, pero yo digo: si transmite todo. La imprenta
también. No creo que lo que más se imprimió haya sido Platón o Aristóteles.
Bosques enteros se han consumido para fabricar papel para imprimir basura.
Bueno. Está esa basura en el medio, pero están también las cosas que
uno puede usar.
“Preservar el espacio de la protesta social”
-¿Y eso cómo empalma con la cuestión del poder?
-Hay algo que tiene este 70 por ciento que le falta al 30 por ciento de
incluidos. Y es lo que uno ve en la villa, en las favelas, en los pueblos
jóvenes. ¿Qué es eso que les sobra? Tiempo. Y el 30 por ciento de
incluidos no tiene tiempo. Entonces, la organización del tiempo para el
apoderamiento de la información, teniendo en cuenta que saber es poder,
va a generar un efecto competitivo ente el excluido y el incluido que va a
reanudar la dialéctica. Y el excluido va a tener un “know how” mejor
que el incluido, porque tiene más tiempo.
-Bueno, por lo pronto vienen de diversos lugares a investigar a los
movimientos sociales, de desocupados, sus formas de organización, de
planificación. O a las fábricas recuperadas.
-Váyase a Devoto, y vea lo que pasa con los presos que están en el
Centro Universitario. Sacan mejores notas que los estudiantes sueltos. ¿Qué
tienen? Tiempo.
Por supuesto, esto va a traer un despelote bárbaro, porque el sistema no
está hecho para incluir al 70 por ciento de los excluidos. A partir de ahí
se inicia una dialéctica que no sé decir a donde va. Pero por ahí va la
cosa, ahí va a ir.
-Mientras tanto, se ha venido criminalizando a los excluidos. ¿Cómo
ve de ahora en más esa situación desde su cargo?
-La función es contener ese movimiento para preservar el espacio de
protesta social. Que es el espacio de dinámica política.
-Pero la tendencia es penalizar esa dinámica política.
-Yo creo que el poder jurídico es un poder de contención del poder
punitivo.
-¿Sí? He visto tantos jueces que no se enteraron...
-La esencia es esa. Contener al poder punitivo. Si no existiéramos
nosotros, que se vayan todos los jueces, los tribunales, el ministerio público.
¿Qué pasaría? La policía sin límites, el Estado totalitario. ¿Qué
era la Gestapo? ¿La KGB? Policías sin límites. Ese es el estado
totalitario. La esencia de la función judicial siempre es la contención
del poder punitivo.
-Doctor, uno puede admitir que en la Corte hay gente que piensa de un
modo diferente, nuevo. Pero de ahí para abajo, hay cada uno: da miedo.
-Entre miles de personas que forman un poder habrá también eso. Pero de
cualquier manera estas son visiones de orden teórico. El sistema penal es
complejo, hay un conjunto de agencias: policial, judicial, penitenciaria,
política, y en definitiva todo iluminado por las agencias de comunicación
social, sin las cuales todo este aparato no tendría ninguna eficacia.
Entre estas agencias está la agencia de reproducción ideológica, que es
la académica. La que condiciona el discurso. Hay una renovación en esto,
solo que esa renovación no es automática. Pero hoy se discuten en la
universidad, en el ámbito del derecho penal y la criminología, temas que
hace 30 años eran insospechables.
-¿Por ejemplo?
-Esto que hablamos: la contención del poder punitivo, la discusión del
derecho penal del enemigo. La Comisión Internacional de Juristas acaba de
convocarme a Ginebra, ha hecho un panel de ocho juristas de distintas
regiones del mundo para estudiar el contraterrorismo y los derechos
humanos en el mundo, una investigación de un año. Eso está significando
que el poder jurídico en el mundo se mueve. |
EUGENIO RAÚL ZAFFARONI
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La
revolución en el molde
-La otra visión es la que dice que el poder jurídico es otra forma de
control.
-Sí, la versión marxista no institucional, la del 68, la versión
Marcuse (Herbert Marcuse, filósofo alemán, autor de El hombre
unidimensional y uno de los inspiradores de la revuelta estudiantil
francesa de mayo de 1968) Pero esa visión ¿a qué conduce? A que
tengo que esperar la revolución para tirar todo por la ventana, y también
la ventana. Mientras no pase eso, me quedo en el molde, esperando que
venga la revolución.
-Y ahí se soluciona todo, si es que llega.
-Claro, va bajar Cristo de nuevo y vamos a ser todos buenos. Era la
dictadura de la idea, decía Marcuse. No. Ese tipo de conceptos se pasó
de revoluciones en tal medida, que mientras no llegue la revolución no
hago nada. Y mientras tanto matan gente, torturan, queman a los presos en
las cárceles, les pegan y violan a las mujeres. Y yo no hago nada, total
ya va a venir la revolución. Claro que cuando venga la revolución,
primero me harán mierda a mí. Suele ser lo primero.
-Pero entonces para usted es válida esta apuesta a lo que podría
hacer el poder judicial.
-Sí, es una dialéctica permanente. Es un “unfinished”, eso sí: algo
no va a terminar nunca. Alguien leerá esto dentro de 50 años y dirá:
miren el reaccionario este lo que dice, porque uno no sabe cuáles son los
arrastres reaccionarios que uno tenga.
-Pero si lo progresista de hace unos años ahora ha retrocedido, uno
nunca sabe cómo seguirá la cosa. Tendremos que reunirnos dentro de 50 años.
-Hay péndulos, dinámica social. En definitiva no hay que perder la
capacidad de comprender. Uno nunca sabe cuándo se le endurecen las
arterias y empieza a dejar de darse cuenta de las cosas.
Gentileza
de: http://www.lavaca.org
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