Observemos
como ejemplo del acoso moral como patrón educativo silencioso, lo señalado
por los especialistas cuando sostienen que “acosar a alguien por su
honestidad demuestra la disposición a no querer oír la verdad”.
©gatza
Violencia
psicológica librada a que prime la domesticación sobre la educación, la
adulación sobre la producción, la alineación sobre la deliberación, la
enajenación sobre la libertad. Ambiente que reduce las relaciones humanas
a lo que de ellas se obtiene; interés que sin el concurso de valores
éticos, convierte en medio y fin a la víctima y/o instrumento del acoso
moral.
Perversidad
dispuesta a dar a la víctima, la presencia e imagen de lo desleal e
insolidario, dado que atacar la sinceridad, o la lealtad (cualidades que
en realidad posee la víctima) no está bien visto socialmente. Fraude de
la ley, o paradoja visible al acusar de insolidaria a la persona que
siempre se ha distinguido por "mojarse" por los demás, de
desleal a quien no afecta al chismorreo, disiente del método de
escalamiento con zancadillas, de insincera y con intenciones ocultas a la
persona incapaz de dobleces.
La
marquesina que exhibe el acosador moral evidencia su juego: difamar a la víctima
de acoso, de desleal por desobedecer el patrón educativo establecido al
elegir Ser Leal a sí, lo que le vale ser señalada/o como amenaza,
peligro, inmoralidad; de insolidaria por no asociarse al patrón
conductual seguido por el grupo que, confabuladamente, defiende la norma
por sobre la ética del amor y respeto; de insincera por no azuzar la
hoguera encendida por quien resuelto a ser denunciante y/o delator,
esconde el sicariato del acoso encubridor del mero interés de aplauso,
ganancia, y figuración.
©gatza
Circunstancias
que analizadas en lo social, político y económico develan la
capitalización de poder y control, olvidando honrar ser factotum de
desarrollo educativo, al hacer de la educación el altar de servicio, no
el pedestal del cual servirse para conseguir ascensos, categorías,
consignas, fama, dinero, poder, “éxito” y reconocimiento.
Vislumbrar
la operatividad del acoso moral, descubre la moral del doble estándar del
sistema educativo que enseña “cero tolerancia” a la violación de
derechos humanos, pero que a la vez, con este argumento fomenta su
irrespeto. Por ejemplo: la libertad a condición de no usarla; la
inteligencia a condición de no molestar a quien ante ella se siente
opacado/a; la diferencia prontuariada al no representar la moral oficial;
la igualdad venida del pensamiento único, eficaz mancuerna de control
social. “Quien tiene un espíritu contrario al nuestro es llamado
peligroso; quien no comparte nuestra moral, es hallado inmoral”,
Anatole France
Impostura
previsible en la supresión agresiva de la verdad dicha por quien (s) su
palabra es silenciada mediante el estigma o desprestigio edificado. Mutilación
del derecho a la palabra que contraríe lo sellado como verdad única;
estratagema que intimida el uso y/o expresión del pensamiento propio de
lectores de la realidad no enlatada. Hostigamiento psicológico más
frecuente en el ambiente educativo-académico-universitario, donde el
prestigiado "valor-inteligencia" o “valor agregado” se norma
para ser cacareado, no implementado. Contradicción que ensalza el
“acto inteligente” de no discutir, máxima de acatar premiada con no
atacar.
©gatza
Discernir
el acoso moral como patrón educativo silenciosamente infiltrado en la
trama mental socio-política-económica transnacional y transpersonal
global, nos alerta y posibilita “no olvidar que el acoso és un
mecanismo perverso, por tanto cuando se recurre a él como estrategia de
ataque és la evidencia de que nos situamos frente a dinámicas
perversas…”, como sostienen los especialistas del tema.
Complot
ante el que elegir retomar el Centro o quién soy, sin resistirse a lo que
digan que soy, para accionar desde la dignidad de la no violencia, predice
salir a flote de la atarraya lanzada para cazar, aniquilar, entontecer y
matar al acosado/a (la presa) en su honestidad. Victoria Secreta celebrada
sobre sí mismo/a, no los demás, posible el instante en que el soberano/a
(uno) se desconecta del molde educativo establecido por élites con
relevancia, y a la vez, se reconecta con el gradual empoderamiento de la
estirpe educativa que le habita; tecnología interior plena de facultades,
talentos y virtudes.
©gatza
Considero
que la violencia vista como el ansia de titulación, jerarquía y cargos,
paliativo del vacío existencial fomentado, es el cautiverio usado para
hacer del desprestigio personal, instrumento de veto, acallamiento y/o
persecución al inteligente dispuesto a pensar. Operación psicológica
para la que juega un papel preponderante atacar situaciones personales de
la futura víctima, como blanco o "diana" designada para ser
moralmente acosada. Escenografía en la que el miedo inoculado, juega un
papel estelar, ya que hace que se "animen" los testigos mudos
resueltos a decantarse en contra de la víctima. Situación que facilita
el que la violencia perversa destruya al acosado, basando su eficacia en
la repetición sistemática de una misma historia, como factor
determinante para su aceptación. Trama dentro de la que el rumor puesto a
rodar, es la técnica de manipulación usada para controlar y edificar el
estigma. “Una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad
imaginaria”, decía Gobbels, asesor de comunicación de Hitler.
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Información
adicional:
Recientemente
tuvo lugar en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el seminario abierto "Hacia
la construcción de Políticas Publicas para la Prevención y atención de
la violencia laboral", organizado por la Comisión
Tripartita de Igualdad de Trato y Oportunidades entre Varones y Mujeres en
el Mundo Laboral (CTIO) y el Departamento
de Capacitación de la Coordinación de Capacitación -
Dirección
de Administración de Recursos Humanos del Ministerio de Trabajo de la
Nación, con el auspicio de la Organización Internacional de Trabajo
(OIT). Los fundamentos de la convocatoria fueron los siguientes:
Las múltiples manifestaciones con
las que se expresa la violencia social en el mundo actual, vienen siendo
investigadas durante los últimos años desde distintos abordajes científicos
a nivel mundial. Desde 1996 la Organización Mundial de la Salud
consideró a la violencia como prioridad de salud pública, entendiendo
que pronto superaría a las enfermedades infecciosas como causa principal
de morbilidad y mortalidad prematura a nivel mundial.
Muchos
estudios coinciden ampliamente en destacar que la violencia laboral, en
particular, llamada “la plaga del siglo XXI”, es una de las
expresiones más preocupantes, en primer lugar en lo que atañe a la
problemática de la salud en el sentido más amplio.
La OMS ha reconocido que la violencia resulta, en la actualidad,
una amenaza para la salud pública y un obstáculo para el desarrollo
de las naciones (Primer Informe
mundial sobre la violencia y la salud, 2003). Asimismo, la
Organización Internacional del Trabajo destaca que la violencia en el ámbito
laboral –tanto física como moral o psicológica (psicoterror)– viene
creciendo en los casos registrados, alcanzando niveles preocupantes tanto
en la frecuencia de las conductas violentas como en las consecuencias
devastadoras que impactan no sólo a los directamente afectados, sino
también a sus entornos familiares y otros grupos de pertenencia.
Otras problemáticas directamente vinculadas, según distintos
autores, se relacionan con la violencia institucional, entre cuyas
principales expresiones se destaca la corrupción y la fragilidad
de las organizaciones, es decir, que alcanzan en su compleja
multidimensionalidad, cuestiones éticas y jurídicas, con implicancias
económicas, políticas, psicosociales y culturales. A los efectos del
tema que nos ocupa, corresponde destacar lo siguiente: para que haya
corrupción es condición previa y necesaria la existencia de violencia
laboral, la que promueve el miedo, la cooptación, el silenciamiento,
“mirar para otro lado”, etc.
Si bien el fenómeno en sí no es nuevo y tiene raíces
estructurales profundas, los investigadores han identificado –aún
reconociendo la causalidad plurifactorial–, una progresión evidente
ligada a las características que el capitalismo ha desarrollado en su
versión neoliberal de los últimos lustros, con relación a la perversión
de las relaciones sociales en general y los vínculos laborales en
particular. Precisamente fue hacia fines de la década de los ’80 cuando
fue detectado el carácter pertinaz de esta forma específica de
violencia, alcanzando magnitud epidémica hacia mediados de los ’90.
Entre otros elementos, el predominio de un “darwinismo
social” que no apunta a la supervivencia
del más
apto sino
del más
desalmado, ha
hecho posible
la pérdida o el desprecio por
los códigos
de conducta; el
relativismo moral y cognitivo, la enunciación
meramente verbal de valores que
no se sustentan en las acciones. Resultante de ello son las fracturas del
tejido social que incitan a la competitividad individualista y a la
ruptura de los lazos solidarios; así como –consecuentemente– la mayor
complejización de cuadros psicopatológicos que ya existían en la
nosografía o la aparición de nuevas patologías psíquicas (en ambos
casos funcionales a un contexto de anomia). En este marco, la
fragmentación social y vincular impacta como fragmentación de la
subjetividad y ataque a la identidad, lo cual genera un “horizonte de
amenaza” para los trabajadores en general, agudizándose para las víctimas
del maltrato laboral. Y a su vez, abre un panorama que, a la larga,
resulta no menos precario y efímero para quienes creen que con el abuso,
la agresión y la impunidad es posible llegar a “salvarse solo”.
La cuestión tiene clara importancia tanto para mujeres como para
varones. Sin embargo algunas investigaciones realizadas, así como las
estadísticas existentes, indican que con mayor frecuencia los casos de
víctimización atañen a las mujeres y, en tal sentido, se manifiesta ésta
como una forma más de violencia de género. Socialmente existe una
discriminación basada en el sexo –que connota negativamente a la
condición femenina en el ámbito del trabajo–, consolidada en pautas
culturales de sumisión que, en el devenir histórico, ha producido la
“naturalización” de dicha violencia. Estas pautas también se
reproducen a nivel organizacional.
En el caso del “psicoterror” o mobbing,
la situación de violencia recurrente y sostenida en el tiempo
–generalmente comunicacional (verbal y modal)–, tiene la característica
diferencial, respecto de la violencia física directa, de no dejar señales
externas, marcas visibles, a no ser el deterioro socioemotivo y psicofísico
progresivo de la víctima del “ninguneo” (quien no es inicialmente
conciente de haber sido seleccionado como “el objetivo” del acosador,
incluso por su alto nivel de eficiencia). Tal deterioro es maliciosamente
atribuido –por el terrorista laboral y su entorno cómplice– a otras
causas, como problemas de relación o personalidad, dificultades de
comunicación, carácter difícil, ineptitud para desempeñarse en grupos,
etc., reforzando el ataque a la autoestima y allanando el camino hacia el
colapso. Este recorrido persecutorio, está signado por la manipulación,
el escamoteo de información, los planteos dilemáticos, la utilización
del “doble sentido”, el boicot y la difamación –con su variante: el
“humor” sarcástico– ejercidos “al pasar” por el hostigador,
aprovechando éste situaciones organizacionales propicias, todo ello
sembrado entre los compañeros y superiores del sujeto maltratado, con
fines de aislamiento, marginación y salida del puesto de trabajo (que es
el objetivo buscado), pudiendo terminar con la vida del afectado –“el
blanco”– por vía del suicidio o accidente/enfermedad terminal. Se
trata por ello de un «crimen» limpio y silencioso, en donde la carga de
la prueba se torna complicada y costosa.
El acoso sistemático es ejercido alternativamente desde la
acción y la omisión, por hostigadores con cuadros psicópatas o
perversos narcisistas, con trastornos paranoides de personalidad,
merced a fuertes componentes de celos y envidia debido a los sentimientos
propios (generalmente fundados) de inadecuación e incompetencia
profesional. Esta última característica es conocida como el Síndrome
MIA (“síndrome de mediocridad inoperante activa”). El victimario, que
suele ser serial, carece de capacidad de empatía (de establecer lazos
emocionales internos y externos y de reconocer al otro como persona y no
mero objeto de manipulación). Sin embargo hiperactúa la afabilidad ya
que es extremadamente cuidadoso de las formas sociales, en especial con
quienes detentan alguna cuota de poder. La autopercepción del agresor
siempre es negativa, pero aparece compensada por conductas de actuación
autosuficiente, consistentes en mayor o menor expresión de megalomanía,
seducción, autoreferencia e inusitada valoración propia de sus supuestos
logros personales y profesionales dentro de la organización.
El gran pionero en la investigación del mobbing,
a nivel internacional, el Profesor Heinz Leymann de la Universidad
de Estocolmo, estableció una conclusión terminante: “En las
sociedades de nuestro mundo occidental altamente industrializado, el lugar
de trabajo constituye el último campo de batalla en el que una persona
puede matar a otra sin ningún riesgo de llegar a ser procesada ante un
tribunal”.
La realización del presente seminario pretende contribuir a instalar
en la conciencia pública en general y de los trabajadores en particular,
la problemática de la violencia laboral en sus múltiples y diferentes
modalidades en todos los sectores de la actividad, públicos y
privados, dado que no se puede afrontar un peligro que no se conoce.
Asimismo se procura rescatar la importancia que tiene, para la
estructura de una sociedad sana, invertir en capital social y en capital
cultural, más allá de la hipertrofia excluyente de los factores económicos.
Con
una mirada pluralista y multidisciplinaria, donde los expositores y el
intercambio entre los asistentes y los panelistas permitan des-invisibilizar
y des-naturalizar el fenómeno de la violencia laboral, se procurará
ponerle nombre a las distintas formas de interelación que causan
sufrimiento a las mujeres y a los hombres que trabajan, precisamente en el
ámbito en el que éstos debieran sentirse más plenos y creativos,
aportando así al desarrollo personal y organizacional.
Se adjudica a la sabiduría popular suponer que, a veces, la
forma de derrotar al demonio consiste en ponerle espejos para que se mire
a sí mismo. Este seminario, un primer paso, apunta claramente en esa
dirección.
Transdisciplina
creativa sinceramente espera que este seminario pueda cumplir
acabadamente los objetivos formulados, dado que la Argentina es un
país en el cual el acoso moral, tanto en el orden laboral como en
diversos ámbitos sociales, es una práctica diaria, con todas las
características enunciadas en la fundamentación del seminario
mencionado. Un práctica agravada por el desconocimiento en algunos
casos, la hipocresía más abominable en otros, y, en toda oportunidad por
la consecuente inexistencia de suficientes marcos legales que sirvan para morigerar un
flagelo de estos tiempos como es el acoso moral.
Leyes
provinciales existentes en la República Argentina sobre violencia
laboral:
Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2004)
Ley 1225 - Violencia Laboral -
Superiores/as jerárquicos hacia el personal - Organismos instituídos por
los títulos 3º a 7º del Libro Segundo de la Constitución de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires
Provincia de Buenos Aires (2004)
Ley 13168 -
Violencia Laboral. Administración Pública de la Provincia de
Buenos Aires
Provincia de Santa Fe (2005)
Ley 12434 - Violencia Laboral.
Administración Pública de la Provincia de Santa Fe
Provincia de Misiones (2005)
Ley 4148 - Administración
pública provincial -- Normas para prevenir, controlar, sancionar y
erradicar la violencia laboral
Provincia de Tucumán (2002) Sin
reglamentar
Ley 7232 - Violencia Laboral en el Empleo Público de Tucumán
Provincia de Jujuy (2003) Vetada por el Poder Ejecutivo Provincial
mediante el Decreto nº 7186
Ley 5349 – Violencia Laboral
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